Hay condiciones para acuerdos de país si no se acepta el veto

El PNV ha logrado la victoria y unos resultados espectaculares en las elecciones de ayer. No solo no acusa la entrada de una fuerza relevante como Podemos en tercera posición, sino que logra aglutinar más votos y escaños que hace cuatro años. Iñigo Urkullu alcanza en votos los resultados que obtuvo Juan José Ibarretxe frente a Patxi López en 2009. Precisamente tras aquellos resultados Urkullu decidió sacrificar a Ibarretxe para intentar un acuerdo con el PSE que no cuajó. Ayer, muy probablemente, todos ellos rememoraron aquel momento. Tras aquella legislatura y la suya, su perseverancia y método han traído a Urkullu hasta aquí, superando un estilo gris y una cuenta de resultados discutible, pero demostrando una gran solvencia. El PNV ha hecho una gran campaña. Y Urkullu ha dado su mejor nivel, aunque en parte sea por el alivio de no tener que confrontar con Arnaldo Otegi. Su maquinaria electoral ha funcionado a la perfección, desde la utilización de los medios hasta su militancia y sus estructuras profesionales. Han sido el voto refugio ante la debacle del Estado español. Lo cual es también su mayor debilidad, porque si los problemas de los vascos y vascas siguen hoy en el mismo lugar que hasta ayer, la falta de soluciones estructurales al problema español solo puede agravarse.

EH Bildu no solo ha roto su tendencia descendente en este ciclo electoral. Ha recuperado en esta campaña su tono ideológico, su estilo original y su tradicional orgullo militante. Su resultado es realmente bueno. Ha ganado además credibilidad con un liderazgo renovado, un equipo brillante que tiene un gran recorrido político si se acierta a proyectarlo. Jasone Agirre, Miren Larrion y Maddalen Iriarte han mostrado un particular nivel político y humano, fuertemente ligado al sentido estratégico de la coalición, a la altura del momento histórico y adaptado a las tendencias sociales en su sentido más positivo. Arnaldo Otegi ha demostrado que liderazgo no significa rodearse de una corte fiel que eleve a un jefe, sino ser capaz de construir equipos que reflejen a toda una comunidad, que saquen lo mejor de cada persona y que impulsen el conjunto. En clave interna, la refundación de la izquierda abertzale, de la mano de Sortu, ha provocado los primeros efectos positivos. Toca ahondar en esa línea, tal y como definieron en el proceso Abian. Pero hay que subrayar también el esfuerzo del resto de fuerzas de la coalición soberanista de izquierda. Eusko Alkartasuna, Aralar y Alternatiba han aportado en esta campaña perspectivas y discursos propios, así como un capital humano y político diferenciado que suma y convierte a la coalición en un potente instrumento para lograr la justicia y la libertad de este pueblo. Estos resultados deben servir para reforzar este proyecto. Porque han demostrado que lo saben hacer muy bien, pero también se aprecia que lo pueden hacer mejor.

Podemos no ha logrado ilusionar ni transmitir un proyecto viable para la sociedad vasca, y aunque sus resultados siguen siendo importantes, es lógico que resulten decepcionantes para ellos y ellas. Es cierto no obstante que meten un elemento inédito en el Parlamento de Gasteiz: un partido estatal que apoya el derecho a decidir, que desde una perspectiva diferente se suma a PNV y a EH Bildu en este eje democrático hasta reunir al 76% del hemiciclo y rompe la idea del frente abertzale. En una mayoría democrática. Aumenta así esa mayoría que ya era clara en la legislatura anterior, pero que no se articuló en ningún momento.

El gran perdedor de estos comicios vascos es, sin lugar a dudas, el PSE, que no solo pierde votos por Podemos, sino por la abstención, el PNV e incluso en algún caso puede que por el PP, que aguanta. En su conjunto, el unionismo tradicional vive su peor momento. Representan a una minoría, que merece respeto democrático, pero al que no se le puede otorgar derecho a veto.

Esta es precisamente una de las dudas que deja el resultado de ayer. El PNV puede apoyarse en esa minoría para gobernar en nombre de la estabilidad y la tradición, o puede apostar por acuerdos de país que representen a grandes mayorías, que respondan a la imagen real de ayer. El mandato de las urnas es claro en cierto sentido: no queremos seguir la senda del Estado, como mínimo no se puede perder lo que tenemos. Los dirigentes de PNV, EH Bildu y Podemos hablaban ayer de acuerdos de país, mientras los del PSE y PP miraban al suyo: España. Liderar este país implica no fiar todo su capital institucional y político a Madrid, sino ponerlo al servicio de un proyecto de país compartido.

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