Jaime IGLESIAS

ARCO CIERRA CON OPTIMISMO UNA EDICIÓN MARCADA POR EL RIGOR EN LAS PROPUESTAS

Habiéndose desprendido de esa pátina localista que, durante años, lastró su desarrollo, ARCO sigue en su empeño por afianzarse como feria de referencia para el coleccionismo internacional. El peso de los valores emergentes fue la mejor noticia de esta edición.

El éxito de cualquier feria consagrada al arte contemporáneo viene dado por la cantidad de coleccionistas que es capaz de concitar. ARCO lleva unos años empeñado en atraer hasta Madrid a los grandes nombres del coleccionismo privado internacional, especialmente desde que el mercado estatal quedase estancado como consecuencia de la crisis financiera. Habiendo dado ese paso, el siguiente movimiento se antojaba claro: reactivar la confianza del coleccionista mediante un programa de selección riguroso que dotase de personalidad propia a la feria más importante de cuantas se celebran en el Estado. De ahí el empeño de los responsables de ARCO por potenciar el carácter internacional del evento recuperando la presencia de galerías de prestigio mundial que habían dejado de asistir a la feria como la londinense Lisson (que expuso obras de Ai Weiwei y Anish Kapoor) o la Hauser & Wirth de Zurich. Estas galerías, junto a otras de renombre, trajeron a la feria piezas de artistas consagrados cuyo elevado precio resulta elocuente de que algo está empezando a cambiar en torno a ARCO. La feria ha dejado de ser un evento de consumo interno para el coleccionista medio español y ha comenzado a ser atractiva para compradores de alto nivel con dinero para gastar.

No obstante, decantarse exclusivamente por este tipo de comprador que siendo, como es, una apuesta segura, constituye un perfil minoritario, condenaría a ARCO ya que el coleccionista medio lo que desea es confrontarse con el hallazgo, ejercer de descubridor, apostar por el artista emergente. En este sentido, la feria madrileña ha desarrollado una política rigurosa, desterrando prácticamente de sus estands aquellas obras transgresoras o provocadoras pero de corto recorrido que hasta hace no mucho tiempo poblaban sus pasillos, y apostando por los jóvenes valores que, mediante un lenguaje audaz pero matizado, tienen ideas que transmitir más allá de la boutade.

 

La representación de la identidad

Muchos de estos talentos emergentes tuvieron cabida en el programa Opening, que trajo hasta ARCO a galerías jóvenes (con menos de siete años de existencia) cuyos estands quedaron consagrados a la obra de uno o dos artistas. La fuerza expresiva de las obras expuestas en estos espacios resultó especialmente significativa en lo que concierne a los creadores latinoamericanos, auténticos agitadores del panorama artístico actual. En diálogo permanente con la tradición y el legado de sus respectivos territorios, muchos son los autores latinos que cuestionan el hecho artístico como un diálogo entre significante y significado en la representación de una identidad política, social, corporativa o tribal. En este sentido merece destacarse la serie de fotografías del artista cubano Reynier Leyva Novo expuestas en el estand de la galería habanera “El apartamento”. Se trata de imágenes elaboradas a partir de otras fotografías donde aparecen retratos de personajes como Fidel Castro, Richard Nixon, Francisco Franco o Mao Zedong y que prescindiendo de la imagen de éstos (que es la que dota de significación a la foto original) ofrece una representación de los escenarios en los que fueron tomados esos retratos confiriendo un nuevo significado a estos espacios al privarles de significante. Esa misma reflexión sobre el poder de la imagen en la configuración de una identidad ligada al entorno físico se vio en el trabajo de los guatemaltecos Jorge de León y Alberto Rodríguez Collía, expuesta en el estand de la galería Proyectos UItravioleta. Ambos artistas toman como referencia imágenes extraídas de la prensa sensacionalista de su país y de internet para reflexionar sobre cómo la representación del caos y la violencia contribuye a formar un paisaje no sólo físico sino también emocional.

La consideración en torno al concepto de identidad y a sus ítems de representación también estuvo presente en la obra de otros artistas latinoamericanos como el mexicano Israel Martínez y su serie fotográfica “Secretos del movimiento punk” expuesta por la galería Arredondo/Arozarena o la brasileña Maria Nepomuceno quien trabaja con materiales autóctonos (ladrillos, collares de cuentas o calabazas) en la creación de collages, lienzos y esculturas desde los que reflexiona sobre la singularidad del paisaje campesino y del rol desarrollado en estos escenarios por la mujer. Sus obras pudieron verse en el estand de la galería Baró de Sao Paulo. En un registro diferente pero apelando, también, al gran tema de la configuración identitaria, cabe destacarse la instalación “Distractor 3” elaborada por el peruano José Carlos Martinat a partir de una combinación de motores, leds, ventiladores y displays hasta generar algo parecido a un señuelo de sugestión hipnótica que le sirve al artista para interrogarse sobre la efectividad de lo espectacular como elemento de dominación.

En este recorrido por las propuestas más estimulantes que dejaron los artistas latinoamericanos llama la atención la falta de ambición detectada entre los creadores argentinos, teniendo en cuenta además que la nación austral acudió a ARCO 2017 como país invitado. La práctica totalidad de galerías argentinas presentes en la cita mostraron unas creaciones más vinculadas al formalismo europeo que al espíritu de ruptura y autorreflexión que está confiriendo singularidad al arte latinoamericano en nuestros días. Dentro de las propuestas argentinas apenas cabe destacar aquellas que acogió la galería bonaerense Barro como los retablos de Nicola Constantino y, especialmente, el espacio para performances desarrollado por el colectivo Mondongo bajo el título “No soy tan joven para saberlo todo”.

Y aunque esas tensiones identitarias son las que dotan de rigor y singularidad las propuestas artísticas que emergen de América Latina, sería injusto afirmar que son exclusivas de aquél continente pues estas también tienen cabida en la obra de muchos autores europeos y no solo emergentes. Valga como ejemplo la obra del veterano artista de Azerbayán Babi Badalov al cual consagró su estand la galería parisina Jerome Poggi. Badalov, que el año pasado recibió el premio de la Fundación ARCO, mezcla en sus pinturas y dibujos alfabetos y etimologías hasta confrontar los conceptos de “occidental” y “accidental” constatando que el uso del lenguaje resulta muchas veces excluyente en la conformación de una identidad.

Algo parecido pero centrándose en el plano ideológico fue lo que caracterizó la apuesta del madrileño Santiago Sierra con la obra “El bebedero”, expuesta en el estand de la milanesa Prometeogallery y que resulta de la suma de escultura, fotografía y vídeo. La pieza principal es una esvástica llena de agua dispuesta para que vayan a saciar su sed una cantidad ingente de ratas como proyección de una ciudadanía europea que parece dispuesta a calmar sus apetitos con el discurso xenófobo y excluyente del neofascismo. Esa banalización de la ideología como elemento identitario también se halla en la obra “Un guerrillero no muere para que se le cuelgue en la pared” de Roberto Jacoby, un fotomontaje donde dicha frase viene acompañada de la icónica imagen del Ché captada por Korda en 1960 y que ha dado lugar a todo tipo de merchandising.

Habiéndose sacudido los aires epatantes de antaño y apostando por un arte riguroso en forma y contenido llamado a perdurar, ARCO parece haber encontrado un equilibrio entre lo deseable y lo posible que le viene muy bien de cara a poder desarrollar una personalidad desde la que consolidarse como feria de referencia para el coleccionismo internacional, todo ello sin descuidar la visibilización que demanda el arte estatal entre cuyos autores volvieron a brillar con luz propia los creadores vascos. A estas alturas los artistas de Euskal Herria, lejos de tener la consideración de valores emergentes se encuentran plenamente consolidados, constituyendo un reclamo para el coleccionista más formado. Como constataban desde la galería Carreras Múgica, cada vez son menos aquellos a los que se tiene que informar sobre la singularidad de artistas como Badiola, Prego, Okariz, Irazu, Euba, Mendizabal o Moraza pues la mayoría de quienes se acercan a ARCO los conocen ya de sobra.