Cierre de ACB: la ausencia de política industrial

Ayer cerró la Acería de Sestao sin que Arcelor Mittal precisara la duración de la parada. Fue un día de movilizaciones de los trabajadores afectados directa e indirectamente. Fue, asimismo, un día de comunicados entre los que destaca la declaración institucional del Parlamento Vasco firmada por todos los grupos políticos. Es un momento en el que se impone la solidaridad con todos los trabajadores afectados y con la comarca.

La incertidumbre y el desasosiego no propician una reflexión serena, sin embargo, conviene analizar con cierta perspectiva las causas de esta situación. El liberalismo económico que se ha practicado en este país ha fiado toda la política económica al libre mercado y al aumento del tamaño de las empresas, de forma que cada nueva adquisición era celebrada como positiva por los poderes públicos. Así, en su momento, se vendieron las participaciones públicas en ACB que ha terminado siendo parte de una gran multinacional, la cual, siguiendo la lógica de las asociaciones de empresarios locales –que amenazan con deslocalizarse cada vez que se cambia una ley o un impuesto– ha optado por maximizar los beneficios para sus accionistas conjugando todos sus activos mundiales. Porque no conviene olvidar que aunque los actuales responsables políticos siguen echando la culpa a China –país al que corresponderá parte de la responsabilidad en la actual coyuntura de sobreproducción– obvian que Arcelor Mittal también posee cuatro plantas productivas en aquel país.

El cese de la actividad de ACB y su repercusión en toda la industria auxiliar, cuyo futuro queda fuertemente condicionado, evidencia la estrecha interrelación que existe entre las diferentes empresas y puestos de trabajo de un territorio, es decir, que el tejido productivo tiene un carácter social que el enfoque neoliberal soslaya. Una política económica que cede el control público y fía todo al libre mercado es siempre un mal negocio.

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