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BRUSELAS

Dijsselbloem se convierte en otra crisis de imagen para la UE

El todavía ministro de Finanzas de los Países Bajos, Jeroen Dijsselbloem, se ha convertido en la imagen de la enésima crisis formal que afronta la UE. Su continuidad como presidente del Eurogrupo está en el aire después de que su partido sufriese un batacazo en las elecciones de la pasada semana. La falta de previsión en la UE es ahora más evidente.

Paradojas de la vida política en la Unión Europea: el regocijo con el que los mandatarios comunitarios acogieron la noche del miércoles los resultados de las elecciones en los Países Bajos –debido al fracaso de la ultraderecha del PVV– dio paso al día siguiente a un nuevo quebradero de cabeza institucional en Bruselas. La razón es que la formación en la que milita Jeroen Dijsselbloem sufrió un fuerte revés en las urnas: el laborista PvdA ha pasado de contar con 38 escaños a solo 9 en la Cámara Baja del Parlamento neerlandés y, por esto, es muy probable que haya relevo al frente de la cartera de Finanzas.

Es decir, al tiempo que se ha esfumado la temida crisis de fondo que hubiera desbordado los Países Bajos para sacudir al conjunto de la Unión –si el PVV de Geert Wilders hubiera salido como fuerza más votada–, ha surgido un problema de formas que no iría más allá de lo anecdótico si no fuera porque, en el actual contexto marcado por el Brexit, cualquier imprevisto institucional se convierte en el reflejo de la «desunión» de intereses que caracteriza a los ”Veintisiete-más-Uno”.

Lejos de resolver la incógnita sobre su futuro político, ayer, a su llegada a la reunión de ministros de Finanzas de la zona euro en Bruselas, Dijsselbloem advirtió de que les corresponde a sus socios decidir si podría mantenerse al frente de la institución si pierde la cartera ministerial en su país. Además, comentó que la formación de un nuevo Gobierno en los Países Bajos puede llevar «algunos meses» debido a que es necesario que varios partidos alcancen un acuerdo para forjar una mayoría parlamentaria sólida y las consiguientes negociaciones no han hecho más que empezar.

No obstante, el calendario hace prever «un lapso» entre su probable relevo como ministro y el fin de su mandato como presidente del Eurogrupo, cuya vigencia es hasta enero de 2018, aunque «es muy pronto» para decidir cuáles serán las consecuencias de ese desfase, según dijo el principal protagonista.

Dijsselbloem insistió en que, en cualquier caso, la Presidencia del Eurogrupo es algo que le compete decidir a la propia institución y que es algo de lo que espera hablar «en los próximos meses» con sus socios, y «usar ese tiempo para ver qué solución pueden preferir».

Indefinición

Según explicó un alto funcionario europeo a Europa Press, las reglas sobre la Presidencia del Eurogrupo solamente exigen ser ministro de Finanzas o de una cartera similar (Economía, Presupuestos, Tesoro...) cuando se es nominado como candidato al puesto, no para mantenerlo, lo que abriría la puerta a que Dijsselbloem pudiera agotar su actual mandato. Pero la “lógica” no cierra todas las puertas que abre la indefinición de los reglamentos comunitarios.

Por su parte, el ministro español de Economía, Luis de Guindos, que disputó el cargo a Dijsselbloem en 2015, comentó ayer que este «tendrá que tomar las decisiones que considere convenientes y el resto de miembros del Eurogrupo lo valoraremos», y añadió que «en este momento el Eurogrupo tiene presidente».

«Las reglas son un poquito evanescentes (...) pero en principio yo no soy candidato de nada, no voy a prejuzgar nada», dijo De Guindos al ser preguntado por los periodistas sobre si presentará de nuevo su candidatura para presidir el Eurogrupo.

Al margen de que Dijsselbloem termine o no su mandato en enero de 2018, en el debate se baraja tímidamente la opción de establecer en el futuro una Presidencia permanente del Eurogrupo, algo que defiende el Parlamento Europeo, como recordó la agencia Efe, mientras que otras voces proponen crear el puesto de un ministro de Finanzas de la eurozona.

El G20 concluyó con EEUU más distanciado

El nuevo rumbo que quiere imponer al comercio internacional la Administración de Donald Trump se hizo notar finalmente en la cumbre del G20 que concluyó el sábado en la ciudad alemana de Baden-Baden. Los ministros de Finanzas y presidentes de bancos centrales no pudieron aprobar una declaración de apoyo a un sistema de comercio global abierto debido a la oposición de Estados Unidos, que algunos medios calificaron de veto.

El documento final hace una mera referencia simbólica a la necesidad de fortalecer la contribución del comercio a la economía, con lo que se pone fin a una década de rechazo sin fisuras al proteccionismo. Esta omisión supone una clara derrota para Alemania, el país anfitrión, que defendió que se mantuvieran los compromisos previos del grupo.

El comunicado también desechó la referencia de la declaración anterior sobre la disposición a financiar medidas contra el cambio climático, como se acordó en París el año pasado, por la oposición de Estados Unidos y Arabia Saudí.GARA