Mikel CHAMIZO
Entrevue
ÁNGEL ILLARRAMENDI
COMPOSITOR

«Una sinfonía es como un hijo, hay que mimarla para que crezca por sí sola»

La Orquesta Sinfónica de Euskadi estrenó el viernes la “Sinfonía nº9” de Ángel Illarramendi, prolífico autor de música para cine que en los últimos años está centrándose cada vez más en creaciones para las salas de conciertos. De veinte minutos de duración y un fuerte carácter rítmico, la “Sinfonía nº9” muestra una faceta poco conocida del compositor de Zarautz.

Ángel Illarramendi es bien conocido por su música para películas dirigidas por Gracia Querejeta, Pedro Olea, Juan José Campanella, Manuel Gutiérrez Aragón o Ray Loriga. No obstante, y a diferencia de otros autores de música de cine, ha sabido buscar un espacio en su repertorio para la música de concierto. Su “Sinfonía nº9”, escrita entre 2012 y 2014, en los ratos libres que le dejaba su trabajo cinematográfico, llega ahora a los atriles de la Orquesta Sinfónica de Euskadi, que la estrenó el viernes en el Teatro Principal de Gasteiz y la repetirá hoy lunes en Donostia, mañana en Iruñea, el míercoles en Bilbo y el jueves, de nuevo, en Donostia.

¿Hay algo de cinematográfico en su «Sinfonía nº9»?

No. Conscientemente no. Además lo que me gusta de la sinfonía es, justamente, meterme en otra historia diferente a la del cine. En el cine todo está muy limitado, tienes que controlar férreamente el tiempo de cada escena y respetar a rajatabla sus parciales. Antes de empezar con la banda sonora tienes que predefinir también qué tipo de orquesta y de texturas instrumentales vas a emplear, para dar coherencia a la sonoridad de toda la película. Cuando hago sinfonías busco justamente lo contrario: la libertad absoluta.

Hoy en día los compositores no están muy interesados en escribir sinfonías, la ven como una forma musical del pasado. No obstante, esta es la novena que sale de su pluma. ¿A qué se debe tanto interés por el género?

Hay que tener en cuenta que hoy día la sinfonía no es como antes, en los tiempos clásicos y románticos, cuando tenía un guion muy preestablecido. A partir de un tiempo la sinfonía empezó a ser muy libre y cada autor se la planteaba de una manera diferente. Hoy nadie sigue la forma clásica de la sinfonía y yo tampoco, pero eso no significa que se pueda descuidar la forma, que es la vida de la obra. Una sinfonía nace, se desarrolla y crece, y tiene que hacerlo de forma natural. Es como un hijo, que va creciendo por sí solo pero uno le va ayudando y sosteniendo. Con una sinfonía es parecido, tienes que mimarla para lograr que la música no aburra, que se desarrolle bien, que produzca la sensación de que la obra es así y que no podía haber sido de otra forma. La sinfonía, hoy en día, es quizá la forma musical más libre, pero tal y como la llamo sinfonía podría haber usado cualquier otro nombre.

Han pasado 30 años desde que escribió su primera sinfonía. ¿Qué particularidades tiene esta «Novena» en relación con las anteriores?

Cada sinfonía es para mí como las páginas de un diario, ya que cada una responde a un momento concreto de mi vida: la primera es del 84, la segunda del 86, esta última del 2014, y reflejan facetas muy diferentes de mi persona. Esta “Novena”, en concreto, es la sinfonía más acentuada de toda la serie. Como las dos anteriores, parte de una sola frase inicial de la que surge el resto de la sinfonía, que tiene un solo movimiento de veinte minutos. En ella todo es rítmico porque esa frase inicial está en el compás irregular de cinco por ocho, el mismo del zortziko, aunque no tenga nada que ver con este baile. Ese motivo rítmico, contrastado con otro más lírico en tres por cuatro, va cambiando y transformándose en nuevos hallazagos, como un adagio que aparece en la parte central. Toda la sinfonía está muy encandenada.

¿Qué uso hace en ella de las posibilidades de la Orquesta de Euskadi?

En esta sinfonía he tenido mucho interés en que sea muy sinfónica, valga la redundancia. Quiero decir que he buscado que la participación de todos los instrumentos y solistas de la orquesta sea constante. Para lograrlo he tratado de generar un juego continuo en la orquesta, de forma que ninguno de los instrumentos esté mucho tiempo sin tocar. Solo hay una parte en que la sección de cuerda toca sola, pero en general no hay mucho espacio para el silencio. Mi idea era que los músicos disfruten tocándola, que participen activamente y se diviertan.

¿Cómo se encuentra un equilibrio estético entre componer para el cine y para las salas de conciertos?

La verdad es que yo no hago grandes diferencias. Son momentos distintos, paseos más largos o más cortos. Hay quien piensa que la de cine es música sin importancia, pero hay grandes obras entre la música de cine y otras aburridísimas en la de concierto. A mí el cine me divierte mucho, me parece una disciplina artítstica actual y apasionante en la que me encuentro muy cómodo. Además el hecho de intercalar la música de cine con la de concierto le da frescura a ambas. Yo tengo la suerte de poder hacer ambos tipos de música, pero lo más importante es poner el alma en todo lo que se hace. Mi talante no cambia y procuro ser igual de creativo en ambos campos.

¿Cómo se influencian mutuamente ambos mundos?

Yo he aprendido muchísimo haciendo cine, porque ojo, el cine te da un rodaje cojonudo. Como a mí siempre me ha gustado hacer música melódica, eso supuso que en décadas pasadas, cuando la música contemporánea estaba muy intelectualizada, me ninguneaban. Y si tu escribes una obra tras otra y no te las estrenan, puedes cometer fallos sencillamente porque no tienes la práctica de escuchar lo que has compuesto. En ese aspecto el cine es fantástico, porque escribes la partitura e inmediatamente estás grabándola, puedes ver los fallos que has cometido y adquirir mucho oficio. Esto me ha permitido mantener muy fuerte mi técnica compositiva en años en que mis obras de concierto no se tocaban demasiado. Afortunadamente, hoy vivimos tiempos más desprejuicidados y programar mi música ya no es ningún problema.

¿Cuál es la principal cualidad que debe cumplir un compositor de música para cine?

Te tiene que gustar el cine y entender de cine. Y tienes que ser un poco sicólogo para entender los personajes e introducirte en el tempo de la película para airear los motivos principales y los leitmotivs. Es muy importante también tener una relación fluida con el director, porque hay un intercambio de ideas fundamental entre los dos. Pero lo principal, en el fondo, es hacer buena música, porque el medio se termina dominando enseguida y hoy en día, con la tecnología que tenemos, es mucho más fácil que antes.

¿Pero se puede ser realmente creativo escribiendo música para cine?

Depende mucho de qué tipo de película o proyecto se trate. Si te limitan demasiado puede llegar a ser un verdadero engorro. Pero en España, y en Europa en general, los compositores tenemos un poco más de libertad. Con los colegas estadounidenses, los que escriben música para Hollywood, la presión que ejerce la industria sobre ellos es terrible. Tienen muy poca libertad y los ritmos de producción les obligan a trabajar en unas condiciones que yo no entiendo. Para poder cumplir con los plazos necesitan, por ejemplo, de orquestadores, una figura absurda, el equivalente a pintar un cuadro a lapiz y que los colores te los pongan otros. En Hollywood está todo muy profesionalizado, pero yo no veo muy contentos a muchos compositores que trabajan allí.

 

Prosigue el homenaje a Usandizaga

La Orquesta Sinfónica de Euskadi (OSE) continúa rescatando el catálogo de José María Usandizaga en este año en que se conmemora el centenario de su fallecimiento. Como preludio a la “Sinfonía nº9” de Illarramendi, la OSE tocará el tercer movimiento del “Cuarteto sobre temas populares vascos”, que Usandizaga compuso en 1905, poco antes de regresar a Donostia tras sus estudios en la Schola Cantorum de París. Se trata de una composición fundamental al ser uno de los primeros experimentos de Usandizaga con el folclore musical vasco, que tanto peso tendría en su producción futura y especialmente en obras maestras como la ópera “Mendi-Mendiyan”. El tercer movimiento del cuarteto, “Moderato”, que es el que tocará la OSE, toma la célebre melodía de “Itsasoa laino dago” y la impregna de una profunda melancolía. Además de Usandizaga e Illarramendi, la OSE interpretará también la “Sinfonía nº7” de Antonin Dvorak, considerada su creación más perfecta, en la que nuevamente tiene un papel destacado la música folclórica, en este caso la de su Bohemia natal. M.C.