Juan Manuel Lasa Iriberri

Turismo en Donostia

En la página 7 del GARA de fecha 05-10-2016 se publica el artículo “Turismo para un nuevo tiempo en Euskal Herria” (Imanol Esnaola –coordinador de Gaindegia-) Hacia el final del mismo, se lee el siguiente párrafo:

«Asimismo, el planteamiento de esta ley tampoco enfrenta los problemas que supone el turismo en los parámetros más actuales (y la necesidad de evitarlos), desde el desequilibrio territorial que se viene generando con el diseño actual, pasando por la más que evidente gentrificación a la que se ven sometidos los barrios y las ciudades donde se han hecho grandes apuestas en infraestructuras (además de las molestias a la vida cotidiana del vecindario). Pero también hay que destacar su incidencia en el mercado laboral y las relaciones laborales, un ámbito donde nos queda mucho por hacer, más en este sector donde son tan precarias las condiciones laborales. Para Euskal Herria no sirve una oferta turística que no busque activamente una respuesta a dichas cuestiones.»

Lo copio aquí porque me parece un buen punto de partida para hacer algunas consideraciones que creo oportunas. Para empezar, no estaría de más que quienes han aprobado la Ley nos explicaran su punto de vista al respecto. Por otro lado, echo en falta en los medios de comunicación un debate serio y riguroso sobre el turismo y sus efectos. Y pienso que un debate de esas características no está reñido con la información, pero sí con la propaganda.

En mi opinión, Donostia (y quizás también el resto de capitales vascas, no lo sé), corre el riesgo de «morir de éxito». Si no se toman las medidas oportunas  puede pasarnos,  salvando las distancias,  lo mismo que a Venecia y Barcelona, por citar dos de los casos más significativos.

Si en lugar de poner límites, se sigue promocionando el turismo masificado, acabaremos «mediterraneizando» nuestra costa, y haciendo que algunas zonas de nuestras ciudades y muchos de nuestros pueblos se conviertan en lugares invivibles. Cito aquí el comentario reciente de una mujer, en una de las grandes ciudades españolas: «He vivido durante diez años aquí en el centro. Me marché a las afueras. No volvería aunque me regalaran la vivienda. Aquí no se puede  vivir. Esto se ha convertido en un parque temático». Profesión de la señora: guía turística. Se supone que sabía de lo que hablaba.

El mensaje que constantemente recibimos de la clase política, viene a decir que ser receptores de turismo es algo bueno, siempre. Por tanto, cuantos más turistas vengan, mejor. Yo respondería que los inconvenientes para quienes vivimos aquí todo el año, están bastante claros. Que las ventajas son las que necesitan demostración (con números reales, no con la cantinela de «la riqueza y los puestos de trabajo creados…»). Por ejemplo, estaría bien saber de cuánto dinero estamos hablando, y sobre todo de su origen y destino, de donde parte y donde acaba su trayectoria. No está de más recordar que para recibir gran cantidad de turistas, se requiere de infraestructuras y servicios, que en gran parte se pagan con dinero público. Sin embargo, los ingresos que genera el turismo van a parar, en principio, a bolsillos privados.

Más nos valdría, creo yo, apostar con decisión por más industria-agricultura-ganadería-pesca y menos turismo. Más economía productiva y sólida, menos economía volátil y vulnerable. No vaya a ser que nos pase, también en Euskadi, que la únicas profesiones con futuro sean las de camarero o camarera y prostituto o prostituta.

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