Mikel Zubimendi
Entrevue
James Courage singer

«Los navajos podemos aprender de cómo han obrado los vascos con su lengua y han reforzado su identidad nacional»

Los políticos de origen vasco que han hecho carrera en EEUU no son algo nuevo. Ahí están, entre otros, los casos de John Garamendi, Adam Laxalt, Rafa Anchia o Pete Cenarrusa. Sin embargo, que un nativo navajo, criado como mormón, que defiende un programa socialista y democrático inspirado en el ejemplo de Bernie Sanders, lo haga reivindicándose como miembro del Club Vasco de Utah, gran admirador de Euskal Herria y hablando algunas palabras en euskara, llama la atención y concita el interés. 7K entrevista a John Courage Singer, candidato demócrata al Senado por Utah, sociólogo de formación y activista por los derechos de los pueblos nativos, una de las voces alternativas y emergentes en el proceso de repolitización que está viviendo EEUU tras el triunfo de Donald Trump. Políticamente ambicioso, este socialista curtido en las luchas indígenas está casado con la nieta de una superviviente galdakoztarra de la Guerra del 36. Comienza la entrevista con el tradicional saludo navajo (Yá’át’ééh) y aborda en profundidad todos los temas desde el pensamiento indígena.

Usted es navajo, nativo americano. Tras siglos de colonialismo y de apropiación cultural, ¿en qué situación se encuentra la conciencia y el orgullo nacional de su pueblo?

Sí, soy de la Nación Navajo, una entidad política semiautónoma, además de ser ciudadano de EEUU. El proceso por el cual nuestro pueblo ha llegado a este estatus político ha sido largo y arduo. Los navajos estuvieron en guerra continua con las potencias europeas hasta que el Ejército estadounidense los subyugó tras una campaña de tierra quemada. Terminó arrollándolos y los envió en una marcha forzada (lo que llamamos “La Larga Marcha”) a un campo de concentración en Nuevo México. Al cabo de varios años, los líderes navajos fueron capaces de negociar con el Gobierno el regreso a nuestras tierras tradicionales, a una nueva reserva, aunque mucho más reducida en tamaño.

Los Navajo son un pueblo muy resiliente y adaptable. A pesar de enfrentarnos a grandes dificultades, somos más numerosos que nunca, trabajamos en muchas profesiones e industrias y centramos nuestra identidad en la conexión con la tierra. Somos una de las pocas sociedades nativas que, en la actualidad, ocupan una gran parte de sus tierras tradicionales. Pero todavía tenemos un largo camino por recorrer. Me refiero a los problemas que surgen de las estructuras colonizadoras-coloniales. Por un lado, tratar a las sociedades nativas como naciones plenamente soberanas e independientes socavaría los fundamentos de EEUU. Reconocer que la tierra es robada y su adquisición fue inhumana, significaría que el tipo de relación que EEUU tiene con las sociedades nativas pasaría a otra fase de reparación y reconciliación. La relación estructural entre las tribus y las autoridades de EEUU es de colonialismo paternal. Las tribus tienen que tratar con la Oficina de Asuntos Indígenas, que está integrada en el departamento de Interior. Esto, en realidad, viola la Constitución, que establece claramente que el Congreso es la única entidad que debe tratar con las naciones nativas. Ubicar a los Pueblos y Naciones Nativos dentro del mismo departamento que se encarga de los parques nacionales, la gestión de tierras, peces y vida silvestre, minería, océanos y medio ambiente es muy revelador, y es literalmente inhumano. Yo, por ejemplo, tengo un «número de censo» asignado por mi tribu que me identifica como un navajo. Dentro del pensamiento dominante hay muchos que prefieren ver el final del sistema de reservas y que «los indios se conviertan en parte de la sociedad», pero esta posición demuestra una gran ignorancia sobre la historia y nuestro estatus político único. La soberanía tribal es la capacidad de tomar nuestras propias decisiones en función de nuestros sistemas y políticas económicos, sociales, culturales y que se respeten esas decisiones. En la práctica, todo esto está bajo coacción constante.

¿Su candidatura pretende poner en el centro de la discusión política a los pueblos nativos?

Una de las principales razones por las que estoy haciendo campaña es para dar relieve a las cuestiones indígenas y hacer frente a la preocupante historia de desventaja sistemática. La principal razón por la que este es un concepto difícil de entender es la propensión estadounidense a valorar el individualismo. Somos socializados para creer que podemos alcanzar cualquier cosa individualmente si nos aplicamos, trabajamos duro y con determinación. Pero a menudo no podemos entender los complejos sistemas que abren o cierran las puertas de la oportunidad. Para un estadounidense es razonable atribuir la situación de pobreza a un fracaso personal: «Solo con trabajar más no sería pobre». Esta suposición es peligrosa, porque ayuda a demonizar a las personas que no están a la altura de las expectativas culturales o sociales y las culpa personalmente. Pero, en realidad, hay muchos factores sociales que influyen en la situación de una persona y las decisiones que toma. En el caso de los nativos, que soportan tasas de pobreza y de paro más altas, el abuso de sustancias, índices de homicidio y de violencia de género más altos y demás... estos datos son vistos como problemas inherentes o incluso como fallos culturales. Por ello, cuando una persona no indígena dice «si nos deshiciésemos de las reservas (sugiriendo la eliminación de las sociedades y culturas nativas), los indios prosperarían» no comprende que una estructura y mentalidad colonial impide a los nativos disfrutar del éxito. Tenemos un camino por recorrer y espero que mi campaña llame la atención y podamos tener un debate público más complejo y fructífero sobre estos temas.

¿Son ustedes considerados ciudadanos de segunda clase por el Gobierno? ¿Qué cambios propone?

En cierta manera, sí. El colonialismo y la mentalidad colona crearon estructuras de opresión, pero además añadieron una actitud de racismo que ha sido interiorizada por la mayoría de los estadounidenses. Para las personas de color en EEUU, nuestra experiencia es diferente a la de la mayoría de los blancos. Para algunas es mucho peor y para otras, no tanto. He experimentado algunos prejuicios raciales de vez en cuando, creo que el racismo sistémico es una sombra muy influyente que oscurece nuestro camino a la hora de poder disfrutar de los derechos concedidos a los blancos.

Hemos conocido la lucha de la tribu sioux de Standing Rock contra el oleoducto de Dakota. Fue poderoso, con un mensaje que resonó en el mundo. ¿Hay un despertar de los pueblos indígenas?

¡Sí! No habíamos visto este tipo de lucha organizada o este despertar desde los años sesenta y setenta. Creo que los pueblos indígenas en EEUU y Canadá son ahora mucho más positivos y directos que antes y, en parte, se debe a nuestra realidad histórica. Formo parte de la primera generación que no tuvo que ir a internados donde nuestra cultura y orgullo se ridiculizaban y hablar nuestro idioma significaba castigo físico. Soy de la primera generación que ha visto que nuestro liderazgo no ha sido sistemáticamente socavado, que entiende los problemas sistémicos de la estructura y mentalidad colono-colonial. Standing Rock ha sido nuestro terreno de prueba y seguiremos afianzando nuestra fuerza, nuestro poder. Estamos en la línea del frente de la resistencia por salvar al planeta de un capitalismo desquiciado. Los pueblos indígenas de todo el mundo están avanzando para revertir los efectos del cambio climático, a menudo porque sentimos los efectos más duros en primer lugar.

En su labor de investigador social, usted ha escrito un estudio sobre la soberanía tribal del pueblo navajo y el socialismo. ¿Cómo casa usted la soberanía de los navajo y la idea del socialismo democrático?

Es difícil reconciliar cualquier sistema occidental de gobierno con el contexto de las sociedades indígenas. La historia del socialismo, como respuesta al capitalismo y la rápida expansión de la industrialización en toda Europa, es contextualmente diferente de la experiencia de los pueblos indígenas en EEUU. Para nosotros se trata menos del conflicto entre la burguesía y el proletariado que de los sistemas de racismo, de la expropiación de la tierra con fines capitalistas y de la colonización de lo tangible e intangible. Muchas perspectivas teóricas se prestan bien al contexto indígena, sin duda, pero todavía falta un cuerpo robusto de análisis y de literatura para describirlas y ayudarlas a liberarse. Para que los pueblos indígenas usen de forma viable un paradigma socialista y democrático, este debe tener en cuenta su cultura y sus modos de vida. También tiene que enfrentarse a una sociedad que es altamente susceptible ante cualquier reforma socialista, porque es una sociedad muy capitalista, y la de los navajos del oeste de EEUU es una población muy escéptica ante cualquier intervención gubernamental. Se inclinan más hacia el liberalismo económico mientras siguen ideales sociales conservadores. Yo, como autodenominado «indígena ecologista y socialista democrático», trato de conciliar estas ideas. En primer lugar, soy indígena, que significa que el paradigma que nutre mis decisiones está en el pensamiento navajo tradicional. En el caso de los navajos, eso significa que debo valorar hózhóón, «caminar en armonía» o «equilibrio», lo que significa que debo mantenerlo en todo lo que hago. Quiere decir que debo dar la misma importancia a cosas como la economía, la familia, la cultura y la tradición, la espiritualidad y el respeto al medio ambiente. En segundo lugar está lo ecológico: una crítica radical al sistema capitalista que supone que tenemos recursos ilimitados y que debemos consumirlos ilimitadamente para sostener el crecimiento económico. Las matemáticas desnudas revelan sus fallos. No todos en el mundo pueden consumir con las mismas tasas de EEUU, porque ese consumo desenfrenado no solo plantea una crisis existencial en los humanos, sino que también socava nuestra propia humanidad y nuestra capacidad de mostrar compasión. En tercer lugar, el socialismo democrático, que para mí significa «por el pueblo, para el pueblo» y que creo puede prestarse a muchas formas indígenas de pensar y de hacer, especialmente si es una ideología que acepta la diversidad. El socialismo debe ser equilibrado dentro del marco de la soberanía tribal. Soy muy persistente: los indígenas deben mantener su soberanía e identidad porque nuestra diversidad de pensamiento y de hacer ofrecen mucho a la experiencia humana en general.

Usted tiene 34 años y se enfrenta a un senador republicano de 83 años, Orrin Hatch, que se postula para un octavo mandato. ¿Es un choque de generaciones? ¿Se enfrenta a una dinastía política?

Es un choque de generaciones, me gusta cómo lo planteas. Hatch es un hombre muy conservador que, con los años, se ha ido volviendo más extremista en sus pensamientos y posiciones. Ha estado en el cargo mucho más tiempo del que yo he vivido. Irónicamente, su primera campaña la basó en el hecho de que su antecesor había estado en el cargo «demasiado tiempo» (18 años). En todo este tiempo ha ganado mucha influencia y poder, lo que, en realidad, es muy útil para Utah, con su pequeña población de alrededor de 3 millones. También está el hecho de que el aborto es un tema muy polémico en EEUU, y como Utah tiene una población muy amplia de mormones y los republicanos son totalmente contrarios al aborto, muchos mormones continúan votándoles. El tipo de candidatos que el Partido Demócrata ha presentado para competir a Hatch no siempre han sido los mejores, ni se han hecho las mejores campañas. Muchos demócratas de Utah, en lugar de intentar construir puentes, se quejan de los mormones y de su influencia política, a menudo mostrando cierto desdén. No han podido conectarse con el sistema de valores de muchos mormones.

¿Se siente confiado? Usted es el primer navajo de Utah que se postula para el Senado mostrando compromiso con los más vulnerables, explotados y olvidados. ¿Cree que su mensaje está llegando a los más vulnerables?

Estoy muy emocionado con esta campaña. Hasta ahora, hemos recibido un gran apoyo, algo maravilloso. Sí, es el momento adecuado para que una persona de color se presente y lidere una plataforma progresista. Tenemos una muy buena oportunidad de ganar por varias razones: en los sondeos, el senador Hatch está en el punto más bajo de su historia, porque la mayoría de la gente quiere ver a otro candidato. En segundo lugar, el presidente Trump, aunque ganó en Utah, no lo hizo con los márgenes que normalmente se ven aquí. Trump es visto como un hombre sin moral, eso no casa muy bien con la manera de pensar de mucha gente aquí. Y Hatch se ha involucrado con Trump al 100%. Tercero, el hecho de que un candidato independiente a presidente obtuviera casi un cuarto de los votos muestra que los ciudadanos de Utah están dispuestos a romper con las estrictas líneas partidistas. Sería una ventaja adicional si Evan McMullin decidiera nuevamente postularse como independiente. Dividiría el voto conservador y haría nuestro camino aún más viable. En cuarto lugar, la plataforma con la que estoy concurriendo es muy popular en Utah: en las primarias demócratas entre Sanders y Clinton, Sanders ganó por un 80 a 20. Y por último, cada vez más personas se están politizando. Yo mismo hacía mucho que no había formado parte de un partido. La gente está cansada de las peleas partidistas, quiere caras nuevas, cosas frescas y mi campaña ofrece mucho de eso: crecí mormón y puedo hablar de sus sensibilidades, soy una persona de color que trae nuevas perspectivas, como sociólogo y activista estoy bien formado, sé cómo funciona el poder y la sociedad y, en realidad, soy una persona bastante agradable, aunque lo diga yo mismo… (carcajadas). No quiero parecer engreído, pero hay razones obvias para creer que vamos a hacerlo mucho mejor que los contendientes anteriores contra Hatch.

En su programa dice que se puede avanzar hacia un futuro de socialismo democrático compartido. Eso suena a Bernie Sanders. ¿Podemos decir que James Courage Singer es un «sandernista»?

Por supuesto, para mí la campaña de Sanders fue muy emocionante. Pensé: «¡Por fin un candidato que está hablando sobre temas estructurales y serios!». Estamos en la misma línea, pero no lo idolatro, como sí veo que hacen otros. Sanders y yo somos alumnos de la misma escuela teórica, porque para nosotros existen problemas estructurales, entre los cuales la desigualdad económica es uno de los principales. El capitalismo neoliberal está en la raíz de este problema y tenemos que ofrecer una alternativa viable: el socialismo democrático. Creo que Sanders se queda corto en algunos debates, cuando se habla de raza, género y medio ambiente, aunque hay que decir que ha hablado ampliamente sobre ellos.

Es por eso que mi experiencia como indígena añade nuevos colores y enfoques a la discusión: desigualdad económica, sí, pero también injusticia racial; desigualdad de género y derechos de las mujeres, y sostenibilidad del medio ambiente. Me encantaría trabajar con Sanders en el Senado de EEUU para aprobar algunas políticas de sentido común en temas tan apremiantes en nuestro tiempo.

Ha vivido en Utah casi toda su vida. ¿Cuáles son los valores de sus ciudadanos? ¿Y la influencia cultural mormona? ¿Cómo se conecta a ella?

La gente de Utah valora la vida familiar, el servicio, el trabajo duro, la resistencia, la autosuficiencia y la educación en general, sin importar su afiliación política. Hay una fuerte influencia cultural mormona en ello. Muchos de los colonos mormones dejaron EEUU para establecerse en Utah, que entonces era reclamado por México. Colonizaron el área (eso sí, luchando y expulsando a los pueblos indígenas), construyeron canales y ferrocarriles, extendieron sus asentamientos desde Salt Lake City, a lo largo de un corredor norte-sur, desde Alberta (Canadá) hasta sus colonias en el norte de México. Hay también un colectivismo innato que todavía impregna su cultura, aunque está fuertemente influenciado por el individualismo imperante. Los mormones se han convertido en algunos de los capitalistas más exitosos de EEUU y la propia Iglesia Mormona ha extendido sus negocios en diversos campos. Enfocaré mi labor en hablar de esos valores y tratar de demostrar que muchas de las políticas apoyadas por políticos a los que votan son contrarias a sus propios valores. Es una batalla dura, pero estamos en un momento político tan singular que podemos lograrlo.

Estamos viendo desde aquí, con profunda preocupación, la presidencia de Trump. ¿Cree que puede empeorar y dañar más la imagen exterior de EEUU?

En Trump vemos fuertes inclinaciones autoritarias: sus exigencias de lealtad, su absoluta negativa a aceptar los hechos, su forma unilateral de entender el diálogo y su abandono de la moral y la humanidad. Es bastante horrible. Tengo la sensación, no obstante, de que la gente de Utah está cansada de Trump. Los demócratas y la izquierda lo ven como la encarnación del mal. Y para la derecha, su moralidad es cuestionable. A quienes les gusta Trump les encanta porque no tiene filtro y habla como piensa. Les gusta su pose de «hombre fuerte» y su enfoque más militarista en contraposición con el «enfoque diplomático» de Obama.

Veo en Trump una visión anticuada del mundo. ¡Su mantra de “América primero” es tan miope! Ve la diplomacia como un impedimento, en lugar de algo beneficioso. Hay una parte de mí que se alegra de que sea tan delirante, porque lo hace tan incompetente que, aunque empañe la percepción exterior de EEUU, no podrá efectuar los cambios que destruirán el mundo. Yo estaría más preocupado si otro más competente, aunque con ideas igualmente destructivas, llegara al poder si Trump fuese destituido, como el vicepresidente Mike Pence o Paul Ryan. En este caso, Trump puede ser realmente el menor de los males, por muy enloquecido que suene. Este es el estado de la política en EEUU: se ha convertido en un reality televisivo.

Finalmente, algunas preguntas sobre sus vínculos con la comunidad vasca. Es miembro del club vasco de Utah. Cuéntenos un poco la historia vasca de su mujer...

La abuela de mi mujer, María Dolores Irazabal Aranzamendi, vivía en Galdakao. Durante la Guerra Civil huyó a la parte francesa del País Vasco. Después de que Franco tomara el poder, se trasladó a Venezuela con su marido holandés que tenía un negocio pesquero en el Golfo de Vizcaya y en los Países Bajos. Siempre mantuvo lazos con el País Vasco, pero vivió el resto de sus días en Mérida (Venezuela). Tuvieron tres hijos y una hija. Uno de ellos era el padre de mi esposa, Juan María, quien murió hace varios años. Carolina, su única hija, salió de Venezuela hacia EEUU cuando tenía 19 años. Primero se mudó a California con algunos amigos y luego a Utah. Nos conocimos a través de amigos mutuos y al instante me impactó. Estaba intrigado por sus encantadores ojos y su fuerte historia. ¡Cuando me enteré de sus raíces vascas quedé tocado! Yo había leído sobre el País Vasco tras toparme con un artículo en “National Geographic”. Vi tantos paralelismos con lo que los Pueblos Indígenas de EEUU tuvieron que soportar y la historia de los vascos: las limitaciones a su soberanía, la asimilación forzada, la prohibición de la lengua nativa, etc. Me quedé muy impresionado con el trabajo de reforzar la identidad nacional y el renacimiento mediante la unificación de la lengua. Creo que los navajos pueden aprender mucho de cómo los vascos han obrado con su lengua. En Utah, muchas familias emigraron a principios del siglo XX. Muchas de ellas se establecieron por Idaho y Nevada, criaron ovejas (al igual que los navajos) y fundaron una comunidad compacta. Los bailarines vascos de Utah, aunque no son muchos, son bien conocidos por su autenticidad y vigor. ¡Incluso hicimos un baile vasco en nuestra boda! También incluimos aspectos tradicionales navajo. Ahora que estamos criando a nuestra hija, en nuestra casa se oyen palabras de varias lenguas: español e inglés, y también euskara y navajo. Bromeamos con que nuestro hogar es una miniatura de la ONU.

¿Conoce algunas palabras de nuestra lengua?

Solo palabras básicas. De hecho, las usé todas al encontrarme con la abuela de Carolina, lo que la impresionó, así que decidieron acogerme. A ella le gustaba que la llamaran amatxu. Así que para mantener la tradición, llamo a mi niña Katetxu, su nombre es Katerina o Kate, para abreviar. Fue algo que sucedió después de su nacimiento. Simplemente me sentí bien haciéndolo.