UE-Turquía, entre la tensión y el pragmatismo

El referéndum sobre la reforma constitución en Turquía celebrado el domingo ha deparado un resultado muy ajustado a favor de los cambios propuestos por el actual presidente Recep Tayyip Erdogan. Además, la victoria del sí se ha visto envuelta en la polémica por el modo en el que se ha realizado el recuento de los votos y el Partido Republicano del Pueblo (CHP) ha impugnado el resultado. Por otra parte, los informes preliminares de la OSCE y del Consejo de Europa señalan que el proceso previo no ha cumplido los estándares democráticos mínimos. Los observadores de estos organismos han subrayado que las diferentes opciones no han tenido las mismas oportunidades y que el estado de emergencia vigente ha limitado mucho la posibilidad de realizar un proceso genuinamente democrático.

En este contexto, la reacción de las cancillerías europeas ha oscilado entre el respeto y prudencia expresados por los países con conflictos abiertos con Turquía, como Grecia y Chipre, hasta la petición de Austria de zanjar las negociaciones para la adhesión de Turquía a la UE que, de hecho, llevan congeladas años. Sin embargo, el tono de las relaciones actuales entre la UE y Turquía quedó definido en el vergonzoso acuerdo firmado hace un año para que esta última cerrara el paso y se hiciera cargo de los refugiados que huyen de la guerra. Los enfrentamientos escenificados durante la campaña electoral no han pasado de ser representaciones que permitían a cada parte consolidar sus bases electorales, como han mostrado esas comunidades turcas que han apoyado masivamente la reforma constitucional. Similar apoyo habrán recibido esos gobiernos europeos frente a la extrema derecha.

Cualquiera que sea el desarrollo de los acontecimientos en Turquía, las relaciones con la UE no cambiarán de manera sustancial y oscilaran, como hasta ahora, entre el pragmatismo –más acentuado si cabe– y la escenificación de tensiones que permitan consolidar apoyos electorales.

Bilatu