El PP y la democracia; ni en la guerra, ni en la paz

La manipulación interesada de las víctimas no es una novedad en el proceder del PP, pero el acto celebrado ayer en solitario ante la escultura de Agustín Ibarrola en Gasteiz revela hasta qué punto este partido ha perdido las coordenadas y las vergüenzas. Aprovechando el aniversario del Estatuto de Gernika, el presidente en la CAV, Alfonso Alonso, se apoyó sobre todo ese caudal de dolor para defender que «la paz no puede ser el tiempo de destruir el Estatuto de Gernika». La afirmación tiene mucha miga porque la formula el mismo sector político que durante décadas aseguró que en ausencia de violencia se podría hablar de todo y quizás hasta materializar pacífica y democráticamente cualquier reivindicación. Pues no.

Alonso demuestra la inmensa falacia. Simplemente, el PP no asume qué es democracia, no entiende que la voluntad ciudadana está por encima de tótems, llámense Constitución, Estatuto o Amejoramiento. Ni en la guerra ni en la paz, ni en el conflicto armado desactivado por una parte en 2011 ni en esta ardua transición hacia la paz completa que sigue en 2016, el PP está dispuesto a dejar caer ese estatus impuesto bajo los estigmas y chantajes del posfranquismo. Y se revuelve como gato panza arriba ahora que constata la tremenda debilidad política de su posición.

En esa clave al PP le terminan encajando todos sus sinsentidos y paradojas, como que mientras arenga en favor del Estatuto de Gernika ayer se cumplieran ya 37 años sin completarlo; que el aniversario se «festeje» con un nuevo recurso de inconstitucionalidad contra el autogobierno; y que este recurso vaya destinado precisamente a suspender la Ley de Víctimas. Con ello el bucle se cierra totalmente: el PP echa mano de trampas antidemocráticas para blindar su peculiar concepto de democracia, y basa su legitimidad sobre un grupo concreto de víctimas (las de ETA) mientras niega el reconocimiento al resto.

La democracia era la solución en la guerra y lo es igualmente, sin excusas, en la paz. Alonso lo sabe... y lo teme.

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