Javier Orcajada del Castillo

Negociación de presupuestos: mercadillo de oportunidades

Se dice que la ley más importante de cada año es la de los presupuestos. Son el instrumento no sólo para financiar el funciación de la colectividad, sino también la herramienta para equilibrar la distribución de la riqueza del país. Por tanto, su objetivo es de la máxima importancia y requeriría rigor en la tramitación y discusión entre los recae dicha responsabilidad. Pero la realidad dista mucho de cumplir dichas premisas, pues la figura de su principal actor, el ministro Cristóbal Montoro, incita a tomárselo como un lance más de su divertida y difusa personalidad, pues su imagen externa y su dialéctica se aproxima más a la de un clown y a un cómico con un ridículo sentido del humor a pesar de sus esfuerzos por intentar ser ocurrente. Pero, además, el ambiente en el que se desarrollan las negociaciones con los diferentes grupos sociales vinculados ofrece un panorama tan vacuo y poco serio, que los ciudadanos que a la postre serán los que paguen les produce una sensación de mercadillo de verduleras y trileros, que lo que debería ser un proceso ejemplar de gestión sirve para desacreditar aun más tanto al tartamudeante ministro, como a los sonrientes interlocutores que posan ante las cámares de televisión para dar publicidad a estas negociaciones que parece que son reuniones de amiguetes previas a ir a cenar al txoko siendo Montoro el cocinero graciosillo del que todos hacen chistes. Dan una sensación de poca seriedad y de que, para que los presupuestos sean aprobados, don Cristobal abre la bolsa y concede a cada uno lo que se le ocurre para que su grupo político aparezca ante los contribuyentes con algún protagonismo. Así se contenta a todos, aunque haya que reducir las partidas para la dependencia, la enseñanza, la sanidad, las pensiones y apoyo a los parados, dando prioridad a los servicios de la deuda externa, a incrementar las partidas dedicadas a la Monarquía, Cortes, al orden público o a la defensa, pues se consideran servicios esenciales mantener a los militares y policías satisfechos, aunque sea a costa de ogtras partidas sociales. En realidad la negociación de los presupuestos es un acto de cosmética, pues están diseñados para no cumplirse porque Montoro siempre es capaz de sorprendernos con los cubiletes e incumpla siempre los objetivos de déficit que le impone Bruselas porque cree iluso que puede engañar a los «hombres de negro».

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