Janina PÉREZ ARIAS
Entrevue
TOM HIDDLESTON
ACTOR

«Nunca haría una película que ya sobre el papel parezca fácil de hacer»

Después de optar por la Concha de Oro en la pasada edición de Zinemaldia, llega a los cines «High-Rise», protagonizada por este cotizado actor inglés. Parece que no hay nada qe no pueda –o sepa– hacer. Con cada rol se supera, con cada filme demuestra sus sólidas habilidades actorales. Inquieto, persigue verdaderos desafíos y «High-rise» viene a ser uno de ellos.

Se trata de la adaptación de la novela homónima de ciencia ficción escrita por James Graham Ballard, y publicada en 1975. Junto a Sienna Miller y Luke Evans, Hiddleston interpreta al Dr. Robert Laing, uno de los habitantes de un singular y modernísimo edificio ideado y construido por el arquitecto Anthony Royal (Jeremy Irons), como un experimento, donde residen diferentes estratos sociales. Compartiéndose áreas comunes, en los pisos inferiores viven los menos pudientes, mientras que los superiores pertenecen a los más adinerados, poco a poco la (supuesta) armonía se va resquebrajando, hasta que se acaba cuando se desata un verdadero estallido social.

Desde que se graduara en la afamada Royal Academy of Dramatic Art (en 2005), Hiddleston se ha venido perfilando como uno de los actores con más proyección de Gran Bretaña, bien bajo la dirección de conocidos directores como Steven Spielberg (“Caballo de Batalla”, 2012), Guillermo del Toro (“La Cumbre Escarlata”, 2015), Jim Jarmush (“Only Lovers Left Alive”, 2013), entre muchos otros, o encarnando a Loki en las películas de Marvel.

En el Festival de Donostia, donde “High-Rise” compitió por la Concha de Oro, Tom Hiddleston contó sobre su fascinación hacia la figura de J.G. Ballard, «un adelantado a su tiempo», de la naturaleza humana, pero también de lo que significa para él la actuación.

Cuando leyó el guion de High-Rise, ¿qué fue lo que le llamó la atención?

Me convencieron básicamente dos cosas. Soy un gran admirador de Ben Wheatley, quien en la cinematografía británica representa una voz única, singular, distinta, rara y valiente. Nadie más en Gran Bretaña hace películas como él.

La otra razón es Ballard. Admiro su curiosidad hacia la naturaleza humana y las situaciones extremas. Los elementos de su trabajo están sustentados por la fascinación hacia personajes en situaciones física y sicológicamente extremas; pero también me llama mucho la atención su teoría sobre el caos, ya que sostiene que mientras vivamos más cercanos a la tecnología, el caos estará más próximo de lo que podamos imaginar.

Hoy más que nunca, la metáfora de “High-Rise” es bastante relevante. Lo más relevante es la dependencia hacia la tecnología. Ballard entendió que nos hemos convertido cada vez más y más en unos obsesionados de la tecnología. Y eso lo puedes comprobar: si no tenemos internet, ni electricidad, ni teléfono, nos volvemos locos. Ballard vio venir no solamente esa dependencia, sino también el cambio en la forma de comunicarnos, de establecer relaciones personales.

Cuando lee historias como esta, ¿no le preocupa el nivel de dificultad que pueda representar o de cómo será el resultado final?

Nunca haría una película que ya sobre papel parezca fácil de hacer. Como actor me encanta asumir retos. Hasta cuando leí por primera vez “The Avengers” (Los Vengadores, dirigida y escrita por Joss Whedon, 2012) también me pareció que tan sencillo no iba a ser. El desafío de hacer películas implica la dificultad de juzgar el proceso de darle vida a la ficción.

¿Qué percepción tiene de su personaje Robert Laing en «High-Rise»?

Recuerdo que le pregunté a Ben cómo me podría preparar para este rol, a lo que me respondió: ‘te queremos a ti, queremos tus reacciones, tus respuestas’. Es que Laing se siente fascinado hacia el apego, y como dijo una vez Ben sobre mi personaje, es un hombre que trata a toda costa de evitar reacciones auténticas.

Laing es un tipo que se mudó de West London para vivir en ese nuevo espacio que resulta hasta ficticio. Ese edifico donde vive está lleno de personalidades muy fuertes, carismáticas, violentas, bellas, y Laing lo que trata desesperadamente es de no comprometerse, ya que quiere ser ese hombre admirable que habita en un piso espectacular, y mantenerse alejado de complejidades de la vida real.

Si una clara intención de los actores es desaparecer tras sus personajes, ¿cómo fue para usted asumir un rol para el que el director demandaba su personalidad?

Cada director siempre pide una parte de ti como persona. Lo que Ben quería en realidad era un compromiso de compasión con la “verdad” del personaje. Actuar significa responder con mis emociones ante una situación imaginaria, como también implica la exploración de posibilidades. La pregunta que siempre me hago como actor es de qué manera respondería personalmente si me enfrentase a una situación similar. En el caso de Laing, lo trabajé mucho, investigué bastante para construir su personalidad. Como es doctor y profesor de una facultad de medicina, quise presenciar una autopsia; no lo soporté, salí vomitando (se sonríe), es que fui incapaz de percibir a ese cuerpo como una máquina, porque todo lo que veía era a alguien que había estado vivo hasta hace muy poco. Sin embargo, yo quería entender el oficio de Laing, que consiste en enseñarle a sus estudiantes que el cuerpo humano es una máquina muy sofisticada.

En la película vemos a esas personas enfrentándose a una situación extrema como lo es una explosión social. Desde su punto de vista, ¿qué puede ser para ti una situación extrema?

Muchos de nosotros tenemos suerte, porque muchos –no todos– vivimos en un mundo privilegiado, lo cual es único si ves el desarrollo de la historia de la humanidad. Hace 100 años la posibilidad de morir era mucho más alta, o mucho más visible o palpable. Antes del descubrimiento de la penicilina, la gente moría muy joven, las enfermedades eran más difíciles de combatir, ahora tenemos muchos privilegios porque contamos con recursos.

Tanto en el cine como en la literatura constantemente estamos soñando con el fin del mundo, siempre nos preguntamos cuándo vendrá la apocalipsis, así sea a causa de una invasión de extraterrestres, de zombis o de vampiros (se sonríe). Nada más hay que echarle un vistazo a la cinematografía de los últimos 20 años para constatar cuántas películas han escenificado el fin del mundo. Pero eso es muy humano, porque es precisamente esa pregunta la que nos ayuda a determinar quiénes somos.

Usted que viaja tanto, ¿qué percepción tiene de la «homogenización» de las culturas?

Cuando viajo de vez en cuando me siento cercano a ciertos lugares, otras veces no tengo esa sensación. Es interesante ver cómo algunos aspectos se han vuelto muy similares, como también resulta fascinante observar en cuáles aspectos somos diferentes y en cuáles iguales (reflexiona) En el fondo, pienso que los humanos somos muy simples; creo que todos necesitamos amor, un techo sobre la cabeza y buenas escuelas (se ríe). Las cosas que le hacen feliz a la gente son las celebraciones de bodas, de cumpleaños, la familia, los amigos. Y sin embargo, en cierta forma llevamos vidas muy complicadas.

Como actor tiene que entablar relaciones, pero ¿la fama hace que se aleje de la gente?

No, yo trato de relacionarme lo más que puedo. Evito ir a ciertos lugares, eso sí. Actuar siempre ha tenido mucho que ver con la curiosidad, y no quiero estar separado de lo que me rodea, vivir detrás de una barrera, para mí eso no es interesante.

¿En qué cambia la manera de enfrentarse a un material tan denso como «High-Rise» pero también a las historias de Marvel?

Una de las cosas más valiosas que tiene para mí la actuación es la de establecer una conversación entre la audiencia y yo. Esa conversación puede ser divertida, ligera, llena de humor, como también puede ser una discusión sobre el tema que abarca la película. De crío disfrutaba mucho entreteniendo a la gente. Me da mucha alegría cuando me dicen que lo más graciosos que han visto en una película es el final de Loki en “The Avengers”; de hecho recuerdo con mucha satisfacción las risotadas de la gente cuando vi ese filme con el público. Para mí no hay nada como hacer reír a la gente, pero hacerles reflexionar es también algo maravilloso, bien sea con “High-Rise” o en el teatro con “Coriolanus”, una pieza que realmente alienta a la audiencia a pensar sobre la democracia, el liderazgo, la política y la rebelión.