Javier Orcajada del Castillo

El fiscal Horrach huye como un valiente

En comparecencia pública ante la prensa comunica que abandona la carrera fiscal, despachándose contra el juez Castro, instructor del Caso Noós, en términos personales agrios y ofensivos sin ni siquiera guardando las formas. de cortesía. Todo ello por el caso en el que está empantanada una miembro de la Casa Real, bien conocido gracias a la basura que han ido acumulando periodistas «expertos» en tribunales, sin aportar argumentos objetivos para informar y no para despellejar a los acusados.

La acusación es ejercida por el fiscal Horrach, según la prensa, uno de los más prestigiosos de España. Es sabido que la función de un fiscal es acusar en el juicio y además conviene recordar que depende jerárquicamente del Fiscal General, quien es nombrado por el gobierno, por tanto, sometido a la cadena de mando. El juez Castro ha cumplido su cometido como instructor, para lo cual ha realizado las gestiones que ha considerado pertinentes, en muchos casos delicadas, pues es obvio que ha tenido que soportar presiones indignantes ante las que se ha mantenido con toda la dignidad.

Sin embargo, Horrach debe haber olvidado que su función es acusar, sufre una transfiguración y se convierte en el principal defensor de la acusada. Curiosamente coincidiendo con la misión de la abogada del estado pues, su título así lo acredita, es defender los intereses del estado. La abogada, en un alarde de travestismo mental afirma que el lema «Hacienda somos todos», es sólo un slogan publicitario sin efectos judiciales. O sea, que los responsables de defender los intereses del estado se convierten en los de la acusada. En la actuación de Horrach a lo largo del juicio hay pasajes lamentables de ataques personales a la actuación del juez instructor, al que considera que se ha dejado influir por la prensa y que, por afán de protagonismo crea una ficción en lugar de instruir el juicio. En su alegación final pido la absolución de la acusada, con una actitud agria y ofensiva contra los abogados de la acusación, lo que hace pensar que estaba siendo presionado por instancias superiores.

Decide dimitir antes de conocerse la sentencia del juicio porque teme que se ponga en evidencia su extraña conducta como fiscal. Termina su alegato tenso con una actitud que le descalifa profesionalmente. La falta de rigor en el cumplimiento de su responsabilidad le ha llevado a huir para su propio desprestigio.

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