Antes del recuento ya hay una vencedora

Ala hora del cierre de esta edición no se conoce el resultado de la votación mediante la que los ciudadanos y ciudadanas escoceses han decidido algo tan importante como el futuro que desean para su país. Pero se puede adelantar una primera conclusión, no exenta de cierta dosis de absurdo, porque absurdos han sido los mensajes apocalípticos escuchados, en Escocia y fuera de ese país, acerca de la consulta. Cabe, por tanto, resaltar la evidencia: no se ha desplomado el cielo ni se han hundido las montañas de Escocia. En realidad, no ha ocurrido el mínimo incidente. Aun más, ese ejercicio de participación popular en una decisión de tal trascendencia se ha llevado a cabo en unos parámetros, no únicos pero sí elementales, de salud democrática. Y por ello, la principal vencedora del referéndum ha sido la democracia.

También ha habido, igualmente al margen del resultado, una perdedora: la imposición. Cuando en un país surge un movimiento independentista se topa con la oposición frontal del Estado al que, generalmente por decisiones ajenas a la población de ese país, pertenece, desde el pasado siglo o desde hace varios. Y generalmente la aspiración independentista se suele calificar de imposición, fenómeno de  sobra conocido en Euskal Herria. Pues bien, sea cual sea el resultado de la votación de ayer en Escocia, no es imposición, sino lo contrario, la expresión de la voluntad popular. Imposición es la situación de pertenencia a un estado sobre la que el pueblo escocés no había tenido oportunidad de pronunciarse. Imposición es no permitir que Catalunya, Euskal Herria o cualquier otra nación se puedan expresar como lo acaba de hacer Escocia en un proceso que ha demostrado que la negociación es el camino más racional y menos traumático para todas las partes.

En Escocia la gente ha expresado libremente lo que quiere para su país y no solo no ha ocurrido nada grave, sino que tampoco se ha dividido la sociedad, como todavía ayer algunos querían hacer creer. Y es que cuando las reglas de juego son claras y sin engaño, no tienen por qué producirse incidentes ni división alguna.

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