Ejemplo de integridad y sabiduría indígena

La historia de vida de Rigoberta Menchú Tum es una muestra de cómo transformar el sufrimiento en esperanza y las adversidades en motivos para luchar por nuestras convicciones.  En 1992 su labor fue reconocida con el Premio Nobel de la Paz y esa posición le permitió actuar como mediadora en el proceso de paz entre el Gobierno y la guerrilla guatemalteca iniciado en los años siguientes. Ha recorrido el mundo promoviendo la paz, siempre solidaria con los pueblos en lucha y con sus líderes presos, como en el caso de Arnaldo Otegi, haciendo escuchar su voz y portando con orgullo existencial la ancestral sabiduría maya de la que es heredera.

En una interesante entrevista que hoy publica GARA,  Menchú defiende la vinculación con la madre tierra y la filosofía indígena del buen vivir, la necesidad de fortalecer las comunidades, de crear autoestima en la gente y generar una población más sana, que más allá de cargos o puestos, priorice la calidad humana y empiece a buscar la armonía en lugar de la victimización. Y como siempre ha hecho, desde la defensa de la paz, que no puede venir sin justicia, ni esta sin igualdad, ni equidad sin desarrollo, ni este sin democracia, porque no hay democracia sin respeto a la identidad y dignidad de las culturas y los pueblos.

Aún siendo maya, esta heredera de Moctezuma, que Hernán Cortés secuestró y mató a pesar de que los aztecas pagaron un rescate de toneladas de oro y plata, de Atahualpa, al que Francisco Pizarro hizo lo mismo en Perú, y de Túpac Amaru, que los conquistadores españoles descuartizaron en la Plaza de Armas de Cuzco, se rebela contra la miseria de los pueblos originarios, su opresión nacional e inhibición de la cultura. Menchú personifica, entre otras muchas cosas, la batalla por la recuperación de esa historia proscrita, sus héroes, sus luchas, sus idiomas, su sabiduría. Un esfuerzo vital y militante por rescatar contra la colonialidad del poder y del ser, la autenticidad e integridad, de los pueblos originarios.

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