Javier Orcajada del Castillo

Marrón-marrón y marrón glacé

Según el diccionario de la RAE, una de las acepciones de «marrón» es «cargar con alguna obligación ingrata». La expresión se ha convertido en trending topic porque tiene la virtud de ser multiusos. Pero habría que matizar, pues el denominado «marrón glacé» tiene a veces connotaciones divertidas y cuyo resultado puede hacer pasar el ridículo a quien le afecte. Es frecuente en política, sobre todo cuando salpica a los que gozan del poder y alguien les descubre inesperadamente que están desnudos y que los súbditos se sonríen cuando les ven ufanos enseñando sus partes pudendas y piensan que de admiración. Es el caso de Rajoy, cuando Merkel o Christine Lagarde le obligan a hacer recortes en el gasto. Es ver publicado en la prensa un SMS de ánimo enviado a Bárcenas encarcelado por corrupto. Es un marrón cuando Pedro Sanchez tiene que dimitir y Susana cree que va a barrer en la elección de secretario general del PSOE y comprueba que ha ganado su enemigo Pedro. Los «marrón glacé», suponen hacer el ridículo, pero si se tiene la piel dura, es soportable. Pero el marrón-marrón es diferente. En ese caso hay que pasar por la liturgia de acudir EEUU para recibir el plácet del presidente. Para poder ser candidato a primer ministro Felipe Gonzalez tuvo que comerse el marrón de comprometerse a respetar el orden surgido de la Transición diseñada por Henry Kissinger. «Isidoro» en la clandestinidad se plegó y a cambio ha terminado de consejero de una empresa del IBEX35 en pago a los servicios prestados. Es lo que se llama marrón-marrón. Rajoy es experto en salir de situaciones de marrón glacé: se limita a esperar cándidamente a que el problema se soluciones por el simple transcurso del tiempo. En la tremenda crisis económica se le ha aparecido la virgen gracias al cambio de ciclo económico. Era un marrón- marrón, pero se le ha convertido en glacé dejando pasar el tiempo y con eufemismos como llamar «préstamo privilegiado» al rescate del sistema financiero. La investidura de presidente, que tenía todos los visos de ser un marrón-marrón, logró pasárselo a los socialistas, embarrancando al PSOE. Pero en el caso del referéndum catalán, tiene un marrón-marrón genuino, pues provocar miedo con jueces, leyes y fiscales, suspensión del 155, o mandar guardias civiles en el Piolin ya no asusta a los catalanes. La tradicional táctica del búho de Rajoy ya no es válida. Por eso ha ido ya a pedir «barra libre» a Trump para que le autorice activar el 155 y evite el marrón-marrón del escándalo internacional que explotará.

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