Laura Berro
Concejala de Igualdad del Ayuntamiento de Pamplona por Aranzadi

Una vida libre de violencias, también en fiestas

La violencia contra las mujeres no tiene solo un eje vertical de relación entre el agresor y la agredida, sino que es una relación entre hombres. Expresa mandato de masculinidad, un espectáculo ante los ojos de otros hombres.

Laura Rita Segato, antropóloga latinoamericana con una larga experiencia de trabajo con hombres condenados por feminicidio en Ciudad Juárez, introduce en su libro “La guerra contra las mujeres” el concepto de «violencia expresiva horizontal». Con ello se refiere a que la violencia contra las mujeres no tiene solo un eje vertical de relación entre el agresor y la agredida, sino que es una relación entre hombres. Expresa mandato de masculinidad, un espectáculo ante los ojos de otros hombres. Por eso, las peores expresiones de violencias contra la mujer son realizadas por grupos de jóvenes, porque es donde algo tiene que ser probado, tiene que ser demostrado: la capacidad de dominación ante los ojos de los otros, de los iguales. La «cofradía masculina». Esto es la «violencia expresiva», a través de la cual, los hombres expresan a sus pares su poder a través del cuerpo de las mujeres.

Muchas conversaciones, artículos, intervenciones públicas, charlas de bar han sido ocupadas por los acontecimientos de los pasados Sanfermines de 2016. No solamente por la brutal agresión sexual sufrida por una mujer durante la primera noche de las fiestas de la ciudad, por el ya conocido grupo «La manada», sino también, por ese cambio de paradigma en el que toda la sociedad se unió conscientemente para rechazar las agresiones sexistas. Quiero pensar que, de alguna manera, en aquel momento llegamos a comprender una pizca de todo aquello que comenta Segato. Que empezamos a vislumbrar la necesidad de erradicar ese tipo de dominaciones en grupo, como las que se dieron en las fiestas de nuestra ciudad, y que también entendemos que no son una excepción. Ya que también se dan en otros eventos de este tipo, todos los días del año, en cualquier lugar del mundo.

Es importante llegar a comprender el fondo de las violencias contra las mujeres para poder terminar con ellas. Una de nuestras tareas pendientes es seguir profundizando en el empoderamiento de las mujeres que, como dice Ruth Iturbide, sufren un desvalor social: «la sociedad valora menos lo que hacemos y decimos las mujeres, además de que se tienen pocas áreas de reconocimiento social» y genera una sensación de carencia permanente que hay que completar. Por ello, es necesario que las mujeres puedan realizar un tránsito individual y con otras mujeres hacia un autorreconocimiento, hacia una vida autónoma que no esté condicionada por una carencia que lo atraviesa casi todo y que lo condiciona casi todo. Esto es fundamental y urgente si queremos vivir en una sociedad donde todos los sujetos que la componen sean libres.

Al mismo tiempo, también debemos apremiarnos a trabajar con los hombres. Demasiadas veces hemos puesto los ojos en las mujeres, en que sean ellas las que se cuiden de ser agredidas, las que digan «no», las que vayan a poner la denuncia. Pero tenemos que empezar ya a trabajar con los hombres. Con esto no quiero decir que todos los hombres sean agresores, ni mucho menos. Pero sí que hay que empezar a hablar de una deconstrucción de las masculinidades, que no estén atravesadas por la necesidad de dominación de otras y de otros. Que repartan sus privilegios y abran sus círculos de poder. Masculinidades feministas que cuestionen los roles de género, la división sexual del trabajo. Que consideren primordial la liberación de la mitad de la población que ahora se encuentra subordinada. Que no invadan el espacio, que no acosen, tampoco verbalmente. Este año llevamos ya 27 asesinadas, el doble que el pasado año por estas fechas. La única cifra a la que debemos aspirar es a cero.

Estos agresores, en tanto que sujetos sociales, forman parte de nuestra sociedad. Estos sujetos que cometen estos actos despreciables surgen de ella. Es decir, nosotras, la comunidad, somos parte del problema, y necesariamente, debemos ser parte de la solución. Por más que miremos hacia otro lado, si no hacemos nada, esas violencias permanecerán ahí. Cuando las masculinidades se expresan de este modo, a través de la dominación de las mujeres, tenemos que implicarnos. Esto ocurre durante todo el año, aunque en Sanfermines es más intenso ya que la ciudad se abarrota de gente. Y es un problema de todos parar a los agresores, evitar que se vuelvan a cometer estas agresiones. Nuestro objetivo irrenunciable es la igualdad real entre hombres y mujeres, porque no solo nos queremos vivas, sino que también queremos una vida que merezca tal nombre, que merezca la alegría ser vivida para todas las personas. Nos queremos libres y alegres, también en fiestas.

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