Maite UBIRIA BEAUMONT
ELECCIONES PRESIDENCIALES FRANCESAS

El patrimonio de los candidatos, una cuestión de apariencias

El patrimonio de los candidatos al Eliseo causa polémica. Algo lógico cuando François Fillon, imputado por un caso de empleos ficticios a familiares, afirma estar pagando un préstamo a su hija Marie o el ex banquero Emmanuel Macron, sin una vivienda a su nombre, se viste de modesto candidato. Las apariencias engañan.

La dimisión exprés del ministro de Interior, Bruno Le Roux, no ha tenido el valor balsámico que una decisión política de esas características habría tenido tan solo unos meses atrás. Y eso, porque tal como recordaba hace unos días “Le Monde”, «la letanía de escándalos» hace que «dos cuartas partes de los ciudadanos franceses vean hoy a sus responsables políticos como unos seres corruptos».

Los mecanismos con que cuenta el sistema político para tratar de aportar transparencia a la acción de los electos de la República han saltado, efectivamente por los aires. La muy reciente ley de 2013, destinada a desenmarañar ese tupido ovillo de intereses que envuelve al poder político-institucional, no ha funcionado.

No faltan los malos ejemplos. Y ahí están los fulgurantes ascensos y las subsiguientes caídas de altos cargos de la etapa socialista como Jerôme Cahuzac, Kader Arif, Thomas Thévenoud o Yamira Benguigui.

Sin embargo, la defenestración del ministro Bruno Le Roux pone un sello especialmente sombrío al mandato de François Hollande.

El hecho de que hasta después de su salida el ya extitular de Interior defendiera que ha actuado «dentro de la ley» es buena muestra de la distancia abismal que separa a la clase política y a la ciudadanía.

La ley permite, efectivamente, a los jóvenes de más de 14 años de edad trabajar durante los periodos escolares para ganar un poco de dinero y, sobre todo, para aportar a su currículo una experiencia laboral.

Cuidar mascotas o pisar Parlamento. Sin embargo, un rápido vistazo a las web que utilizan los estudiantes para acceder a un empleo vacacional (la más conocida: https://jobetudiant.net) deja bien claro que poco o nada tiene que ver la vida de esos estudiantes que se postulan para cuidar niños, hacer encuestas, sacar a pasear mascotas, y hasta para trabajar en la recogida de fruta con las dos hijas de Le Roux, que encadenaron hasta 24 contratos como asistentes de la Asamblea Nacional.

El montante global de emolumentos percibido por las jóvenes (55.000 euros) es simplemente un insulto a los ojos de las nuevas generaciones –las más tentadas por la abstención, que no deja se subir enteros en las encuestas– y de los sectores populares, principales perjudicados de la receta de austeridad que ha aplicado un presidente que se hizo elegir con la promesa del cambio social y del crecimiento económico.

La rápida reacción al «caso Le Roux» apenas enjuaga la imagen deficiente con la que Hollande saldrá del Eliseo. Y tampoco beneficia al «sospechoso número uno», François Fillon, que se queja por la «intromisión» del todavía presidente.

Fillon ve fantasmas a cada paso y hasta «gabinetes en la sombra» en los que se preparan complots en su contra, pero comparte con su enemigo Hollande la malaventura de haberse convertido en un oscuro personaje, que disgusta a amplios sectores de la ciudadanía.

Los dos partidos que se han repartido el poder durante la V República compiten en decadencia moral.

No hay limpiador posible para las dos patas de ese banco republicano carcomido. Y en esta coyuntura, no es de extrañar que la publicación de las declaraciones de patrimonio de los candidatos no haya sido interpretada como lo que es, un paso en la buena dirección.

Ese listado de bienes, cuentas y planes de inversión ha sido más bien valorado como la enésima prueba de que aquellos que se cobijan en la esfera institucional gozan de un confort financiero que para sí quisieran, sin ir más lejos, esas decenas de miles de empleados cuyos puestos se ven amenazados por las promesas de recortes que enarbolan los candidatos con más opciones de ganar El Eliseo.

Por no hablar de esos 5,5 millones de ciudadanos sin empleo que ven como las percepciones sociales disminuyen y las condiciones de contratación se deterioran como consecuencia de las reformas implementadas por Hollande o las propuestas defendidas por Emmanuel Macron y Marine Le Pen, los candidatos mejor posicionados en las encuestas cara a la primera vuelta.

El exbanquero, que no deja de encajar donaciones para su movimiento En Marche, y recibe cada día nuevos apoyos –el ministro de Defensa, Jean-Yves Le Drian ha sido el último en sumarse a la larga lista de desertores socialistas que se pasan a la nueva estrella– declara una situación aparentemente modesta. Macron no tiene vivienda propia, lo que hace parecer al ultraizquierdista Jean-Luis Mélenchon, con su apartamento parisino valorado en 800.000 euros, todo un potentado. Las apariencias engañan.

El imputado Fillon saca a la luz préstamos de amigos millonarios antes disimulados y hasta se presenta como deudor de una hija que le habría socorrido financieramente para hacer frente a sus deudas con Hacienda. Y la presidenciable del Frente Nacional, Marine Le Pen, pone en letra pequeña su extenso patrimonio inmobiliario, para que nada perturbe su condición de candidata populista.

En resumen, la publicación de una información que debía marcar un momento de solemnidad solamente ha servido para provocar hilaridad. Y no a todos. Solo a aquellos que son capaces de mantener la sonrisa a pesar del clima de creciente patetismo que envuelve la campaña presidencial francesa.