IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

Las viviendas holandesas

El edificio Oklahoma, más conocido como Wozoco, cumple este año veinte años desde su inauguración. Dos décadas más tarde, esta construcción sigue recibiendo una media de visitas de dos o tres autobuses semanales, así como las de numerosos curiosos que se acercar a las afueras de Amsterdam, en plena ciudad-jardín del oeste, mostrando que el interés que el inmueble despertó en 1997 aun sigue presente entre los aficionados de la arquitectura. Dos elementos fueron determinantes para que el estudio holandés MVRDV ganara el concurso promovido por la Asociación Residencial Het Oosten. Primero, entender que el edificio, destinado a albergar personas mayores, quería integrarse en un ambiente verde, amenazado por un crecimiento urbano intensivo durante la década de los 90. Segundo, encajar las cien unidades de vivienda que se pedían cuando la normativa tan solo permitía 87.

Un simple ardid consiguió resolver de un plumazo ambos requisitos: el cuerpo central del edificio tendría 87 unidades habitacionales, abiertas a una galería al norte. Las trece restantes irían colgadas en gigantescas cajas en voladizo revestidas de madera. La normativa exigía que todas las piezas habitables tuvieran ventilación al exterior, hecho que se solucionaba al abrir ventanas a la galería desde esas nuevas cajas que se adosaban a la fachada principal.

El desafío era grande, ya que los cuerpos en voladizo son elementos que generan una gran tensión en la estructura del edificio, que obliga a grandes y costosos refuerzos. Para solucionarlo, los arquitectos optaron por crear unas gigantescas cerchas, con vigas diagonales que funcionaran del modo más eficiente posible. De hecho, las ventanas que aparecen de modo caprichoso en las fachadas laterales de esos cubos de madera tienen su ubicación marcada por la posición de las vigas diagonales.

El gesto de sacar las cajas volando no salía gratis; las trece viviendas conseguidas tendrían un sobrecosto de un 50%, por obra y gracia de la estructura. Los arquitectos decidieron reducir las calidades de las galerías de acceso, de un acabado muy espartano, al tiempo que calculaban cómo aguantar el terrible voladizo. Llegaron a la conclusión de que, en lugar de crear una costosa estructura auxiliar, aprovecharían los muros de carga tradicionales, aumentándolos en tan solo ocho centímetros.

El edificio Wozoco puso a Winy Maas, Jacob van Rijs y Nathalie de Vries –nombres que se esconden tras las siglas del estudio–, en el camino del estrellato de la arquitectura de principios de siglo XXI. Su fama se consolidó con el pabellón de Holanda en la Exposición Universal de Hannover del año 2000. En aquella ocasión, proyectaron una obra que pretendía recoger los paisajes de Holanda aprisionados en una suerte de hojaldre de hormigón armado.

El mensaje que lanzaban MVRDV estaba claro y caló de maravilla en un momento muy caliente de la economía mundial; la densificación de la ciudad se vio, en aquel inicio de siglo, como la medida más sostenible posible. Los arquitectos incluso llegaron a publicar un prototipo de ciudad vertical para cerdos, llamada Pig City, que permitía liberar espacio ocupado para crianza extensiva de ganado.

Excentricidades aparte, Wozoco supuso un pequeño revulsivo en el Estado español, ya que llegó en un momento en el que el proyecto de vivienda colectiva empezaba a despuntar, promovido en gran parte por las Administraciones públicas. De repente, la arquitectura podía llegar a ser icónica no solo en edificios como museos e iglesias, sino que se abría una posibilidad para que la vivienda colectiva se uniera al nuevo “pop”.

Wozoco se convirtió en un icono. En caso de que el lector o lectora se hayan perdido un poco en esta madeja de idas y venidas de estilos arquitectónicos, detengámonos a pensar: ¿cuántos edificios de vivienda colectiva podemos considerar famosos? En la mente de los aficionados a la arquitectura, siempre tendremos las viviendas unifamiliares, normalmente de personas adineradas y cultas, que permitieron experimentar con nuevos lenguajes. El proyecto de vivienda colectiva era algo o bien destinado a las clases populares o bien dictado por las normas del mercado.

Por lo tanto, la lógica económica aplastaba a la creación. Todo esto se traducía en edificios más bien anodinos, que como mucho mantenían una proporcionalidad y funcionalidad, respetando la construcción tradicional. Wozoco abrió un periodo en el que la vivienda colectiva se dotó de una calidad de materiales y espacios pocas veces vista, llegando incluso a elevarse a la categoría de icono.