Jon ORMAZABAL

JUAN MARTÍNEZ DE IRUJO, LA MADUREZ DE UN CAMPEÓN

El 22 siempre ha sido un número especial para todos los pelotaris, es el objetivo de cada partido, la cifra que resetea el contador para afrontar un nuevo reto. Juan Martínez de Irujo afronta este domingo su final número 22 y analiza con GARA su momento actual, de plena madurez, y los retos que todavía le quedan por delante.

No fue, ni mucho menos, el partido ante Aimar Olaizola en el que más ha sufrido, pero una de sus primeras reflexiones tras conseguir el pase a la final del Cuatro y Medio fue que, «es difícil planificar en la pelota, jugamos toda la temporada, vamos cumpliendo años, yo he cumplido 34 y no es posible tener la misma chispa durante todo el año». La confesión fue el punto de partida de la conversación que mantuvimos con el de Ibero en las entrañas del Labrit, escenario en el que arrancó su preparación de cara a su vigesimosegunda final profesional, que se dice pronto.

«No recuerdo en qué contexto iba pero tengo claro que ahora me cuesta más recuperar que antes. Intento meter la misma carga de entrenamientos, pero el cuerpo no lo asimila como antes, necesito descansar mucho más, eso está claro. Llevo 12 años y medio de profesional, 22 finales y al final estás todo el día en la cresta, o no sé como decirlo, y los objetivos se cumplen machacando, no hay más secretos. Y eso pasa factura», se sincera el de Ibero. «A la pelota no le pego como antes, no sale con la violencia que salía antes, pero mejoras en otras cosas. Al final, unas carencias las suples con otras virtudes, para eso entrenas, para estar lo mejor posible», prosigue.

Y es que, tiene claro que en el momento en el que baje un poco su nivel, el resto del cuadro no se apiadará de él. «El que viene por detrás te atropella. Entrenando a tope puedes ganar o perder, imagínate si bajas un poco».

El relevo generacional parece haber llegado y, de hecho, con la irrupción de pelotaris como Altuna, Artola o Irribarria, debutantes que apenas superan los 21 años rindiendo a tan gran altura, el del nuevo ciclo ha resultado un término recurrente en este acotado. ¿Lo notan los pelotaris instalados en la elite desde hace más de una década? «Sí. En lo que lees, en lo que te cuentan y en las ganas que tiene la gente sí, pero a mí eso no me preocupa, es ley de vida. Vendrán de atrás pelotaris más jóvenes y nos echarán porque son mejores, porque tienen más fuerza… Es lo que hicimos nosotros a los de antes. Yo entreno para estar ahí arriba y me da igual que me gane uno de 19 años que uno de 32. Lo que yo quiero es estar ahí y ponerles las cosas difíciles. Que me echen porque son mejores, y eso llegará. Nosotros ya estamos descendiendo, vamos cuesta abajo y cada vez vamos a ir a menos, es ley de vida, pero esperemos mantenernos ahí», analiza el delantero de Aspe.

Eso sí, de momento el estatus parece mantenerse. «No me han respetado nunca y ahora ya… –ríe el de Ibero–. El otro día en Bilbo, entre el primer partido y el nuestro éramos seis pelotaris y había tres mayores que yo, Aimar, Pablito y Xala, fue una coincidencia. Con Abel soy el quinto de edad –es el tercero más veterano en Aspe y también en este Cuatro y Medio–, pero es ley de vida y esperemos estar ahí por tiempo. Yo, si las lesiones me respetan, creo que tengo cuerda todavía para años», se reivindica.

En una década, el cuadro profesional se ha renovado casi por completo y «sí, se nota. No sé, a mí siempre me ha gustado estar de risas y de buen ambiente en el vestuario y creo que además he tenido buenos maestros como Titín y Lasa, por ejemplo, que estaban todo el día de cachondeo. Ahora se es un poco más serio que hace 12 años. No diría que es más profesional, es más serio, antes había más cachondeo». ¿Y el número de cenas, se mantiene? «Cenas, ya estamos para pocas… nos cuesta mucho recuperar», relata aunque su sonrisa no parece estar muy de acuerdo con lo que acaba de pronunciar su voz.

La situación económica y los cambios en las maneras de disfrutar del tiempo de ocio también han condicionado mucho a la pelota, donde los antes llamados «pelotaris de empresa» cada vez tienen menos sitio entre estrellas de primer orden y diamantes por pulir. ¿Tienen más presión los jóvenes de ahora, teniendo que demostrar su valía en periodos cada vez más cortos? «Todo deportista tiene que demostrar para ayer lo que va a hacer dentro de dos años. Eso depende como seas tú sicológicamente, aguantarás esa presión o no la llevarás», argumenta Irujo, que no aprecia grandes diferencias.

Precisamente su rival de este domingo, Mikel Urrutikoetxea, a sus 26 años, es uno de los manistas que parece haber superado su época de incertidumbre, para confirmar todo ese potencial que se apreciaba desde que dio el salto en 2009. «Ahora igual se cree un poco más que puede ganar, ha cogido confianza y va para adelante rápido y eso se nota. No juega tanto a bote como antes y para mí va a ser un candidato claro a todos los campeonatos», analiza Irujo.

«Luego tiene un voleón y con el gancho está acabando muy bien, es complicado jugarle. A ver si me funciona la derecha y le puedo sorprender pero voy con mucho respeto a ese partido. La gente se piensa que Aimar y yo tenemos que ganar a todos, pero eso no es así», prosigue.

De hecho, si Urrutikoetxea es capaz de ganar este domingo, sería el primer año desde la irrupción del de Ibero en el Manomanista de 2004 en el que ni el de Ibero ni el de Goizueta se calen una de las tres grandes txapelas de la temporada. «Eso es lo normal, lo anormal yo creo que es lo que hemos hecho hasta ahora. Jugué seis finales seguidas, pero no se puede estar siempre ahí arriba, hay veintitantos pelotaris por empresa y al final lo suyo sería que hubiera mayor alternancia».

Aunque su verano también haya sido sobresaliente, a nivel competitivo, su temporada la puede salvar con el Cuatro y Medio, una distancia en la que, a pesar de los números –está a punto de igualar a Julián Retegi en txapelas (4) y seguro, al menos, empatará a su botillero Patxi Eugi, con tres títulos y ocho finales– sigue sin terminar de cogerle el puntillo. «Para nada esperaba haber llegado tan lejos en el Cuatro y Medio, son ocho finales y diez años consecutivos metiéndome en semifinales, con lo poco que me gusta». «A mí me cuesta amoldarme a la distancia. Juegas dos partidos para el campeonato navarro prácticamente sin entrenar y luego al campeonato llegas de un montón de festivales y torneos de verano. Empiezas a entrenar y se te va la chispa y lo pasas mal, a mí me cuesta… No me encuentro cómodo, a la pelota no le doy, como me pasó en los primeros partidos, en los que dejaba mucha pelota servida en el dos y así poco se puede hacer. Esperemos que el día de la final no me pase lo mismo».

De todos modos, haber ganado al mejor especialista de todos los tiempos en los dos últimos campeonatos debe reforzarle en su moral, por mucho que pueda sentir que su última victoria fuera minusvalorada por los problemas de Olaizola II en su zurda. «Tampoco me pilla de sorpresa, ya se lo he dicho a algún compañero tuyo. Cuando le ganó Julen a Aimar era porque tenía bronquitis, cuando le gané la final el año pasado era porque estaba mal, ahora también está mal… Aimar, con el dedo roto, ha habido finales que me ha bailado de un lado a otro y otras en las que yo era el amo de la cancha, tampoco pasa nada, son días».

Por mucho que con los años haya logrado dominar su temperamento, lo de ser nítido y directo en sus respuestas y no evitar entrar en temas espinosos siguen siendo una de sus señas de identidad. Por ejemplo, ha sido el único –Julen Retegi se alineó más tarde complenamente con él–, en criticar abiertamente los parones de tres minutos para las televisiones estrenados en este acotado. «A nadie le gusta y a poca gente le he oído decir nada. Ese igual es un error mío, decir lo que pienso. Pero bueno, ahí está. Es un tema que ha traído cola y yo no voy a hablar más, pero sí estaría bien que nos tuvieran en cuenta a los pelotaris en estas cosas».

Al menos, una de las viejas reclamaciones del de Ibero, el poder parar al menos 15 días en junio, una vez se acaba el Manomanista y antes de comenzar el maratón veraniego, está tomado forma. «Debería ser lo normal. Nosotros también somos trabajadores y tenemos nuestros derechos. Hasta ahora por una cosa o por otra, por compromisos de la empresa y porque nosotros también, cuanto más jugamos más dinero ganamos, por una cosa o por otra, no te podías ir. Pero tampoco es una locura irte 15 días de vacaciones. Ojalá hubiera existido esto desde que debuté», explicó el de Ibero, no del todo seguro de que dos semanas sean suficientes.

Sin pensar todavía en la jubilación, junto a buenos amigos como Patxi Eugi, Fernando Goñi y Peio Martínez de Eulate, el de Ibero se ha embarcado en una nueva aventura, Elkarpelota, una escuela en la que pretenden aportar su experiencia a los más jóvenes. «Somos una cuadrilla maja, nos está costando bastante tiempo pero al final es por la pelota, que es lo que más nos gusta. Yo he ido cogiendo detalles de lo que Jokin Etxaniz nos suele corregir y decir a nosotros y espero poder enseñarlo a unos chavales que vienen con mucha ilusión. Creo que además me puede venir también bien a mí para darme cuenta de lo que hago cuando entreno. Siempre se aprende de unos y de otros». Y es que, por mucho que el contador vuelva a llegar a 22 el domingo, Irujo está dispuesto a resetear y volver a empezar. El Parejas no espera.