Joseba Pérez Suárez

Electoralismo para incondicionales

Sobredosis de pragmatismo jeltzale en ese par de reflexiones de Josu Erkoreka (DNA 12-09-16), en las que manifiesta que «somos partidarios de un derecho a decidir pactado y no unilateral, porque es el que garantiza la cohesión social», para añadir, más adelante, que «no acabo de imaginar en qué hipótesis se puede producir un acuerdo con el PP vasco en Euskadi».

Traducido a román paladino, vendría a decir que lo del derecho a decidir queda muy bien para seguir recolectando votos, pero para no tener que poner en práctica algo a lo que en realidad no aspiran, basta con añadir una condición imposible de cumplir (que el PP lo acepte) y asunto concluido. Una nueva dosis de esa calculada ambigüedad de los jeltzales, que tan pingües beneficios electorales les reporta desde tiempo inmemorial y que les ha hecho maestros en el arte de prometer trigo, pero sembrando cebada.

Se sienten cómodos en su pequeño reino de taifas, esa degradada autonomía convertida hoy en su auténtico objetivo final, lejos, muy lejos de esa pomposa afirmación con la que abren sus estatutos y que habla de un país unificado, con sus 7 herrialdes en pie de igualdad. Tiempo ha que decidieron entregar el futuro del mismo a la exigua representación que las huestes de Rajoy ostentan en nuestra tierra, asumiendo que sus 10 escaños en la cámara de Gasteiz son muro infranqueable para seguir dando pasos en el autogobierno, so pena de quebrantar una supuesta «cohesión social». Circunstancia esta que, al parecer, no se rompe si ese 75% de representación en la cámara autonómica que las encuestas auguran a las opciones supuestamente favorables al derecho a decidir, ve truncada su aspiración por la oposición del 25% restante. Extraña sociedad esta.

Viven cómodos, estos modernos «jauntxos», en un nivel de autogobierno que ellos venden como extraordinario, pero que queda retratado en la penúltima de las preguntas de la entrevista, cuando al ser cuestionado por la problemática relación del gobierno autonómico con sus propios funcionarios, Erkoreka se jacta de haber llegado a un acuerdo bilateral sobre el restablecimiento de las 35 horas semanales, algo absolutamente lógico si la competencia está transferida hace años… pero que cuenta con una pequeña pega: que el delegado del gobierno español, el inefable Urkijo, ha recurrido ese acuerdo, como otras muchas decenas de ellos, y «habrá que ver qué resuelve el tribunal». Lo que son las cosas: Carlos Urkijo y los tribunales erigidos en los auténticos gobernantes de la CAV. En fin, para mear y no echar gota.

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