Trump recoge el testigo de un imperio en decadencia

Aquello que para muchos no podía pasar finalmente ocurrió: Donald Trump tomó ayer posesión de su cargo de presidente de los Estados Unidos en un día repleto de ceremonias y entre manifestaciones de protesta. Los discursos y eventos continuarán aún, pero para el nuevo presidente ha llegado la hora de los hechos.

Sea consciente o no, el magnate llega para gestionar el declive estadounidense. Y esa es la idea que traslucen sus constantes apelaciones a volver a hacer grande a Estados Unidos, a defender las fronteras propias, a primar los intereses nacionales y a no invertir para exportar su modelo al resto del mundo. Trump afirma que renuncia al papel de gendarme mundial que asumió Estados Unidos tras el fin de la Guerra Fría y abre todavía más las puertas a un mundo multipolar. Una retirada estratégica de la arena internacional para primar los intereses nacionales, precisamente cuando emergen nuevos actores y los problemas globales requieren de una visión integral y acuerdos multilaterales. En Europa este giro se observa con mucho nerviosismo puesto que deja en evidencia a una Unión Europea sin agenda propia y sometida voluntariamente a los designios de Estados Unidos. Con el Brexit abierto, ha llegado el momento de que Europa también se sitúe en ese  mundo multipolar con una agenda propia; en caso contrario, los acontecimientos impulsarán su descomposición.

Se está hablando mucho sobre el peligro que acecha a la democracia con Trump, sin embargo, los estadounidenses dan muestras de afrontar con serenidad el vuelco en la Casa Blanca, pero dispuestos a plantar cara en la calle y dar batalla al nuevo presidente. No obstante conviene no olvidar que la democracia se encuentran siempre bajo amenaza. Mantenerla exige una tensión constante. No viene otorgada por el poderoso, como pretenden algunos, sino que se construye en un proceso tenaz de conquista. No dejemos pues que una minoría rica y poderosa nos intimide.

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