Un escenario que se repite a sí mismo

La frecuencia de los enfrentamientos se ha acelerado en Palestina. A falta de una solución política que incluya y sea satisfactoria para todos, el mundo sigue y seguirá siendo espectador de esas escenas. Israel, que se presenta como el único puesto avanzado y fortificado de la democracia en Oriente Medio, hace tiempo que ha demostrado con sus hechos que no está dispuesta a ningún acuerdo, a ninguna concesión, a ninguna retirada. Su política, sencillamente, es la del «no». No se retira a las fronteras de 1967, no divide Jerusalén, no permite el retorno de los palestinos y no quiere ninguna presencia exterior que monitorice lo que allí está ocurriendo. Su plan para Palestina es una «solución Bantustán» que haga del pueblo palestino un conglomerado discontinuo de campos de concentración, sin conexión con el mundo exterior, limitado a la altura de sus edificios y a la profundidad de sus tumbas, con el agua y el espacio aéreo siempre bajo su control.

Netanhayu acaba de llegar de la Asamblea General de la ONU donde ha vuelto a dar muestras de su poco equilibrada retórica, de su nula voluntad para conducir negociaciones sobre el estatus final de Palestina y de su apetito por un nuevo ciclo de confrontación abierta. Ayer anunció sus recetas ante la nueva escalada de tensión: más demoliciones de casas, más detenciones administrativas... más de lo mismo para perpetuar la sistemática violencia israelí.

Mientras tanto, sigue oprimiendo a los palestinos, roba sus tierras, alienta a los colonos más mesiánicos a construir en ellas y pretende apropiarse de sus símbolos más representativos. La mezquita de Al-Aqsa no es solo un sitio de rezo. Tiene potencial detonante para provocar un conflicto religioso que altere la naturaleza de la lucha de liberación nacional de Palestina. Ya lo intentó Ariel Sharon en setiembre del 2000 y estalló la segunda intifada. Ahora muchos advierten de la inminencia de una tercera. Es un escenario que se repite a sí mismo y no terminará mientras sigan la ocupación del territorio palestino y el tratamiento como ciudadanos de segunda de su población.

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