José Luis Úriz Iglesias
Afiliado al PSC viviendo en Navarra

Spotlight, pederastia en la Iglesia Católica

Ver una impresionante película como Spotlight no sólo te permite recrearte en una gran historia dirigida magistralmente por Thomas McCarthy (habrá que seguirle la pista, aunque tenga ese curioso apellido), con espléndidas actuaciones de Michael Keaton, Mark Ruffalo; Rachel McAdams, Brian d'Arcy James o Liev Schreiber, también remueve tu conciencia, aunque en el mundo actual haya pocas que sean susceptibles de hacerlo.

Resulta difícil narrar con verdadera maestría el difícil caso de la investigación que un periódico local menor, The Boston Globe, hizo en 2002 a través de su equipo especializado de los casos de pederastia en la Iglesia Católica ocurridos en dicho ciudad. La conclusión fueron más de un centenar de sacerdotes implicados, culpables (unos 150), y cientos, quizás miles de víctimas, más la complicidad de la Jerarquía comenzando por el todopoderoso obispo de Boston.

Resulta significativo que ese editor Marty Baron lo sea ahora de un prestigioso diario como Wasington Post y sea considerado el mejor editor, al menos el más valiente de la historia de la prensa estadounidense.

Según la estás visionando reflexionas sobre tu actividad diaria y tu cabeza se llena de interrogantes. ¿Cuántas personas que diariamente pasan por tu lado han sido también víctimas de abusos por parte de miembros de la santa madre iglesia, en minúsculas a propósito? ¿Sería posible en nuestra comunidad, en Navarra (cada lector ponga aquí su comunidad), un Spotlight propio? ¿Qué grado de complicidad tenemos social, políticamente, o desde los medios de comunicación con esta lacra?

Navarra, como la mayoría de las de nuestro Estado es una comunidad muy impregnada por la relación católica. ¿Cuántos de nuestros políticos, empresarios, simples trabajadores, o enseñante y médicos de más de 60 años, han pasado por el seminario en su juventud? Eso más la irrupción del Opus Dei ha producido un extraño magama en el que ni las gentes de izquierdas, ni siquiera las de la izquierda más radical, la abertzale osan explorar terrenos como el que trata Spotlight.

Impresiona especialmente leer al final de la película, el listado de decenas de ciudades en las que se han descubierto con posterioridad a 2002 casos de pederastia en la iglesia y sorprende la ausencia de españolas, incluida ahí Pamplona. ¿Significa que aquí no llegó esa epidemia? ¿Nuestra iglesia es más pura, más santa que las otras? ¿No existen aquí víctimas (allí les llaman supervivientes por el alto número de suicidio que provoca)?

Las respuestas parecen evidentes: no, no y no. Por tanto: ¿cómo es posible que no se haya destapado? ¿Se llega a tal nivel de complicidad vomitiva en una «zona católica» por antonomasia como esta?

La epidemia de la pederastia en la iglesia católica alcanza cada rincón del mundo, cada lugar en el que están. Se podrá decir que son una minoría, el 10 % hablan en la película, pero cada víctima es única, cada vida destrozada, truncada es única. Las miles y miles de personas afectadas merecen también como otras víctimas la investigación, el reconocimiento, la justicia, el castigo de sus culpables y cómplices. Porque ambos, culpables y cómplices son criminales, que en muchos casos han cometido hechos delictivos con resultado de muerte.

Por eso es menos entendible el silencio cómplice. ¿Cuántos partidos políticos en Navarra han planteado investigar este tema aquí? Ninguno. ¿Cuántos periódicos aquí han puesto a sus equipos de investigación a disposición de este gravísimo tema? Ninguno, ni siquiera los relacionados con la izquierda abertzale. ¿Cuántos de nosotros hemos reflexionado, escrito, publicado sobre este espinoso tema? Casi ninguno, al menos por mi parte pretendo romper esta intolerable regla.

Malditos sean los curas pederastas, sus autoridades que les protegen y los silencios cómplices. Maldita sea una sociedad que no investiga, denuncia, castiga estas prácticas. Alzo por eso mi voz de denuncia en mi sancta sanctorum frente a ello. ¡No en mi nombre!

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