Beñat ZALDUA
BARCELONA

Eduardo Galeano

A los 74 años y en Montevideo, como no podía ser de otra forma, ayer falleció el periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano, autor de numerosos libros de referencia, entre los que destaca ‘Las venas abiertas de América Latina’, que 44 años después de publicado, sigue siendo indispensable para abordar la realidad del continente.

«Era un jugador brillante, el mejor del mundo... cuando estaba soñando. Cuando despertaba tenía piernas de madera. Entonces decidí ser escritor», decía Eduardo Galeano. Más vale. Quizá el Nacional de Montevideo perdió un jugador, pero el mundo ganó un escritor de referencia que ayer, a los 74 años de edad y en su ciudad natal, Montevideo, falleció tras varios días ingresado a causa de una recaída del cáncer de pulmón del que fue intervenido por primera vez en 2007.

Toca, por lo tanto y por desgracia, repasar la vida y obra de este autor polifacético que, como tantos otros, empezó en las páginas de un diario. Concretamente con una viñeta en el diario “El Sol” a los 14 años. «Me metí en el periodismo y nunca más salí», dejó dicho. Fue su militancia y su trinchera. En los años 60 trabajó en la mítica revista ‘Marcha’, de la que bebió buena parte de la izquierda latinoamericana de la época, en especial los tupamaros del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), como el expresidente Pepe Mujica. Dirigió también el diario ‘Época’, así como las publicaciones de la Universidad de Uruguay. Lo hizo hasta 1973, año en el que el golpe de estado militar le obligó a exiliarse (después de ser detenido), primero en Argentina (donde fundó la revista ‘Crisis’) y posteriormente, debido a las amenazas del régimen de Videla, en Barcelona, donde vivió una década.

Fue en ese largo exilio en el que escribió su obra más ambiciosa: ‘Memoria del fuego’. Una trilogía que repasa la historia latinoamericana. Pero el reconocimiento como ensayista se lo había ganado antes, en 1971, cuando publicó ‘Las venas abiertas de América Latina’. Un libro imprescindible que empezó a escribir a los 27 años y que, 44 años después de su publicación, sigue siendo indispensable para entender la Latinoamérica de hoy en día. El libro se volvió a hacer célebre en 2009, cuando el entonces presidente venezolano, Hugo Chávez, entregó un ejemplar a su homólogo estadounidense, Barack Obama. Vista la reciente cumbre de Panamá, quizás alguien en la Casa Blanca lo leyó.

Obra de referencia

De hecho, sigue siendo el libro que todo intrépido mochilero que cruza el charco debería llevar consigo. En él aprendimos, y voy de memoria, que del cerro Potosí, los españoles sacaron una cantidad de plata equivalente a la que se necesitaría para construir un puente sobre el Atlántico; y también que, como colonos, los españoles eran tan ineptos que toda esa plata fue a parar a los banqueros del norte de Europa, acreedores de la gran deuda soberana del Reino de España (no parece, visto lo visto, que tanto haya cambiado el mundo en cinco siglos).

Fue un libro prohibido en varias dictaduras latinoamericanas, no en vano no apuntaba solo a las potencias coloniales e imperialistas como causantes de las desgracias latinoamericanas, sino que señalaba a las élites internas como perpetuadoras de regímenes de miseria muchas veces comandadas, en aquellas épocas, por militares. Denunció su brutalidad, pero también su absurdidad, con ironías de las que el caso de la breve dictadura colombiana es el perfecto ejemplo. Según explica, fue el general Gustavo Rojas Pinilla, en los años 50, el que reconoció el derecho al voto de la mujer colombiana. Maravilloso progreso emancipador en un régimen en el que, evidentemente, no se celebraban elecciones.

Regreso a Uruguay

Acabada la dictadura, regresó a su país a mediados de los 80 y fundó, junto a otros periodistas de ‘Marcha’, la revista ‘Brecha’ viva a día de hoy como cooperativa de trabajadores y en la que trabaja Raúl Zibechi, que firma el artículo de al lado. Un trabajo de periodista que mantuvo durante años, aunque dedicando cada vez más tiempo a su obra literaria, sin dejar en ningún momento un compromiso activista al que se ligó durante toda su vida, desde la lucha contra la ley que garantiza la inmunidad de los golpistas uruguayos al apoyo a los indignados del 15M, a los que visitó en Barcelona. Un viaje en el que pasó por Euskal Herria, donde recibió el premio de la Crítica de la Feria del libro de Bilbo.

En el campo literario, publicó una veintena de libros, entre los que destacan títulos como ‘Patas arriba, la escuela del mundo al revés’, ‘Espejos’ o ‘El libro de los abrazos’. Ejercicios todos ellos de compromiso político y humanista. «No seremos plenamente humanos, ni de veras democráticos, mientras no seamos capaces de construir un mundo sin hambre de pan ni de abrazos», dejó escrito. También publicó ‘El fútbol a sol y sombra’, todo un salvavidas para aquellos aficionados al deporte rey a los que periódicamente nos asaltan las dudas.

Dos de las obras de Galeano se pueden leer en euskara: ‘Ispiluak’, traducido por Xabier Alegria e ‘Hitz ibiltariak’, traducido por Gerardo Markuleta, ambos editados por Txalaparta.

Ayer se supo que Galeano deja una obra póstuma con el encargo de publicarse tras su fallecimiento. Se hará en mayo y, por supuesto, en papel. No podía ser de otra manera en el caso de un escritor que aseguró necesitar el olor de los libros de papel para vivir: «libros que pueda apretar contra el pecho cuando me sienta solo o triste».