Lección democrática de Escocia, de la que todos deberían aprender

Europa y el mundo han asistido a una lección de democracia, esa forma de organización que, a pesar de su evolución a través de los siglos, no es habitual que se manifieste con la contundencia y ejemplaridad con que lo ha hecho en Escocia en el proceso que culminó anteayer en las urnas. Una leccion de democracia y civismo que ha obtenido el reconocimiento generalizado. Los implicados han acordado el procedimiento, han debatido ampliamente y la población escocesa ha puesto el broche de oro, no entendido como un mero adorno, sino como el elemento que da sentido al proceso. La masiva participación, insólita en cualquier país europeo, es muestra del interés de los ciudadanos por las cuestiones que afectan a su país, en este caso una cuestión que el unionismo, sea británico, francés o español, siempre ha asegurado que no es una prioridad ciudadana. Aseveración que ha quedado más allá del ridículo.

También es destacable la reacción, de lógico alivio, pero respetuosa, del premier británico considerando acertada su decisión de aceptar que los escoceses y escocesas decidieran no por el resultado de la votación, sino porque es lo «correcto y democrático». Ciertamente, esa –y no el temor a un resultado adverso– es la razón por la que no se debe impedir a la ciudadanía expresarse en las urnas. Asimismo, Cameron mostró su compromiso de cumplir su promesa de más poderes no solo para Escocia, sino también para Inglaterra, Gales y el norte de Irlanda. Y ejemplar ha sido, igualmente, la reacción del principal representante de la opción independentista, en consonancia con su proyecto y su campaña, en positivo, reconociendo inmediatamente el resultado y destacando el avance de Escocia hacia su emancipación.

Un avance innegable, impensable todavía hace unos meses, que afecta a todos los escoceses en tanto en cuanto son dueños del destino de su país. Todo el mundo debería extraer enseñanzas de la lección escocesa, al igual que lo han hecho los unionistas británicos y los propios independentistas, principales artífices y motor del proceso. Todos, incluidos los movimientos independentistas de otras naciones, los gobiernos y también Bruselas, que ha demostrado muy poco respeto hacia la ciudadanía escocesa y la democracia.

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