Ante la dificultad, debate y unidad en Syriza

El acuerdo negociado por Alexis Tsipras y aprobado en el Parlamento griego provocó decepción y notables discrepancias en el seno del partido, algo que el propio Tsipras asume con humildad, desde el convencimiento de que la alternativa a ese mal acuerdo era aún peor. Ante esa situación, ayer proponía la celebración de un congreso extraordinario de su partido e incluso la posibilidad de convocar un referéndum interno sobre el tercer rescate, a la par que subrayaba la  necesidad de la unidad y la lucha.

En estos seis meses de negociaciones, la Eurozona ha querido dejar claro que en su seno no tienen cabida alternativas al modelo neoliberal, y su principal objetivo ha consistido en intentar pulverizar la formación que representaba esas alternativas y con ella la percepción de cualquier posibilidad de materialización de las mismas. Y ha mostrado su verdadera cara sin siquiera disimular su indiferencia hacia el bienestar de la mayoría de sus ciudadanos, que no figura ni entre sus objetivo secundarios.

Resulta excesivo y oportunista meter a Syriza en el saco neoliberal de las instituciones europeas, algo sencillo desde posiciones de izquierda porque, ciertamente, ese partido, con Tsipras a la cabeza, ha cometido errores, posiblemente se ha equivocado, sus contradicciones son evidentes. Pero también es preciso reconocer que, acertada o equivocadamente, Tsipras ha optado por lo malo desde el convencimiento de que así ha evitado lo peor; es decir, una situación aún más insostenible de las clases populares de su país. Tiempo habrá de hacer balance y valoraciones de la actuación de la formación griega en el Gobierno, para lo que seis meses suponen una distancia temporal excesivamente corta. Lo que no ofrece dudas es que hacer frente a ese Saturno europeo que no duda en devorar a sus hijos ni es un problema griego, solo griego, ni existe una estrategia solo griega para ello. La izquierda europea ya debería haberse dado cuenta de ello.

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