Golpe a los kurdos y a un proceso de paz apremiante

El golpe asestado durante las últimas horas por Turquía contra el movimiento kurdo bajo la premisa de un cambio de política contra el Estado Islámico ha sido también un varapalo decisivo a un proceso de paz que ya venía tambaleándose por la actitud de Ankara en los últimos meses. Su inmovilismo y las ofensivas anteriores contra la guerrilla kurda, unido a los bombardeos en el norte de Irak y la detenciones de estos últimos días, han complicado la situación y el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) ha reivindicado su derecho a defenderse, dando por rotas las condiciones para mantener el alto al fuego iniciado en 2013.

La postura adoptada por el Ejecutivo turco de Recep Tayyip Erdogan refleja claramente el temor ante la creciente fuerza del movimiento kurdo, que ha quedado demostrada en la lucha de las guerrillas kurdas contra el ISIS. Ante ello, Ankara ha decidido actuar mediante el ataque a posiciones kurdas valiéndose del cambio de estrategia en la lucha contra el Estado Islámico y metiendo al PKK en ese mismo saco. Una decisión que resulta difícil de comprender teniendo en cuenta, por un lado que el verdadero problema de Turquía viene siendo el Estado Islámico y por otro, que la fuerza que el movimiento kurdo ha demostrado tener ante el ISIS podría ser realmente útil en la lucha de Ankara contra estos.

Pese a ello, el Gobierno turco ha dejado en evidencia sus prioridades optando por atacar al PKK y, por ende, retrocediendo en el cese al fuego promovido por el encarcelado líder kurdo Abdullah Öcalan. Cuestión que parece no importarle demasiado teniendo en cuenta la falta de implicación que ya venía demostrando. Con el reciente respaldo de EEUU a la operación contra el PKK se intuye poco probable que Turquía reconsidere su postura, lo que puede complicar un escenario donde el pueblo kurdo viene siendo el más castigado. Un sufrimiento agravado por la indiferencia.

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