Soberanía catalana ante el desgobierno español

La mayoría independentista del Parlament cumplió ayer con su palabra y aprovechó el último pleno del curso para votar y aprobar las conclusiones de la comisión de estudio del proceso constituyente. La importancia de la votación, en esta ocasión, no reside tanto en la aprobación de las conclusiones –habrá que ver hasta qué punto se aplican ahora–, sino en el hecho mismo de haberlas votado pese a las amenazas del Tribunal Constitucional. Ante las dudas generadas en los últimos meses por la pugna entre las fuerzas independentistas y la incertidumbre en torno a la hoja de ruta soberanista, el Parlament mostró ayer su determinación para llevar adelante el mandato del 27 de setiembre por encima de los obstáculos de la restrictiva y antidemocrática legalidad española.

A la espera del contraataque que venga de Madrid, el Parlament cierra así un intenso curso político con luces y sombras. El nuevo curso arrancará en mes y medio con una Diada fundamental en la que las entidades soberanistas tienen el reto de mantener el pulso movilizador. Le seguirá la cuestión de confianza sobre el president, Carles Puigdemont, que pondrá a prueba el necesario trabajo en común de los partidos independentistas. Si el soberanismo consigue superar ambas pruebas (la de la movilización y la del acuerdo entre los partidos), el camino quedará despejado para clarificar, consensuar y aplicar una hoja de ruta que está por ver si incluye el referéndum.

Enfrente no habrá novedades. Estos meses se ha constatado que la inercia del Estado no requiere de Gobierno para actuar en contra del proceso catalán. Y, en cualquier caso, las reacciones de ayer dejan claro que, a la hora de frenar la voluntad de la mayoría parlamentaria catalana, no importa el color político. Ni azul, ni rojo, ni naranja, ni tampoco morado: pese a incluir el proceso constituyente no subordinado en su programa electoral, Podemos e ICV-EUiA votaron ayer en contra. No hay nadie al otro lado. Con todas sus dificultades, la vía unilateral es el único camino abierto. También en Catalunya.

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