Jaime IGLESIAS
MADRID
Entrevue
LARS KRAUME
DIRECTOR DE CINE

«Fritz Bauer siempre fue considerado un ‘outsider’, se olvidaron pronto de él»

Nacido en Chieti (Italia) en 1973 ha desarrollado el grueso de su labor como director en el medio televisivo. «El caso Fritz Bauer» es su sexto largometraje, con él ha conseguido nueve nominaciones a los Premios del Cine Alemán de 2016. La película, ambientada en los años 50, evoca el empeño de este fiscal en la captura del criminal nazi Adolf Eichmann y sus baldíos esfuerzos para que fuera juzgado en Alemania.

Figura discutida, a Fritz Bauer siempre se le reprochó haber traicionado a su país, negociando con los servicios secretos israelíes del Mossad el secuestro de Eichmann. La película de Kraume nos muestra la escasa capacidad de maniobra del fiscal, cuyos esfuerzos por enjuiciar a criminales nazis chocaron frontalmente con el discurso de reconciliación nacional que llevó a las autoridades políticas alemanas de los años 50 y 60 a un intento por pasar página.

 

La actuación de Bauer en el caso Eichmann aún genera controversia ¿Fue el deseo de resarcirle lo que le llevó a esta historia?

No tanto el deseo de resarcirle como de activar su memoria, ya que pese a tratarse de un personaje cuyo legado nadie discute, lo cierto es que se olvidaron de él muy pronto. Quizá tenga algo que ver en ello el hecho de que Fritz Bauer siempre fue considerado un outsider: homosexual, socialista y exiliado, volvió a Alemania para sentar en el banquillo a algunas de las figuras más destacadas del régimen nazi y no tuvo empacho en hacerlo a pesar de las presiones que sufrió y de que su actitud iba en contra del discurso oficial. Esto le confiere un aura de héroe clásico pero con un perfil atípico: se trataba de un hombre mayor, de aspecto enfermizo que estaba siempre tosiendo; aún así se batió por un ideal de justicia. Esto le daba una dimensión muy moderna al personaje y consideré que sería interesante recuperarlo para el público actual.

¿Todas esas contradicciones no le generaron dudas acerca de cuál debería de ser el enfoque idóneo desde el que acercarse a su figura?

La principal dificultad que me planteó acercarme a un personaje como Bauer fue la de no ceder a las tentativas de dispersión narrativa a las que forzosamente te conduce su figura. Su propia biografía está repleta de episodios interesantes, solo el modo en que vivió su exilio podría dar lugar a una película completa. Entonces, lo fundamental fue plantearse ¿qué queremos contar? A partir de ahí, encontrar financiación para el proyecto fue relativamente sencillo. Tuvimos bastante apoyo por parte de las instituciones y nos beneficiamos además de que Alemania es un país muy predispuesto  a entrar en diálogo con su propia historia, con su propio pasado, a través del cine. No creo que, a estas alturas, sean muchos los que vean en Bauer una figura rencorosa o vengativa, como se dijo en su día para desacreditarle.

No obstante, usted no renuncia a mostrar esos claroscuros que parecen definir al personaje.

No claro, para mí son esenciales y mostrarlos es una forma de serle fiel. Además, mientras preparábamos el guion descubrimos que aún hay muchos secretos en torno a Bauer. Por ejemplo, sigue siendo un misterio la identidad de la segunda fuente que le puso sobre la pista de Eichmann. Hoy en día aún no se sabe quiénes fueron sus informantes, pero yo no soy un cronista sino un simple cineasta, por lo que ante esas lagunas historiográficas únicamente puedo especular. Aquello que ofrecemos en la película es una simple hipótesis de cómo pudieron darse los hechos.

 

¿Hasta qué punto la necesidad de ser fiel al relato histórico condicionó su trabajo de escritura y dirección?

Siempre que escribes un guion basado en acontecimientos histórico te obligas a trabajar en dos registros aparentemente contradictorios: por un lado el de ser honesto con los hechos acaecidos y, por otro, el de construir una buena ficción. ¿Cuántas y cuántas películas hemos visto que, siendo fieles a los hechos que narran, resultan, sin embargo, terriblemente aburridas? Nuestra máxima preocupación fue articular una historia que tuviera impacto dramático pero cuya veracidad no pudiera ser cuestionada. Es cierto que nos tomamos ciertas licencias como la incorporación de la figura de Angermann, el joven fiscal homosexual en quien Bauer confía como apoyo a sus investigaciones. Se trata de un personaje inventado pero funge como símbolo de esa nueva generación de juristas alemanes a quienes Bauer apelaba en su deseo de que se produjese una regeneración del sistema. Además este personaje también nos permitió indagar en la cuestión homosexual y en la criminalización de esta en la Alemania de entonces, de hecho unos años más tarde un fiscal fue chantajeado por su condición sexual. Con lo cual, pese a ser un personaje ficticio no es irreal en tanto encaja en el contexto histórico.

¿Ahondar en las tensiones que le procuró su condición de homosexual no supone alejarse, en cierto modo, del personaje para adentrarse en la persona?

Fuimos muy cuidadosos con eso. De hecho rodamos secuencias donde, sin ser demasiado explícitos, sí que fuimos un poco más lejos a la hora de mostrar el grado de complicidad que había entre Bauer y Angermann. Fueron secuencias que eliminamos del montaje final porque, de hecho, nos parecía que conducían a otra historia, que entraban de lleno en su intimidad y, como tú dices, nos alejaba del personaje. No queríamos distraer al público de lo esencial. Más allá de cualquier especulación, la relación que se da entre ambos es la típica entre maestro y alumno.

Según muestra en la película, el modus operandi de Bauer se vio motivado por los rescoldos del nazismo que aún permanecían activos en el sistema jurídico alemán. ¿Hasta qué punto aquella llama sin apagar condicionó la política de reconciliación nacional de Adenauer?

El problema es que toda la sociedad alemana, en su conjunto, había sido responsable de aquél horror. Obviamente, el nivel de implicación no era el mismo en cada individuo pero en el caso de la Administración, cuanto más alto era la posición jerárquica de la persona, mayor había sido su responsabilidad durante el nazismo. Hasta finales de los años 60, el 80% de los jueces y fiscales alemanes en ejercicio ya desarrollaban su labor durante la época del III Reich. Ese fue el escenario en el que desarrolló su labor Fritz Bauer y así se entiende mejor su empeño por integrar a las nuevas generaciones en la reconstrucción del país. Porque además él siempre fue partidario de algo que hoy, visto en perspectiva, se antoja un imposible, y es que cada alemán se confrontase con su pasado asumiendo públicamente su culpabilidad en el sostenimiento de un régimen criminal. Eso era mucho pedir en aquél tiempo.

 

Según ha dicho antes, Alemania es un país muy predispuesto a entrar en diálogo con su con su propio pasado. ¿Cree que el cine alemán ha cambiado el enfoque desde el que se confronta con su  historia?

Es una pregunta compleja. Mis profesores en la Escuela de Cine, entre los cuales se contaban algunos de los grandes nombres del nuevo cine Alemán de los años 70, jamás se habrían planteado, por ejemplo, hacer una película como “El hundimiento”, no hubieran osado retratar a alguien como Hitler de esa manera. Para aquella generación todavía tenía un cierto peso el axioma según el cual “después de Auschwitz cualquier intento que se haga por retratar aquél horror equivale a banalizarlo”. Y yo estoy en parte de acuerdo con ellos. Si atendemos a las películas alemanas que más éxito han tenido entre el público en su retrato de aquellos años, vemos que se trata de largometrajes que se aproximan al III Reich como un periodo en el que una pandilla de sicópatas ocuparon las altas esferas del poder y sojuzgaron a la población que es representada como víctima. Es decir, son películas que lejos de confrontar al espectador con su responsabilidad histórica tratan de aliviar su conciencia. Por eso para mí, en esta película, fue importante mostrar la connivencia entre sociedad civil y poderes públicos a la hora de resolver pasar página tapándose los unos a los otros. El vacío que le hicieron a Bauer en su empeño por extraditar a Eichmann para que fuera juzgado en Alemania, tuvo mucho que ver con el miedo a que pudiera dar nombres que de altos representantes de la administración que estaban empeñados en limpiar su hoja de servicios respecto a los años del nazismo.