Janina Pérez Arias
Entrevue
Joel Edgerton

«No voy a renegar de Hollywood, porque me ha proporcionado muy buenas oportunidades»

A los 16 años de edad se es prácticamente una historia por escribir. La vida adulta parece en ese momento tan lejana e incierta como una película de ciencia ficción, donde una fantasía puede hacerse realidad.

La historia futura del jovencísimo Joel Edgerton (Blacktown, 1974) empezó a tomar su rumbo una noche cuando presenció en la Opera House de Sidney la escenificación de “Las brujas de Salem”. Arthur Miller, el autor de tan famosa obra, se había basado en los juicios a supuestas hechiceras en 1692, aunque la intención del genial dramaturgo era darle unos buenos pales a la represión macarthista que se vivía en los años 50 en Estados Unidos.

Fue un descubrimiento. Aunque sus padres no tenían nada que ver con el mundo del espectáculo, aquella noche Joel juró hacer lo imposible para convertirse en actor. Al cabo de pocos años y muchos estudios de Arte Dramático, cumplió su cometido junto a su hermano mayor Nash. Joel se asomó al escenario con versos de Shakespeare brotándole de los labios. Luego vendrían sus apariciones en televisión, gracias a la cual se convirtió en uno de esos actores que se reconocen por la calle. Y con el cine conquistó otros territorios más allá de Oceanía.

Joel llegó más lejos de lo que imaginaba. Fue líder del escuadrón que acabó con Osama Bin Laden en la polémica y celebrada “La noche más oscura” (Kathryn Bigelow), encarnó a Tom Buchanan en la fastuosa versión de “El gran Gatsby” (Baz Luhrmann), se metió en la piel de Ramsés en “Éxodo: Dioses y Reyes” (Ridley Scott), se calzó los guantes de boxeo en “La última pelea” (Gavin O’Connor), como también fue el policía corrupto John Connolly en la oscura “Pacto criminal” (Scott Cooper) y el amigo incondicional de Michael Shannon en “El elegido” (Jeff Nichols).

La lista de papeles es larga; sin embargo, Joel Edgerton no se ha sabido conformar con la interpretación, ya que ha incursionado en la producción –con la cinta australiana “Felony”, de Matthew Saville–, así como también en la dirección, primero con cortos y luego con un largometraje que dejó muy buena impresión: “El regalo”, un bien acogido thriller del que también fue autor y protagonista.

Definitivamente, el actor y director de origen australiano está sonando cada vez más fuerte en la meca del cine. Con su rol en “Loving” (Jeff Nichols), que llega este mismo viernes a nuestras pantallas comerciales, demuestra todo lo que es capaz de dar.

Al dirigir su propia historia, «El regalo», ¿de qué manera cambió su actitud hacia la realización cinematográfica?

Cuando trabajas con los directores correctos, lo que haces es robarles sus mejores ideas para luego decir que son tuyas (se ríe). La cosa es que terminas aprendiendo de todas las personas con las que trabajas y, cuando ves el resultado, te das cuenta de que has tomado mucho de este y aquel director. Siempre espero que a través de cada trabajo que realizo como actor consiga mejorar mis habilidades para dirigir. Este año pienso volver a ponerme en ello.

¿Qué importancia tiene para usted hacer películas independientes y, al mismo tiempo, participar en grandes producciones de Hollywood?

He estado rodando una película bastante grande (titulada “Bright”) con Will Smith, dirigida por David Ayer (“Corazones de hierro”, “Escuadrón suicida”) quien tampoco es un director muy de Hollywood que se diga, ya que ha estado trabajando durante mucho tiempo, pero, en comparación con otros, es un realizador bastante diferente dentro de la industria cinematográfica. No es que me espante hacer filmes de altos presupuestos en Hollywood, lo que quiero es participar en producciones que me ofrezcan valores que me nutran como actor. Pero puedo admitir que algún día podría tomar el dinero y correr sin ningún atisbo de vergüenza (ríe). Y te voy a saludar desde mi Masserati cuando pase a tu lado (ríe). No voy a renegar de Hollywood, porque me ha proporcionado muy buenas oportunidades, pero también Hollywood es un término muy difícil de definir.

Ha interpretado a personajes reales y de ficción, pero ¿cómo lleva enfrentarse a los temores que cada actor siente a la hora de asumir un rol?

Es cierto que hay mucha responsabilidad cuando tienes que encarnar a un personaje real, en especial cuando cuentas con fuentes tan fidedignas como material audiovisual. En ese momento no tienes ninguna excusa para no tratar a toda costa de construir ese personaje, para otorgarle toda la autenticidad necesaria a la historia. El riesgo lo tienes cuando te apoyas demasiado en esas fuentes, y lo que haces es perder demasiado tiempo tratando de captar cada uno de los gestos de esa persona, lo cual te impide entrar de lleno en la historia.

En carne propia. Tal vez uno de los personajes reales más importantes que haya interpretado Joel Edgerton sea Richard Loving. Presentada en el Festival de Cannes, donde compitió por la Palma de Oro, “Loving” ha sido escrita y dirigida por el estadounidense Jeff Nichols, uno de los realizadores más interesantes y osados de estos tiempos. La historia consiguió tocarles

el corazón a quienes tuvieron el privilegio de ver su primera proyección. Las excelentes actuaciones de Ruth Negga (como Mildred Loving) y Edgerton han sido alabadas desde entonces, y les han supuesto sendas nominaciones a los Globos de Oro.

La historia del matrimonio Loving ocurrió entre finales de los años 50 y principios de la década de los 60 en Central Point (Virginia). Allí nacieron y se conocieron Mildred y Richard, quienes se enamoraron y decidieron casarse. Según las leyes de ese Estado, el hecho de constituir una pareja interracial –él era blanco, y ella afroamericana y descendiente de nativos– estaba considerado un delito, así que, ante un inminente encarcelamiento, los Loving decidieron abandonarlo todo y asentarse en Washington, donde la infelicidad y la nostalgia les carcomieron tanto que optaron por emprender una lucha que acabó por sentar un precedente en las leyes estadounidenses en 1967. Y aunque fue en ese año cuando se aprobó la libre unión interracial, Alabama no reconoció esta ley hasta el año 2000.

La historia de esta pareja que nunca quiso ser ni símbolo de los Derechos Civiles, ni mártir, «es de triunfo y, al mismo tiempo, vergonzosa», comentó Edgerton en el Festival de Cannes, porque «celebra luchas que nunca deberían haber existido».

¿Cuáles fueron las fuentes a las que recurrió para conocer más a Richard Loving?

Me apoyé mucho en el documental de Nancy Buirski (“The Loving Story”, 2011), pero también en material extra que no fue incluido en ese trabajo, fotografías y fuentes diversas. Para mí también era muy importante captar la energía existente entre Mildred y Richard.

¿Cuáles fueron los aspectos físicos más característicos de Richard Loving en los que quiso hacer hincapié?

Richard tenía muy mala dentadura, peor que la mía (se ríe), y tanto Jeff (Nichols) como yo queríamos conservar ese aspecto. En general, le dedicamos tiempo a todos esos detalles físicos. Fue un reto interesante. Richard tenía una cadencia particular al caminar y hablaba casi sin mover la boca, como un australiano (se ríe). Tenía un acento muy extraño que sonaba bastante canadiense… Nos encontramos con muchas cosas muy curiosas por pequeñas que fueran, pero, al mismo tiempo, significativas.

¿Es difícil interpretar a alguien que casi no habla, que se expresa más bien a través de su lenguaje corporal?

Fue un privilegio el haber tenido esta oportunidad, porque pienso que hablo demasiado en algunas películas que he hecho, y eso no me ha gustado mucho (se ríe). Es que te puedes apoyar en las palabras, pero un rol como este es una buena lección para recordarte que, como actor, tienes que apelar a otros recursos para interpretar como pueden ser el lenguaje corporal y el subtexto.

¿Cómo se enfrentó un australiano como usted a una historia americana?

Jeff (Nichols) pensó que sería apropiado para ese papel, y que fácilmente podría encarnar a Loving. Jeff es un artista, sus filmes tienen una estética muy particular a través de la cual se transmiten muchos sentimientos y emociones y, en este caso, eso facilitó mucho el poder formar parte de ese mundo. Jeff tiene un equipo con el que siempre ha trabajado y el resultado con cada película es cada vez mejor. Este filme en particular es para mí como una pieza musical; Jeff apela a la tranquilidad, a la contención, elementos que eran muy apropiados para contar la historia de esta pareja que experimentó semejante humillación. Al ver la película, sientes que padeces con ellos, que vas todo el tiempo con ellos.

Usted ha subrayado que el caso de los Loving es también extensivo al matrimonio gay…

Ya lo creo. También se ha estado discutiendo mucho al respecto y es que saca a relucir algo que creo que es más importante, que es darle la vuelta e influenciar en las opiniones obtusas de aquellos que creen que tienen la libertad absoluta de emitir un juicio acerca de si dos personas deberían o no mantener una relación.

¿Sufrió en carne propia esas «opiniones» durante su relación con Cathy Freeman (la atleta aborigen que fue medallista olímpica)?

Definitivamente lo que sentí fue un juicio silencioso, entre líneas (reflexiona). A veces se emiten juicios con el objetivo de lograr la atención del público, con fines comerciales. Es un hecho que es casi imposible controlar la opinión pública, entonces es cuando se producen actos de violencia y ves a gente que se ha vuelto loca gritando insultos a otras personas por tener «el color de piel erróneo». Hace cincuenta años gente como los Loving sufría por la injusticia, el Gobierno les dijo que dos personas no se pueden amar, y eso aún está sucediendo hoy en día. ¿Será posible que en cincuenta años más nos asombremos de que eso ocurriera en 2016? Y si pasa tanto tiempo otra vez para que cambien las cosas, solamente podemos pensar que estamos muy equivocados.