«Franco no murió el 20 de noviembre de 1975, va a morir el 1 de octubre de 2017». Ha sido una de las frases más ovacionadas de Arkaitz Rodríguez en el mitin que celebra esta tarde la CUP en Tarragona, que ha sido abierto por el nuevo líder de Sortu.

Tras haber intervenido el día anterior en Manresa y haber podido captar ya la temperatura política en Catalunya, Rodríguez se ha mostrado convencido de que «esto es una revolución auténtica» y ha confesado que este proceso es lo que tenían en mente en Euskal Herria cuando se optó por el cambio de ciclo. En este punto, ha sido muy explícito en su apoyo a la estrategia civil, pacífica y democrática catalana: «Qué más quisiera el Estado que una respuesta violenta que le sirviera de coartada… La respuesta más eficaz y efectiva es la que estáis dando, y es la que os va a hacer ganar. Firmeza, serenidad y sonreíd, porque sonreír es otra manera de enseñar los dientes».

El secretario general de Sortu ha dado las gracias a Catalunya por varios motivos: la solidaridad mostrada con Euskal Herria en tiempos duros, la lección que está dando al mundo entero… pero sobre todo «por demostrar que es posible». Y en paralelo se ha disculpado por la actitud de instituciones vascas lideradas por el PNV y por el «oxígeno dado al PP», alusión que ha sido recibida también con muchos aplausos. No obstante, ha insistido en que este tema los jelkides no representan a la ciudadanía vasca: «Estamos y estaremos con vosotros y vosotras, siempre, siempre».

Junto a ello, Rodríguez se ha dirigido a la izquierda española para que se sume a los procesos catalán y vasco, «porque aquí y allí sí se puede». Y al Estado español le ha espetado que es el único que «utiliza la violencia para imponer su proyecto político».

El exdiputado y periodista David Fernández también ha aludido a Euskal Herria al recordar a Jon Manot Paredes «Txiki», fusilado en Catalunya. Citando a Unamuno, ha dicho además que «esta vez ni convencerán ni vencerán». En el acto se ha ovacionado a los estibadores del puerto de Tarragona por no dar «ni un vaso de agua» a los policías y guardias civiles acantonados también ahí.