ArcelorMittal reabrirá su planta de Sestao tras considerar que «se dan las condiciones oportunas de su plan de negocio» y «que pueda ser rentable a corto y medio plazo» y que los trabajadores hayan alcanzado un acuerdo que contempla, entre otras medidas, realizar turnos de 12 horas durante los fines de semana. La histórica Acería Compacta de Bizkaia pasará a calificarse como «Planta dedicada a I+D» y concurrirá a «diferentes programas de dinero público» en los próximos años. La información se hizo pública apenas tres semanas después de que Arantxa Tapia, consejera de Desarrollo Económico y Competitividad, declarara que «ceder al chantaje de ACB sería prevaricar» y negará la inyección de fondos públicos para equilibrar las cuentas de explotación de la multinacional india.

Quizá por la cercanía electoral o puede que como último recordatorio de la ausencia de una política pública industrial seria y de nivel, sin propaganda ni ineptitud, Lakua parece haber dado por buena la propuesta del gigante indio. Cegados por el dogma liberal y con poner la alfombra roja a las empresas, haciendo que el país ceda todo control público en un afán de convertirlo en «territorio amable» para las multinacionales que supeditan un tejido industrial vasco en situación muy delicada, los gobernantes no pueden seguir culpando de todo a China, al precio de la electricidad –y menos sin hacer frente al chantaje de Iberdrola– ni a la alta dependencia de la chatarra.

Mejor harían en reconocer, sin tanta arrogancia, que carecen de un plan industrial. Que no existe ningún planteamiento global que garantice el futuro de la planta y que esta seguirá expuesta a los caprichos del modelo de negocio y a la cuenta de explotación de la multinacional. Por lo demás, el plan presentado por la ArcelorMittal no ofrece ninguna garantía, discrimina a los trabajadores subcontratados y a los de las empresas auxiliares, destruye empleo, empeora condiciones laborales y ahonda en la desindustrialización de Ezkerraldea.