La estrategia independentista es desbordar, la del PP arrasar

Miles de policías hacinados en barcos decorados de estribor a babor con imágenes de Piolín, el Pato Lucas y el Coyote. Están desabastecidos y quejosos, aunque bien pagados y a la vez embrutecidos, ansiosos por desembarcar, por entrar en acción. Desean pisar esa tierra hostil sobre la que su Estado ha perdido el control. Su misión es imponer una ley según la cual votar libremente va en contra de la democracia.

De puro absurdo parece el escenario de una novela de Tom Sharpe. Pero no. Es el Estado español intentando sojuzgar al pueblo catalán. Del mismo modo, el término «tumultuario», rescatado por las autoridades españolas mirando la ley y no el diccionario, recuerda a la primera novela del autor inglés, “Reunión tumultuosa”. La obra es, entre otras muchas cosas, un compendio delirante sobre la imbecilidad represiva.

Definir como tumultuario lo visto estos días en Barcelona es retorcer el sentido de esa palabra para forzar la ley. La misma ley que el Gobierno español no se atreve a reivindicar, aplicando sin declararlo el artículo 155 que supone el cese de la autonomía o imponiendo un estado de excepción de facto. Es 2017 y esto no puede parecer una dictadura. Pero la genética autoritaria del Estado español es conocida y reconocible, también la necedad de sus mandatarios. El mundo mira asombrado y la opinión pública internacional oscila claramente del lado de quienes reivindican democracia y libertad.

Paradójicamente, la novela mencionada es la venganza de Sharpe contra las autoridades del Apartheid en Sudáfrica, que le expulsaron precisamente con un tipo legal cercano a la sedición, en el año 1961. Tras detenerlo, para extraditarlo a su tierra natal lo metieron en un barco que hizo escalas en cada uno de los puertos sudafricanos, donde la Policía volvía a interrogar a Sharpe a cuenta de un panfleto que había escrito denunciando la barbarie de la segregación contra la población negra. El régimen racista tardaría treinta años en caer. El humor sirvió también para desenmascararlo, pero fue la lucha del pueblo sudafricano y la presión internacional las que lo hicieron sucumbir.

Del humor al terror

Por el momento, muchos catalanes han recurrido al humor para afrontar la amenaza armada. «Sonreíd, porque vamos a ganar», parecen decir. Pero la tensión es evidente, y esta semana se han cerrado casi todos los escenarios constructivos mientras que los destructivos se han agravado. No es que vayan a inhabilitar a Puigdemont o a Junqueras, es que antes o después los pueden arrestar, quizás encarcelar. No es que vayan a pagar las nóminas de los funcionarios desde Madrid, es que los van a intentar ahogar económicamente. No es que vayan a censurar contenidos en los medios, es que planean intervenirlos o cerrarlos. No es que esos policías vayan a cargar, es que va a hacer razias, a sembrar el tumulto; llegado el momento pueden hasta disparar.

Aún no hay miedo, pero lo va a haber, y con razón. Lo tienen que saber quienes le van a hacer frente serena y pacíficamente. Pero también lo deben saber quienes después se rasgarán las vestiduras, cuando asistan al primer apaleamiento injustificado, cuando vean la sangre, mientras ahora promueven el asalto. Lo van a hacer en su nombre, les guste o no. Lo acepten o no, allá cada cual con su conciencia. Lo saben bien muchos vascos que estaban contra la violencia de ETA: cerraron periódicos, torturaron, hicieron la guerra sucia, siguen utilizando la cárcel como venganza preventiva y como castigo ejemplarizante… y lo han hecho en su nombre. Ellos «no pensaban que…», pero así ha sido. Esto es un estado de excepción y la actuación del Gobierno del PP va camino de ser exclusivamente militar y judicial. No es el peso de la ley, es la ley del peso.

Mientras tanto la base independentista se ensancha por la vía democrática. El que no pensaba votar la semana pasada, ya piensa en votar No esta, y es probable que la que viene valore votar Sí. Los líderes catalanes ya han ganado, al menos en todos los escenarios en los que mantengan el sufragio como principio democrático y la serenidad como arma. Pero los gobernantes españoles no van a asumir haber perdido así como así. La estrategia independentista es desbordar, y la del PP arrasar y humillar. Quien no lo entienda se verá desbordado o arrasado. No van a parar en Catalunya. Por eso, sin perder el humor, es importante cerrarle el paso al terror.

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