Las políticas de la UE agravan la desigualdad

La Comisión Europea dio a conocer ayer el análisis de la situación económica y social en los Estados miembros, en la que destacó los principales desequilibrios económicos. Según la doctrina oficial, las orientaciones políticas se basan en lo que llaman «triángulo virtuoso», cuyos tres vértices son: estímulo a la inversión, reformas estructurales y políticas presupuestarias responsables. El significado real de toda esta palabrería no es otro que el mandato para que los países miembros realicen inversiones estratégicas a fin de que el capital aumente su competitividad, aprueben cambios legislativos que eliminen los mecanismos de protección y defensa de los actores económicos más débiles y, por último, reduzcan el gasto social y las políticas redistributivas, tanto desde el punto de vista de los ingresos como de los gastos.

Los resultados obtenidos con ese «triángulo virtuoso» y expuestos ayer no dejan mucho margen para la interpretación. Desde el punto de vista económico, la mayoría de países ha aumentado las exportaciones más que las importaciones, pero no lo suficiente para reducir de manera sustancial la deuda externa. Sin embargo, en el otro extremo, Alemania gana peso como la fabrica de Europa y por tanto sigue aumentado su posición acreedora respecto a todos los demás. No se ha avanzado por tanto hacia una Europa económicamente más integrada y con menos desequilibrios, sino más bien todo lo contrario; es cada vez más dependiente de la economía alemana.

En el ámbito social los resultados son todavía más desalentadores. Mientras aumenta el número de personas con empleo, este se vuelve más precario, con lo que se agudiza el riesgo de pobreza precisamente entre los hijos de los trabajadores. Además, la reducción del gasto social provoca que la pobreza después de considerar las transferencias sociales haya aumentado en toda la UE. Las políticas neoliberales de la UE están agravando la desigualdad de ingresos y de oportunidades como nunca antes. 

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