Hay que concentrarse en lo más importante ahora: sacar a los 7 de Altsasu de la cárcel

Detrás del encarcelamiento de los jóvenes de Altsasu hay intereses profundos. Tan profundos y poderosos como para pasar como una apisonadora por encima de los derechos más básicos de estas siete personas y sus familias. Pero también por encima de las funciones centrales de las instituciones navarras, desde el Gobierno y el Ayuntamiento hasta los Juzgados y la Policía. Esta operación quiebra la misión de esas instituciones de salvaguardar los derechos de su ciudadanía. El objetivo ahora debe ser recuperar esas funciones, salvaguardar esos derechos. Es decir, liberar a los 7 de Altsasu y lograr que, si deben ser juzgados, lo sean bajo un criterio de justicia, ni de venganza, ni de un espíritu ejemplarizante ni de intereses políticos. Porque todo eso se mezcla en esta triste historia y desenfoca lo crucial.

La estrategia de la desestabilización
En esta maniobra existe un intento por desestabilizar el cambio político en Nafarroa, buscando generar contradicciones entre sus fuerzas y provocando una sensación tóxica que distorsione lo natural y cabal, en algunos puntos incluso limitado, que está siendo este cambio. La legislatura ha entrado en un tiempo en el que se deben decantar las estrategias y el régimen quiere reinstaurar el «orden natural» de las cosas en el herrialde. Ese es su objetivo, pero llegados a este punto, si las fuerzas democráticas y progresistas aprenden de sus errores –y este caso, tristemente, está plagado de ellos–, se quitan de encima los miedos y prejuicios, se centran en su misión compartida –la establecida en los acuerdos de gobierno y la voluntad de ir más allá en la siguiente legislatura–, y sobre todo si trasmiten a la sociedad una serena contundencia, humanitaria y empática, que ponga los derechos de las personas por delante, si hacen todo eso combinando la responsabilidad institucional con la movilización social, esta operación se volverá contra sus promotores. Si no es así, vencerá la inercia totalitaria del poder central y sus satélites forales.

Con todo, quizás esto no es lo más importante ahora.

La estrategia de la dominación
La Guardia Civil quiere retener su papel de poder fáctico en la estrategia del Estado en tierras vascas y ha visto en el penoso suceso de Altsasu una oportunidad para marcar posición. Mezclando el rol de víctima perseguida con la crueldad del verdugo, ese cuerpo ha presionado para endurecer una estrategia que en un principio apuntaba perversamente a la idea del odio y ha derivado en el tradicional «terrorismo». Eso sí, llevando aún más al límite una excepcionalidad jurídica cuya aplicación en este caso es inédita y escandalosa.

En esta cacería experimental han caído presos siete jóvenes, pero también han capturado como rehén cualquier atisbo de cordura jurídica y ética por parte de la Judicatura española. Los autos dictados por la magistrada Carmen Lamela son tan falaces e insostenibles que dan miedo. Ahora bien, también deberían preocupar a quienes en ese mundo tengan algo de sentido común, cierta responsabilidad o un poco de visión estratégica. Esta es una decisión tan cruel a corto plazo como necia a largo, y algunos de ellos lo saben, lo deben saber.

Todo ello refuerza, paradójicamente, la opinión social de que la desmilitarización de Euskal Herria debe entrar en la agenda política. A los argumentos históricos, políticos, de eficiencia y de seguridad, se le suma con fuerza el de salud democrática. Mientras sigan aquí podrán llevarse a jóvenes vascos y encarcelarlos sin las más mínimas garantías, ante los ojos de sus alcaldes, sus policías, sus jueces y sus presidentas. Por diferentes razones, todas ellas legítimas y democráticas, es hora de plantarse ante esta voluntad de dominación despiadada.
Con todo, quizás esto no es lo más importante ahora.

Una estrategia liberadora
¿Qué es, seguramente, lo más importante en este momento? Esas siete personas, sus vidas. Porque lo que les han hecho no es «lo de siempre», no es una más, según denuncian quienes mejor conocen la excepcionalidad jurídica española. Al cerrar la puerta de su celda han abierto vías a infiernos a los que no debería exponerse ya ninguna familia vasca.

Eso requiere repensar estrategias, experimentar, buscar alianzas, construir una campaña a la altura de la amenaza, en concordancia con la dimensión de la injusticia de que esos jóvenes estén en la cárcel y que les quieran destrozar la vida. Es importante acertar porque de vencer estas estrategias depende el futuro de esos 7 jóvenes y, en cierta medida, el de su generación.

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