Pensiones y pensionistas, doble campo de batalla

El Parlamento de Gasteiz rechazó ayer una proposición que pedía al Gobierno que complementara las pensiones más bajas hasta que igualaran, al menos, el umbral de la pobreza, calculado siguiendo la metodología de la UE, y que en nuestro caso se correspondería con la cantidad de 1.080 euros. Tras la sesión de ayer muchas serán las personas mayores que continuarán malviviendo como hasta ahora, con unos ingresos, en muchos casos, muy por debajo de dicho umbral.

El debate no ofreció novedades ni en las posiciones de los grupos políticos ni en los argumentos empleados en la discusión. El sistema de pensiones y las personas que las cobran se han convertido en objetos de deseo pero de sujetos diferentes: mientras que los bancos y el sistema financiero sueñan con debilitar todavía más el sistema actual para poder ampliar su negocio, los partidos políticos lo ven como un atractivo caladero de votos a manejar con prudencia y demagogia a partes iguales. En estas circunstancias no se dan las condiciones para un debate sosegado con propuestas consistentes y argumentos sólidos. Este combate soterrado al final terminan pagándolo, como siempre, las personas más pobres, puesto que cualquier mejora de las pensiones actuales fortalece el sistema, alejándolo de los halcones de las finanzas; de la misma manera, cualquier recorte que se haga, justificándolo con la excusa del déficit o con cualquier otra, lo debilita exponiéndolo todavía mas.

La cuestión que tiene que dilucidar cualquier sociedad es qué parte de la riqueza está dispuesta a destinar al pago de las pensiones de las personas mayores. Un asunto que tiene que ver básicamente con la relación de fuerzas entre quienes abogan por la justicia social y quienes defienden la desigualdad. Un sistema de pensiones propio en Euskal Herria tendría una viabilidad mayor que el actual atendiendo solamente a dicha relación de fuerzas, sin entrar a considerar la riqueza que genera nuestra economía.

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