Manuel Bastida Rodríguez

Crónica de una muerte anunciada

Utilizo el título de Gabriel García Márquez para hablar de la calle Larrazabal de Basauri, un lugar que me trae entrañables recuerdos de cuando era un niño e iba con mi padre a la calle Victor Pradera, que era así como se llamaba antes, a visitar a mis primos, y veía el bullicio de los trabajadores y trabajadoras de la fábrica de La Basconía, que se mezclaba con la de los vecinos y frecuentaban los bares de Isabel la Coja, Junquera o la Txarrikorta.

Pero que lejanos quedan ahora todos esos recuerdos, sobre todo desde que es noticia día si y día también, porque hay una familia en la calle que tiene atemorizado al humilde vecindario que allí vive. A esta familia se la distingue por la «g» de gentuza y no por la gitanos, a pesar de ser de esa etnia, ya que ni las propia Asociaciones de Iniciativa Gitana quiere saber nada de ellos.

La situación de la degradación de esta zona nunca se sabrá si tuvo su origen en las caprichosa circunstancia o en un perverso plan para abaratar el suelo, ya que la convivencia se empezó pervertir por la presencia de vecinos indeseables, cuando se empezaron a oír comentarios de expropiaciones y de que las casa se iban a tirar abajo para entre otras cosas hacer una circunvalación adecuada a Basauri.

Esperemos que el título de esta carta no sea premonitorio y se tomen medidas, que las hay, para que la armonía vuelva a esta calle, y recuerde aunque sea un poco, a la de antaño.

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