Oier Zeberio e Iñaki Barcena
Ciencia Política UPV-EHU

Txernobil, Fukushima, Garoña

Este es un año de tristes efemérides nucleares. El pasado 2 de marzo se cumplieron 45 años de la inauguración de la central de Santa María de Garoña. A muchas personas se les olvida que esa central y el resto de reactores nucleares que estaban previstos para instalar en Euska Herria (Lemoiz, Ea-Ispaster, Deba y Tudela) llegaron en un mismo paquete franquista denominado Plan Energético Nacional.

 El 26 de abril se cumplen 30 años de la catástrofe nuclear más desastrosa que ha habido en el planeta, la de Chernobil (Ucrania). Y en tercer lugar, no debemos olvidar que el 11 de marzo se cumplen cinco años de la explosión de tres reactores nucleares, uno gemelo al de Garoña, en Fukushima (Japón) tras un maremoto y consiguiente tsunami.

Tras el bombardeo nuclear del Ejército norteamericano sobre Hiroshima y Nagasaki, en la década de los 60 del pasado siglo, las centrales nucleares se vendieron como de «uso pacífico». Sin embargo, sus catástrofes y graves daños ahí están y conviene recordarlos y analizarlos.

A las docenas de trabajadores, bomberos y militares que en la primeras horas del 26 de abril de1986 intentaron controlar los efectos provocados por la explosión del reactor número 4 de Chernobil se les unieron otros 880.000 «liquidadores» (médicos, científicos, soldados, trabajadores...). Muchos de ellos sacrificaron su vida. 335.000 personas que vivían en el radio de 30 km y en zonas muy contaminadas tuvieron que dejar sus hogares. En algunos casos las evacuaciones se produjeron tarde, y miles de personas que vivían en territorios que habían recibido una considerable radiación no fueron evacuadas.

Según el informe titulado “Chernobyl: Consequences of the Catastrophe for People and the Environment”, casi cinco millones de personas (entre ellas más de un millón de niños) viven en territorios que tienen un alto nivel de radioactividad en Bielorrusia, Ucrania y la Federación Rusa. Según la misma fuente, los casos de cáncer de tiroides han aumentado considerablemente a causa del accidente. Por otro lado, ha habido un aumento significativo de otros tipos de cánceres, problemas de corazón, malformaciones de nacimiento, discapacidades y tasa de mortalidad... Además, según el informe titulado “The Other Report On Chernobyl”, el accidente contaminó el 40% de la superficie europea. Según el informe “Health Effects of Chernobyl: 25 years after the reactor catastrophe”, ha habido un aumento de la mortalidad y las malformaciones en varios países europeos. A todo esto hay que añadir los efectos provocados por el estrés y la ansiedad causados por el accidente y la contaminación.

Hay un intenso debate sobre el número de víctimas del accidente de Chernóbil. Según lo publicado en 2006 por el Foro de Chernobil, causó la muerte de 9.000 personas. No obstante, Greenpeace facilita otros datos: solo en Bielorrusia, Ucrania y la Federación Rusa, 200.000 muertes entre 1986 y 2004. Según el informe “Chernobyl: Consequences of the Catastrophe for People and the Environment”, el accidente causó la muerte de 985.000 personas en el mismo periodo. Esta cifra correspondería a la mortalidad global.

En referencia al caso de Fukushima (11 de marzo de 2011), el Gobierno japonés ordenó la evacuación de las personas que vivían en un radio de 20 km y de las que vivían en territorios muy contaminados, pero la orden de evacuación de algunas de esas zonas se dió demasiado tarde. Entre 170.000 y 200.000 personas tuvieron que abandonar sus viviendas. No obstante, fueron miles las que quedaron en territorios con un grado elevado de contaminación radioactiva. Como en Chernóbil, no se ordenó la evacuación de esos lugares. Cinco años después, la contaminación sigue siendo muy alta en algunos de ellos.

Respecto a los efectos que ha tenido esta catástrofe en los habitantes, hay menos información de la deseada. Según la información oficial del Gobierno, se han producido 154 suicidios desde que comenzó la crisis y ha habido 1.700 muertes derivadas de la medidas poco adecuadas tomadas para reducir los efectos del accidente. Hay poca información también sobre los efectos en la salud de personas y ecosistemas. Según estimaciones oficiales, por lo menos 115 niños han desarrollado cáncer de tiroides. Es muy probable que estas cifras sean más altas.

Como en el caso de Chernobil, la radiación es muy alta en algunas zonas de la central siniestrada. Muchos de los miles de trabajadores que han pasado por Fukushima no contaban con la formación necesaria para trabajar en un entorno tan hostil y peligroso. Según algunas informaciones, la mafia Yakuza ha reclutado a personas que vivían en la calle para trabajar en la central, en muchos casos para realizar las tareas más peligrosas en los lugares más contaminados. Teniendo esto en cuenta, es muy posible que el número de muertos y afectados sea muy elevado en el futuro.

Conociendo lo ocurrido en Chernobil y Fukushima y sabiendo cómo se han gestionado esos accidentes, ¿quién se puede sentir seguro viviendo cerca de una central nuclear obsoleta como Garoña? El pasado 1 de febrero la mayoría del Parlamento español (PSOE, Podemos, IU-UP, Compromís, ERC y EH Bildu) pidieron al Consejo de Seguridad Nuclear que no concediera el permiso de reapertura a la empresa propietaria de Garoña.  Iberdrola y Endesa, propietarias de Nuclenor, tienen la intención de seguir quemando uranio otros 17 años. Garoña está cerrada desde diciembre de 2012, pero a juicio de sus propietarios es un asunto económico lo que está en juego. Nosotros, por el contrario, pensamos que son los graves problemas técnicos y de seguridad de la central nuclear lo que está en entredicho. Por eso, cuando hablamos de Garoña, no debemos olvidar lo ocurrido en Chernobil y Fukushima.

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