Maria Olga Santisteban Otegui - Zalla

A toda velocidad... sí se puede

En los últimos años han proliferado en el Estado español grandes infraestructuras tales como aeropuertos fantasmas (sin aviones), autopistas (sin coches) y nos preguntamos ¿para qué sirven realmente? Igual para que el político de turno pueda hacerse la foto correspondiente y llenar los bolsillos de algunos. Otra gran «estructura» que está de moda últimamente es el «tren de alta velocidad» que va camino de ser un pozo sin fondo. España es (comparativamente hablando) el segundo país del mundo con más líneas de alta velocidad, con casi 2.500 kilómetros en servicio y otros 1.200 en construcción que el Gobierno quiere poner rápidamente en servicio (año electoral) solo superados por China con unos 10.000 kilómetros, (comparemos la población de unos y otros).

Actualmente, de los países que disponen de estas infraestructuras solo tres «corredores» son rentables, uno está en Japón, otro está en Francia y otro en la propia China, todas ellas rutas enormemente densas que conectan grandes núcleos de población. Pensarán muchos que tan malo no será si otros ya lo tienen. En otros países se ha optado por mejorar sus infraestructuras ferroviarias ya existentes, con líneas rápidas de hasta 200 km/h, y con estudios de impacto económico rentable. En Estados Unidos (que se supone es el país más desarrollado del mundo) una obra de estas características debe demostrar que es viable para ser financiada con dinero público. En nuestro país más de 52.000 millones de euros se han invertido hasta ahora y los que están por venir, y además con solo 11.800 viajeros por km., que comparando con Francia en la que lo utilizan unas 61.400 personas con bastantes menos kilómetros de vías de este tipo.

¿Será otra inversión ruinosa imposible de rentabilizar? Hemos pasado en poco tiempo del «burro a la nave espacial». Hay otras inversiones que sin duda alguna merecen que se invierta en ellas con tanta «alegría» como la educación o la sanidad.

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