Daniel Rico Aldaz | Miembro de la plataforma Angel Gogoan

Un barrio

El día que dispararon a Angel en su tienda, el barrio enmudeció. Aún no había muerto, pero era tanta la tensión y el desasosiego, que nadie mantenía una conversación completa. En el hospital, donde falleció finalmente, tampoco se advirtió, sino el penetrante grito de dolor del más joven de los hijos, vestigio de tragedia.

El aire se hacía pastoso por la mezcolanza de sentimientos. Las palabras pronunciadas apenas se percibían con claridad. El barrio de San Juan parecía un condumio de tensión, incertidumbre y miedo, pues habían sido capaces de disparar al panadero y estaban tomando las calles.
Podía sobrevenir cualquier otra desgracia.

Pero la gente no se recogía en la seguridad de sus hogares, y es que había algo en aquella marmita de sensaciones que no sabía tan molesto. Quizá fue la familia de Angel, visible cada momento, o quizá la propia gente. Quién sabe… pero estaba claro que el barrio se tornaba cálido, según el lugar.

Con el paso del día, esa sensación se notaba cuajando en las calles. Los agentes impedían las muestras de cariño a la familia en el tanatorio, pero la gente se contagiaba unas con otros y el caldo hervía. Cien a uno. Donibane sabía a plomo, pero un poco menos por cada muestra de favor.

Mucha gente se hacía de rabia, otra desprendía incertidumbre, sorpresa o miedo, pero aunque cuesta verlo, acometiendo año tras año los acólitos de la reglamentaria, cada una de nosotros ha traído consigo una cálida señal de solidaridad. Un respaldo que cura al paso del tiempo, adornando el sabor, protagonista en este lugar de sensaciones.

Un barrio.

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