Colombia: una crisis que pide distensión

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, aseguró al referirse a la captura del general Alzate por parte de la guerrilla de las FARC que a la paz no se llega recrudeciendo la actividad armada. Ciertamente. Pero la misma sentencia es aplicable a su Gobierno, con más razón por ser quien rechaza el cese de hostilidades de ambos lados. Las FARC, por su parte, insistieron ayer en la necesidad del alto el fuego bilateral, algo que estos días se ha revelado clave para el desarrollo del proceso de paz.

A pesar del rechazo del Gobierno, los dos años de negociaciones entre ambas partes han dado sus frutos, materializados en varios acuerdos en torno a buena parte de la agenda negociadora. Sin embargo, a raíz de la captura del alto mando del Ejército el proceso de paz ha sido puesto a prueba por la incapacidad de Santos de encajar un fuerte golpe que, en su lógica contraria a la distensión en el plano militar, no debería afectar a las negociaciones, como no lo han hecho los duros ataques del Ejército colombiano a la guerrilla. Y cabe recordar que tampoco las frustró la muerte de Alfonso Cano, impulsor del proceso de paz, a manos del Ejército cuando ya mantenía contactos con el Gobierno. Un proceso de diálogo serio, y el que se desarrolla en La Habana no contaría con avances significativos si no lo fuera, no puede estar a expensas de las evoluciones en el terreno militar, pues su objeto es precisamente evitar que las diferencias se diriman en ese terreno. Y cuando no se está dispuesto a suspender el enfrentamiento armado mientras se busca un acuerdo definitivo, resulta aun más peligroso supeditar el diálogo al desarrollo de los acontecimientos relativos a ese enfrentamiento.

Si, como es de desear, el proceso negociador supera las dificultades actuales, dará una prueba no solo de su seriedad, sino también de la voluntad de las partes de sacarlo adelante. Ello le dotaría de grandes posibilidades de éxito, que, a su vez, serían mucho mayores si entrara en vigor un alto el fuego bilateral porque, además de evitar esta o futuras crisis derivadas de la actividad armada, crearía un clima más propicio tanto en la mesa de diálogo como en la sociedad colombiana.

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