Pablo CABEZA
BILBO
Entrevue
MIKEL URDANGARIN
INTÉRPRETE, COMPOSITOR...

«En las letras evoco aquello que, no siendo, quisiera ser; esa evocación es alimento»

Regresa con banda Mikel Urdangarin y lo hace con el que probablemente sea su disco más completo tanto por textos como por música. «Margolaria» se percibe primero por su delicada y desenfocada estética, evocativa. Dentro, la vida hierve con diez canciones fluidas, hermosas. Vivas.

Ellos son Ángel Celada (batería), Koldo Uriarte (piano, teclados),  Jon Cañaveras  (bajo), Rafa Rueda (guitarras) y Nika Bitchiasvili (violín), guiados por Mikel Urdangarin. Más los apoyos vocales de Alison Keable y Maria Amolategi. Son los notables músicos que han elaborado colmados de imaginación “Margolaria” (Elkar). Un disco templado, sutil. Diez canciones viajeras del universo. “Dena neure baitako” cierra disco con extrema delicadeza, con Rafa Rueda dejando poéticos grafitis musicales. “Margolaria” es una espiral cósmica con pérdida de consciencia. “Itsasoan euria” es, como dice la canción, una cabaña sin suelo ni techo, un agujero en el aire. Son composiciones inspiradas desde los textos a la música o la inversa, aún más elevadas con las aportaciones de cada músico. El todo coloca “Margolaria” en la cima de una carrera que se acerca a los veinte años. No hay fisuras ni ventanas cerradas. Es etéreo y se puede tocar. En unas escuchas, cada canción será una mano, la cintura, lo ojos... Será “Libre”, “Hiritik urrun”, el crescendo de “Orain” o el ritmo arcano de “Kopla bihotzekuak”.

El 8 de abril se presenta en el Teatro Campos Eliseos de Bilbo. A ver quién se mueve de la butaca, siquiera a toser.

«MMXV» ha sido, al margen de un disco, una larga gira. «Margolaria», por contra, es uno de los discos en los que más músicos tiene tras de sí como banda. Quizá necesitaba un regreso denso, reflejo de la permuta.

La gira “MMXV” nació de una necesidad. Llevaba, hasta entonces, 17 años tocando siempre acompañado por una banda o por otra, nunca solo en el escenario. Hasta que me animo a dar ese salto. Sentí que lo hacía en ese momento o no lo haría nunca. Esa gira en solitario ha sido de lo más bonito que me ha pasado en mi carrera, de lo más intenso también y creo que algo de aprendizaje me ha traído. Pero si algo he hecho durante ese tiempo ha sido sentir hambre de grupo (aunque nunca hubo separación). He tenido tiempo para reflexionar, para pensar bien de qué modo quería regresar. Manejaba varios sentimientos: por un lado, y teniendo en cuenta que vamos a cumplir 20 años en esto, quería un disco fresco, vital, de una paleta de colores amplia y, de otro, quería mostrar en qué punto de mi vida estoy, qué lugares musicales me llaman y qué inquietudes ocupan mi cabeza.

Un cambio muy evidente en la sonoridad es la inclusión de un bajo global, frente a lo puntual de algunos discos, en especial los primeros.

Recupero el bajo como nunca antes lo había hecho. Este es el primer trabajo que me acompaño del bajo desde la primera hasta la última canción. Y creo que se nota. La aportación de Jon Cañaveras ha sido enorme. En comparación con trabajos anteriores donde la base era muy aérea (también era lo que buscábamos), no especialmente honda, se puede decir que la propuesta musical de “Margolaria”, formación y demás, es más estándar, pero en mi caso, ese punto estándar es novedoso por inédito.

«MMXV» es parte del tiempo, ¿diría que produjo en usted lo esperado?, ¿que fue más, que fue menos?, ¿un empate?

Fue algo especial. Una oportunidad para crecer. El formato, de ligero equipaje, propició muchos conciertos, buen entrenamiento y la oportunidad de enfrentarme a la audiencia en solitario. Eso hay que vivirlo. Además tuvimos la suerte de que la gente respondió de manera muy positiva. Lo más probable es que con el tiempo repita la experiencia, pero, de momento, no toca.

El músico más veterano que se reúne de nuevo con usted es Rafa Rueda, un buen chico de Mungia, poco problemático. Majote y que ya le acompaña en los coros de «Bar puerto». ¡Creo que aún no se fiaba de sus cualidades como guitarra!

¡Jajaja¡ Rafa trasciende lo puramente musical. Ya no solo por su manera de tocar y entender la música, la cual en gran medida comparto y disfruto, sino por la energía que desprende. Te diré algo, a día de hoy no puedo imaginar estar acompañado por una banda con la que, fuera de lo musical, no comparta otras inquietudes, otras seducciones. Para mí, salir a tocar a un escenario significa, sobre todo, disfrutar de la vida y resulta difícil hacerlo sin estar bien acompañado. En este sentido, y si bien ya no es lo que era, Rafa y yo hemos compartido muchos amaneceres juntos. ¡Jajaja!

Quince años le unen con Koldo Uriarte que ya toca en «Heldu artean» y que le veo en «Margolaria» con peso. A él le gustaría, probablemente, que le premiáramos por su trabajo con el piano, y lo hacemos, pero su arreglo de melódica en «Kopla bihotzekuak» es maravilloso.

Otro músico excepcional, de enorme talento. Lo dicho sobre Rafa se le puede aplicar a Koldo. Les une la visión que tienen sobre lo que significa acompañar una canción. No puedes acompañar bien un tema si no lo haces con generosidad. Y generosidad a menudo significa tocar lo justo o, si me apuras, callar.

Gerardo Markuleta, oñatiarra residente en Gasteiz, filólogo, literato... y poeta le cede dos letras tan hermosas que no sabríamos con cuál nos iríamos por el universo hechos polvo. «Itsasoan euria» y «Dena neure baitako» obligan a crear dos canciones del mismo nivel. Para nosotros son las segundas mejores composiciones, pero no crea que no apetece dejarlas en el puesto de honor...

Son dos auténticos regalazos. Según él, escritas pensando en mí. Y eso me da que pensar ¡porque en ambas aparecen los claroscuros del ser humano! Pero, fuera bromas, ambas han supuesto un reto. Curiosamente y al instante de leerlas (me las enseñó en un bar de sopetón, así es Gerardo ) vi las canciones, sentí la música que contenían. En mi caso suele ocurrir así, tengo que ver las canciones a la primera, si no, ¡malo!

El problema de calificar las canciones es que hay álbumes, como este, en el que es poco menos que imposible, ¿dónde queda «Hiritik urrun»? ¿Dónde «Libre»? El texto de «Libre» también admirable, desamor o amor puro por alguien o algo. Parece el desahogo de un diario con letra de pluma y tintero o si acaso tiene la suerte de vivir en ese estado imaginativo creando vidas.

La imaginación crea vidas, pero nada como vivirlas de verdad. El desamor es amor puro, sin duda, pero duele. Si tengo que destacar un pensamiento, una proyección constante que me acompañaba a la hora de componer las letras esa es la idea de libertad. ¿Cómo integro en mi vida tamaño concepto? ¿Cómo hago las paces con esta sociedad que en nada ayuda a sentirte libre, a realizarte como persona, sino más bien empuja hacia la alineación y el adocenamiento? ¿Cómo hago las paces conmigo mismo? Conmigo procuro ser benévolo, por la cuenta que me trae. En las letras evoco aquello que, no siendo, quisiera ser; esa evocación es alimento, es compensación, más que martirio. Es no querer dejar de soñar, es vivir mientras estemos vivos. “Kantatu nahi dut bizitza!” como diría Xabier Amuriza... Por ahí van los tiros, más o menos, en “Margolaria”.

Por ambición musical, por trama y desarrollo el podio se lo lleva «Margolaria», también por la letra. Es una canción que supera expectativas y que en directo puede hacer estragos. Los siete minutos son paroxismo y si en directo dura más, a nadie le importará, y si la toca dos veces, dos veces se inclinará el oyente. Toda la banda fluye mágica, excelsos. Vaya regalo que le hacen al pintor Alain Urrutia.

Regalo el que me ha hecho él a mí con el diseño. Pero si te soy sincero, comparto contigo que “Margolaria” es el tema nuclear del disco. Por lo que sucede musicalmente, porque logramos plasmar aquello que antes visualizaba, pero que era muy difícil de explicar. En esta canción se dio la magia del estudio. En principio, pensaba acabarla con un fundido largo pero al ver lo que ocurrió, la pequeña orgía de matices, texturas, todo creando una atmósfera densa a la vez que aérea e indefinida, con su punto hipnótico... no lo sé, para mí fue un momento único durante la grabación; nunca antes había experimentado algo así en un estudio. En cuanto a la letra, te diré que la dedicatoria a Alain tiene su razón de ser. Llevaba un tiempo estancado, solo tenía escrito el final de la canción. Me faltaban el comienzo y desarrollo. La víspera de grabar la voz en este tema todavía me faltaba la letra. Recuerdo que desperté a las 4 de la madrugada pensando en Alain. Lo imaginé al igual que yo, desvelado, medio loco y en puro frenesí, enfrentándose a su obra, y así pude acabar la letra. De ahí el agradecimiento a Alain.

Se percibe un cambio en su voz, quizá un micro diferente, ecualización, pero se capta como más robusta, musculada, más tonos medios quizá.

Sí, la voz me ha cambiado en los últimos años. De disco a disco la noto diferente. Creo que ha ganado en cuerpo. El micro es un Newman de estudio, pero si aprecias una voz distinta tiene más que ver con la interpretación. Nunca hasta ahora había cantado tan a gusto como en este disco.