Beñat ZALDUA
AGRESIONES SEXUALES A MENORES

No digas pederastia, llámalo abuso de poder

Uno de cada cinco menores sufre algún tipo de abuso sexual, según el Consejo de Europa. En la mayoría de ocasiones el agresor, casi siempre hombre, es alguien del entorno más cercano. Y la agresión pocas veces tiene que ver con una patología mental.

La primera vez que el tío Anselmo lo hizo, cuando ella le preguntó por qué le quitaba la ropa, él le dijo que era su sobrina preferida y que la quería mucho, y que ese juego era el juego más secreto de todos. Como Estela era la sobrina a quien más quería, debía hacerle caso y guardarle el secreto». Es un fragmento del libro ‘‘Crida ben fort, Estela!’’, idéntico al testimonio real de infinidad de víctimas de abusos sexuales durante la infancia. Una realidad que el caso de un sacerdote de la diócesis de Baiona denunciado por abusos (algo que el obispo, Marc Aillet, conocía previamente) ha vuelto a poner encima de la mesa estos últimos días. La proliferación de casos de abusos a menores ligados a la Iglesia católica ha logrado romper varios tabúes sobre el tema, del que tímidamente se empieza a hablar, pero el hogar familiar sigue siendo terreno vedado al debate público. Y lo cierto es que la mayoría de casos se dan en ese ámbito doméstico.

Las cifras resultan sangrantes. Según la investigación del profesor Félix López Sánchez, catedrático de Sicología de la Sexualidad de la Universidad de Salamanca, el 23% de las niñas y el 15% de los niños sufren actualmente algún tipo de abuso sexual en el Estado español. Y por abuso se entiende, según la Asociación Española de Pediatría, «cualquier comportamiento en el que un menor es utilizado por un adulto u otro menor como medio para obtener estimulación o gratificación sexual».

«Es una emergencia social», señala a GARA el propio López Sánchez, que pone el foco en «la socialización de tantos abusadores». «La mayoría no son denunciados y cuando se trabaja con ellos no siempre son sinceros», lamenta este profesor, que explica que lleva «años intentando romper el silencio». Cuesta mucho, asegura.

No es cosa solo del Estado español. Las estimaciones existentes para el resto de países occidentales resultan similares. De hecho, el Consejo de Europa lanzó ya en 2010 una campaña con el significativo título de «Uno de cada cinco», en referencia al porcentaje de menores víctimas de abusos sexuales. «La falta de políticas de prevención eficaces sigue siendo el principal obstáculo para la eliminación de la violencia sexual contra la infancia y la adolescencia. El desconocimiento del alcance real de la violencia sexual debido a la falta de datos fiables se ha traducido en estrategias de prevención inadecuadas», según el Consejo de Europa, que en la presentación de la campaña añadía que la cifra «coincide con las estadísticas presentadas por diversas organizaciones, entre las que cabe citar a Unicef, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización Mundial de la Salud (OMS)».

Pocas veces es enfermedad

Una de las primeras cosas que destacan quienes trabajan en este ámbito es la mala utilización de la palabra pederastia, que se refiere a una enfermedad. «Detrás de la mayoría de abusos no hay una patología mental. Las causas son muy diversas, pero la falta de autocontrol y la falta de ética son las más frecuentes», explica López Sánchez. Por su parte, desde la asociación para el Tratamiento del abuso y el maltrato en la infancia Garaitza, Carmen Escudero apunta que «no es lo mismo pederastia que incesto». «Sobre la primera se está cayendo el tabú, pero como pederastia se están haciendo pasar cosas que no lo son, como el incesto y el puro abuso. La palabra incesto se ha retirado de la circulación», explica esta sicoterapeuta, que recuerda que «más del 90% de las agresiones se producen dentro de la familia». Las cifras del Consejo de Europa se acercan, ya que asegura que «entre el 70 y el 85% de los casos, la víctima conoce al autor de los actos de violencia». Así se lee en la campaña con la que promocionaron la entrada en vigor del convenio para la protección de los niños contra la explotación y abuso sexual, más conocido como Convenio de Lanzarote.

«Si hay tantas víctimas, quiere decir que hay la misma cantidad de agresores», sigue Escudero, que subraya que «la inmensa mayoría son hombres», y que recuerda que el abuso a menores no entiende de clases sociales: «Es completamente falso que esté ligado a las clases pobres, no tiene nada que ver con la clase social, es completamente transversal».

El profesor López Sánchez confirma que «la mayoría de agresores son hombres, tanto de niñas como de niños». Preguntado por la causa, señala que «la respuesta es compleja e imprecisa». Sin embargo, desde Garaitza, Escudero se muestra bastante más contundente: «Es patriarcado puro y duro, es un abuso de poder en toda regla».

La presidenta de esta entidad con sede en Bilbo explica que «cada vez más madres nos llaman para pedir consejo o comentar cosas». «Antes la mujer tendía a taparlo, ahora ya no. Es una consecuencia evidente del empoderamiento de la mujer, que al no depender tanto del hombre para su vida, empieza a perder el miedo», añade Escudero. Se declara optimista por ello y porque «los niños tienen más presencia hoy en día». «Ya no se les considera como meros objetos, sino más bien como personas en proceso de construcción», explica, para extenderse a continuación: «Siempre acostumbramos a juzgar con el ojo del adulto, pero hay que recordar que son niños y que no entienden, no saben lo que les pasa, lo que les están haciendo. De hecho, no tienen ni palabras para expresarlo. Muchas veces, ya de adultos, solo tienen imágenes distorsionadas para explicarse». Por ejemplo: un dedo en vez de un pene.

En cualquier caso, la presidenta de Garaitza recuerda que queda mucho por hacer y que «si las instituciones hicieran su trabajo, nosotros no tendríamos razón para existir». «No te puedes ni imaginar la gente que llama, deja un mensaje en el contestador y, cuando le respondemos la llamada, no contesta», asegura.

Secuelas para toda la vida

Según las cifras aportadas por los Grupos de ayuda mutua para supervivientes de Abusos Sexuales en la Infancia (ForoGAM), un 58% de las personas que sufrieron abusos sexuales siendo menores trata de quitarse la vida. Escudero continúa la lista de secuelas: adicciones, autosabotaje, anorexia y un largo etcétera. «Las tres áreas en las que se suele articular una vida, la social, la familiar y la laboral, quedan afectadas por el maltrato y el abuso infantil», explica esta sicoterapeuta, que añade que «muchas niñas que han padecido abusos sexuales en la infancia son víctimas de maltrato en la edad adulta».

La mayoría de expertos coincide en señalar que cuando el maltrato se da fuera del hogar y es un abuso sexual puro y duro, las secuelas acostumbran a ser menores que cuando a la agresión sexual se une el maltrato psicológico. «De hecho, lo que veo es que cuando se generan más secuelas es cuando no se creen las denuncias del menor», apunta Escudero, que subraya la importancia de «dar credibilidad a lo que dicen los niños». Tras aportar confianza al menor, la receta pasa por «buscar ayuda, acudir a profesionales y tener la confianza de que se puede superar». Porque se supera, asegura esta psicoterapeuta que lleva años trabajando diariamente con adultos que sufrieron abusos cuando eran menores: «A mi me llegan vidas que parecen un encaje de bolillos todo liado y enredado, y mi trabajo es desliarlo, aclarar el laberinto y volver a dar una forma armónica al encaje de bolillos».