Jon Odriozola

Periko

De los imprescindibles, ciertamente, si a Brecht hacemos caso. Por «santo» le tenían –y llamaban, o sea, no «santificado» a posteriori, sino en vida, su ejemplo y práctica– en Triano, el barrio minero de La Arboleda donde la gallartina «La Pasionaria», antes de que la llamaran así, era cantinera. Un santo sin hornacina ni cirios ni óbolos. Un santo varón. Un franciscano con harapo y des-sotanado: de la sotana al buzo, al «mono».

Ya venía de familia minera este portugalujo –no era de Barakaldo, como suele creerse– cuyo padre, Tomás, murió silicótico recién él fue internado en el seminario de Vitoria donde muchos obreros mandaban a sus hijos por no poder pagarles una «carrera» confiando en que, por lo menos, allí tendría unos «estudios» y comida. Luego, y nunca mejor traído, «Dios dirá». Pronto se supo: renunció al honorario de cura y se metió a peón de la construcción: el primer cura-obrero, en el argot de entonces. Y no de palabra, sino de obra. Como el «sótano» –no sé por qué le pongo comillas porque aquello era un sótano realmente, «Villapaquita», en la calle Providencia, una calle corta y sin asfaltar– donde durmió y paró tanto antifranquista (y lo vamos a dejar ahí...)

Cogíamos en Los Fueros el «Directo» de Barakaldo a Bilbao, y le veíamos con casco, gorro o pañuelo de jornalero de cuatro puntas metiendo cemento a un pivote del futuro Puente de Rontegi y, sin llegar todavía a Lutxana, bajábamos el cristal del autobús, porque de un autobús hablamos, y le gritábamos y saludábamos: «Periko, eh, Periko, agur». Y, oyendo su nombre, agitaba la mano saludando sin saber a quién, qué importaba eso. O los domingos en el Paseo de Los Fueros manifestándonos (en 1976, creo) contra la Planta de Amoníaco que querían instalar en una ya de por sí contaminadísima Lutxana-Barakaldo (Lutxana-Erandio tuvo sus mártires en 1969 contra la contaminación cuando la Ría casi se podía cruzar... andando de mierda que había en sus presuntas aguas) a sabiendas de las seguras cargas policiales de los «grises». Todavía en mayo de este año estaba citado para un juicio. Se me saltan las lágrimas. Y eso que soy un «rojazo» sin sentimientos.

Murió con la txapela y las botas puestas. Agur eta ohore y un abrazo a Begoña, su compañera, y sus hijos.

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