Oskar Fernandez Garcia

Democracia versus barbarie

Hay hechos y actuaciones que tienen mucha más trascendencia que la que a priori se les podría suponer. Un ejemplo paradigmático es la decisión adoptada por la corporación del Ayuntamiento de Donostia, posibilitando la vuelta de las corridas de toros a espacios públicos. Los votos del PNV, PSOE y PP consiguieron la mayoría requerida para llevar a cabo un aberrante, vergonzoso y denigrante espectáculo, como es el asesinato público de toros.

 Votar a favor de que se realicen espectáculos taurinos en espacios de titularidad municipal y con subvenciones a cuenta del erario público va mucho más allá de estar de acuerdo o en contra de una actividad concreta, dentro de un programa festivo de una ciudad. Revela, sin lugar a dudas, una gran carencia, vacío, ausencia de valores, modelos referenciales, pautas de conducta y formación en todo lo relacionado con el respeto a la vida de los animales, y en qué consiste y estriba el ocio, la diversión, la fiesta, el arte y la cultura.

Del PP, evidentemente, es imposible esperar nada a favor de un desarrollo social y humano armonioso, equilibrado y positivo. Pero que los integrantes –en este caso de la corporación donostiarra– tanto del PNV como del PSOE, así como los cuadros dirigentes de sus respectivas formaciones políticas, manifiesten de una forma tan clara y meridiana su absoluta falta de sensibilidad, humanidad, empatía, consideración y respeto hacia esos mamíferos astados –que son cruelmente torturados hasta la muerte ante cientos y cientos de miradas– supone para todos ellos su descalificación absoluta, al menos en un ámbito tan fundamental del ser humano como es el respeto, la empatía y la defensa de todos los seres vivos, y debería llevar a la reflexión a sus militantes, simpatizantes y votantes si siguen siendo merecedores de su confianza. La tauromaquia, por más que se empeñen obstinada y contumazmente sus defensores, no es ni arte ni cultura. Es simple y llanamente un hábito, una costumbre, una tradición, más propia de los obscuros y terribles años medievales que de una sociedad moderna, desarrollada y europea.

Las manifestaciones artísticas, aceptadas plenamente desde diferentes ámbitos y estamentos sociales, son siete. Y entre ellas no se encuentra, lógicamente, el asesinato público de animales. Evidentemente, tampoco es cultura, ya que esta va ligada íntimamente con las siete manifestaciones artísticas. La cultura, mediante sus diferentes concreciones y ámbitos de materialización, tiene como finalidad ir elevando peldaño a peldaño a la ciudadanía en su desarrollo psicosocial y humano. Por lo tanto, si no es ni arte ni cultura, ¿por qué se mantienen esos espectáculos cruentos y abominables que denigran tanto a los que los ven como a los que los posibilitan?

La razón de tanto despropósito, ignominia y barbarie seguramente se encuentra en las mismas causas que durante siglos, por ejemplo, permitieron la esclavitud, impidieron el acceso a los espacios públicos a la mitad de la población por ser simplemente de un género diferente, mantuvieron a la inmensa mayoría de los seres humanos analfabetos, generaron y generan miseria y desolación en inmensas capas sociales… La falta de sensibilidad –ante el dolor, la tortura y la conculcación de los derechos inalienables de las personas y, en este caso, de los animales– revela nítidamente una falta de formación integral en la construcción de la persona muy severa y profunda que, tal vez, hace unos siglos pasase desapercibida e inclusive justificada. Pero hoy en día es absolutamente inadmisible.

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