Oskar Fernandez Garcia

La insoportable e interminable ignominia académica

La denuncia clara y meridiana, de la “Comisión de Apoyo a los Profesores Despedidos de la EHU/UPV”, debiera de suponer un mazazo a la ignominia cometida a lo largo de un cuarto de siglo contra tres profesores universitarios expulsados irremisiblemente.

Debiera de constituirse en el punto de inflexión para un análisis objetivo, sosegado, ecuánime, y académico para la nueva rectora, Nekane Balluerka, para su equipo de gobierno, autoridades académicas, para el Gobierno Vasco, para el Departamento de Educación, para los partidos de izquierdas y progresistas de EH, para los sindicatos, para los medios de comunicación, y para todo tipo de agentes culturales y sociales vinculados de una u otra manera con la educación y formación de la ciudadanía.

En ese análisis, que evidentemente se efectuaría desde diferentes puntos de vista, teniendo en cuenta información muy variada, criterios dispares, percepciones y consideraciones muy diferentes…, debiera de primar el hecho innegable, incontrovertible y axiomático de que se ha sometido, durante cinco largos y dilatados lustros -a tres seres humanos, a tres docentes universitarios, a tres personas que altruistamente querían, y continúan en esa línea, mejorar la Universidad Pública de una futura Euskal Herria libre, aspiración absolutamente legal y encomiable- a una situación absolutamente injusta, kafkiana, inhumana, inadmisible y completamente ajena a los principios, humanistas, psicosociales, filosóficos y científicos de una institución universitaria.

La Universidad del País Vasco, las instituciones jurídicas y públicas en relación con este terrible y doloroso caso -de expulsión de docentes competentes académicamente y con una formación humana y sociológica digna de alabanza- no debieran de permanecer durante más tiempo relegando en el olvido y en la obscuridad de una descomunal injusticia a los profesores, José Luis Herrero, Antton Azkargorta y Enrique López, que no han hecho otra cosa que mantener su dignidad inquebrantable de personas coherentes, consecuentes, de docentes comprometidos con su ámbito educativo, que durante miles de días, contra las más adversas inclemencias atmosféricas, académicas, policiales, sociales, comunicativas…, han sostenido, con la inconmensurable fuerza que da la razón, una pancarta que hoy en día es ya modelo referencial de dignidad y tenacidad.

Ellos han enarbolado, a lo largo de todas las estaciones del año durante interminables e incontables cursos académicos, la bandera de la dignidad y coherencia académica que se elevaba por encima del gris, anodino y cicatero cielo de las cerriles y obtusas instituciones que les han mantenido a la entrada del Campus Universitario de Leioa encadenados, a sus reivindicaciones como si se tratase de apestados, enajenados, cuan modernos Prometeos; siendo dichas instituciones incapaces de ver y apreciar que el muro de la indiferencia, la injusticia, el repudio y el rechazo social que intentaron levantar en torno ellos, para aislarlos definitivamente, fue inútil. Y todas las mañanas, al despuntar el alba, a la entrada del campus, lo que se alzaba era una sólida y férrea columna alejandrina de dignidad y denuncia de una de las mayores atrocidades y aberraciones que haya cometido una institución universitaria con sus docentes a lo largo y ancho del planeta tierra y a través de los tiempos.

Ha llegado el momento inexcusable e inaplazable de la equidad, reparación, justicia, compensación y reconocimiento de la lucha, de la tenacidad y de los argumentos que durante todo un cuarto de siglo han esgrimido y mantenido estos tres profesores universitarios.

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