Maniobras a corto y cálculos a contrapié

Iñigo Urkullu justificó ayer el adelanto electoral basándose en que, dada la situación de «inestabilidad en el escenario político de España», el 25 de setiembre es la fecha más «adecuada y conveniente para los intereses del país». Esta idea es discutible, como otras muchas en política, y de hecho el lehendakari y sus asesores han ponderado largamente esta decisión. Lo que resulta incuestionable es que se trata de la decisión que más interesa al partido que gobierna en Gasteiz. Y que este ha utilizado todos los resortes a su mano para forzar esta teórica ventaja. Legítimamente, quizás, pero no primando el espíritu de país. 

En teoría, el PNV tiene ahora una ventaja competitiva: tiene el trabajo preelectoral avanzado –listas, posicionamiento…–, lleva de campaña institucional un largo periodo –inauguraciones, planes…–, y su maquinaria está engrasada. Por el contrario, sus adversarios están peor posicionados para una convocatoria express. El PSE tiene candidata, Idoia Mendia, pero están lastrados por su acuerdo con el PNV en todas las instituciones y por su crisis general. EH Bildu tiene el capital del candidato Arnaldo Otegi, solo que está amenazado con ser inhabilitado y padece un ciclo electoral negativo que debe intentar remontar. Podemos elige este fin de semana a su cabeza de cartel y equipos, en unas primarias que están mostrando sus fisuras, y la inercia no basta para estos comicios. El PP liquidó a Arantza Quiroga y con ello no hizo sino acrecentar su zozobra. Es cierto que Urkullu no tiene dotes de líder, que no ha cumplido el programa y que sus resultados electorales no han sido numéricamente buenos, pero sí más que suficientes para acumular un gran poder institucional.

Como maniobra a corto el adelanto puede resultar efectivo para pillar al resto a contrapié, pero como cálculo político no deja de ser dudoso. No hay que olvidar que Urkullu ha amortizado esta legislatura por calcular que en Madrid se daría la tradicional alternancia del PP-PSOE y que ellos podrían vender su estabilidad. Creer que la inestabilidad española no les va a afectar es mucho creer.

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