Emigración forzosa, pérdida sin paliativos

Los datos del Padrón de inscritos en el extranjero que publica el INE muestran una realidad innegable: desde el inicio de la crisis económica ha aumentado de manera constante la migración de personas nacidas en Euskal Herria hacia el exterior. El análisis de los datos no es nada sencillo. La estadística, como su nombre indica, es la ciencia del Estado y en consecuencia recoge los datos que interesan a los estados. Para conocer lo que nos ocurre, los vascos tenemos que recurrir a los datos de otros que nos cuentan entre sus ciudadanos, con lo que cualquier análisis está rodeado de paradojas, especialmente en el caso de las migraciones, puesto que, por ejemplo, una persona que vaya a vivir al Estado español no tiene la consideración de emigrante, mientras que si se traslada de Donostia a Hendaia sí es considerado de ese modo.

Con estos mimbres resulta difícil valorar el aspecto cuantitativo de los datos, aunque seguramente con la emigración ocurra lo contrario que con la inmigración: mientras que la percepción de la ciudadanía es que en nuestro país hay más personas inmigrantes de las que realmente han venido a vivir aquí, con la emigración la situación es la opuesta, esto es, parece menor que la que realmente es.

Quizás sea más relevante para el futuro de nuestro país el aspecto cualitativo. Los estudios y los testimonios recogidos muestran que los emigrantes son principalmente personas jóvenes que parten en busca de un empleo que no encuentran en su lugar de origen. No se trata por tanto de una salida voluntaria, sino de una emigración forzada por las circunstancias económicas, lo que se convierte en una traba importante a la hora de plantearse el regreso. Nuestro país no solamente pierde personas jóvenes con energía y conocimientos, sino también profesionales que han adquirido experiencia en el extranjero y no encuentran condiciones para regresar. Las migraciones enriquecen a las comunidades; sin embargo, la emigración forzosa es una pérdida sin paliativos.

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