Luismi Uharte
Parte Hartuz Ikerketa Taldea
VENEZUELA EN DISPUTA (Y II)

Disputa político-militar y radiografía del chavismo

En esta segunda parte del análisis, el autor explica las claves de la disputa político-militar en Venezuela, protagonizada por los grupos más violentos de la oposición, y la respuesta del chavismo, que también hace frente a sus propias divisiones.

Disputa político-militar. A la explicación más estrictamente económica hay que añadirle una serie de claves tanto del ámbito político como del militar, para entender en toda su complejidad la disputa entre los diversos grupos de poder. La oposición de derecha nucleada en torno a la MUD opera en clave político-militar, más allá de que su fachada pública sea la de una coalición tradicional de partidos. Aunque hay sectores, minoritarios, que no comparten las orientaciones más extremistas, en la actualidad la línea dominante es la impuesta por los grupos más ultras y violentos, una realidad ocultada sistemáticamente por el latifundio mediático global.

La actual apuesta por reeditar ‘La Salida’ es la evidencia más clara. Estaríamos ante una ‘Salida II’, pero más sofisticada. El objetivo expreso es provocar el mayor número de muertos e intentar, gracias a la manipulación grosera de los medios internacionales, achacárselos al Gobierno y justificar un alzamiento militar o una intervención externa. La ‘Salida II’, en primera instancia, combina una fachada pacífica de día con manifestaciones convencionales, con violencia extrema nocturna provocada por bandas criminales a sueldo. La violencia alterna la destrucción de infraestructura pública con asesinatos selectivos. Reinaldo Iturriza enumera una serie de instituciones públicas que están siendo atacadas de manera sistemática y en muchos casos incendiadas, como hospitales, centros educativos, transporte público y centros de distribución de alimentos. A esto se agrega el sabotaje del servicio eléctrico. En síntesis, prácticas propias de una guerra asimétrica.

Una de las novedades de ‘La Salida II’ es el intento de replicar el control territorial, que la extrema derecha aplica en urbanizaciones pudientes, en barrios populares, para evidenciar su avance territorial y simbólico. Hasta el momento se les está haciendo difícil aunque han logrado encender la mecha en algunos territorios de Caracas antes inexpugnables. Otro aspecto crucial es identificar a quienes operan de manera coordinada en acciones violentas. Aquí destacan 3 perfiles que se complementan mutuamente: bandas de delincuencia común a sueldo, paramilitares y policía de algunas alcaldías y gobernaciones controladas por la oposición.

El asesinato, en muchos casos, de personas de sus propias bases, se está repitiendo y está resultando muy efectivo para justificar el incremento de la violencia opositora y desacreditar al Gobierno internacionalmente. En otros casos instrumentalizan muertos del lado chavista y los presentan a través de sus aliados mediáticos como asesinados por el «régimen». Un proceder clásico de las denominadas «Revoluciones de colores” de distintos países, según Franco Vielma. La socióloga Maryclen Stelling caracteriza el momento actual como muy similar al ambiente golpista de 2002.

La guerra sicológica se despliega también de diferentes formas. El lanzamiento de los puputovs (botes de excremento humano) contra la Policía chavista, es una de las nuevas tácticas de la extrema derecha, buscando degradar, deshumanizar y desmoralizar a unas fuerzas de orden que en muchas manifestaciones han sido obligadas a no portar armas de fuego. Unos puputovs que simbolizan la esencia del proyecto que traen bajo el brazo estos sectores.

Agenda gubernamental. En esta confrontación cada vez más abierta, el chavismo responde en el plano militar a través de cuatro agentes. En primer lugar, las Fuerzas Armadas, garantes oficiales del Estado de Derecho en el país, y sobre todo, institución que hasta el momento ha manifestado una lealtad bastante sólida al Gobierno electo democráticamente y a la Constitución aprobada por la mayoría de la población en 1999. El factor golpista del Ejército habitual en otros países, en Venezuela parece que todavía no tiene mucho recorrido, a pesar de algunas desafecciones esporádicas.

Otro agente central son las milicias populares, creadas hace más de una década y en las que cientos de miles de personas han sido entrenadas para responder si la escalada golpista se descontrola. Paralelamente tenemos a decenas de colectivos populares presentes en las barriadas del país, con experiencia en el terreno militar. Un último actor, según Vielma, son las recién creadas OLP (Operaciones para la Liberación del Pueblo), grupos encargados de desarticular bandas paramilitares y recuperar territorios estratégicos en la frontera con Colombia.

En el terreno político, la propuesta más reciente y controvertida del Gobierno ha sido la Asamblea Nacional Constituyente. Una propuesta, según el exvicepresidente Elías Jaua, para parar el golpe de Estado, la guerra civil y la intervención extranjera. Una propuesta que tiene como objetivos formales institucionalizar el sistema de misiones sociales, poner las bases jurídicas del nuevo modelo post-petrolero y dar rango constitucional al Poder Comunal. Planteamientos, sin duda, compartidos por una gran parte del chavismo y de la población.

Sin embargo, el modelo de elección y sobre todo de postulación de candidatos ha generado rechazo no solo en la derecha sino al interior del chavismo y en parte de la izquierda internacional. El Gobierno plantea dos tipos de elección, uno convencional, es decir, territorial, y otro por sectores. El segundo implica que la mitad aproximadamente de los y las asambleístas serán elegidos entre una serie de ‘sectores’ (movimiento obrero, empresarios, indígenas, comunas…), en vez de elegir a candidatos de partidos, lo cual se interpreta como una vía para corporativizar voto y asegurarse una mayoría. Aunque todavía no está resuelto como se materializará definitivamente el proceso, el modelo propuesto es difícilmente defendible, y perjudica la imagen de un Gobierno incluso entre sus sectores de apoyo en el exterior.

Actores internacionales. En esta disputa política interna el papel de los agentes externos es cada vez más importante. El principal aliado de la derecha es obviamente Washington, quien ha ido incrementando su hostilidad desde 2015. Primero, con Obama, con su «orden ejecutiva» en la que declaró a Venezuela «una amenaza para EEUU». Posteriormente con las instrucciones del Departamento de Estado al secretario de la OEA para que expulsara a Venezuela de su seno. Paralelamente, la injerencia de la CIA en la desestabilización económica y militar es cada vez más indiscutible. A su vez, las Fuerzas Armadas de EEUU han advertido que una intervención armada «no es descartable». El abril, el jefe del Comando Sur pidió «una respuesta regional» a la crisis en Venezuela. Por último, la salida de Venezuela de la OEA recuerda mucho a la expulsión de Cuba a principios de los años 60.

El contexto regional ya no es tan favorable para Caracas y el Mercosur ha jugado un papel protagonista al desplazar ilegalmente a un socio como Venezuela. La entente formada por los presidentes conservadores de Brasil (Temer), Argentina (Macri) y Paraguay (Cartes) ha logrado expulsar de facto al país caribeño y abortar la posibilidad de un Mercosur más equilibrado y más social.

El latifundio mediático global, por su parte, está cumpliendo una función muy efectiva en criminalizar al Gobierno de Maduro y blanquear a la oposición. Analistas muy críticos con el Ejecutivo como el sociólogo Emilio Terán denuncian la hipocresía mediática «preocupada» por los derechos humanos en Venezuela, mientras silencian los asesinatos sistemáticos de izquierdistas en Colombia y México (y en Honduras, agregaríamos). Paralelamente, se han convertido en sostenedores y legitimadores del terrorismo opositor, que es presentado como la lucha de un pueblo pacífico.

Los chavismos en plural. El chavismo, como identidad política hegemónica y aglutinadora de los sectores revolucionarios y populares ha ido sufriendo crisis internas e incluso rupturas, por lo que se torna necesario entenderlo en plural y sobre todo caracterizar a cada uno de sus grupos. Destacan tres sectores, aunque obviamente la constelación política chavista es más compleja y fragmentada.

En primer lugar tenemos al chavismo en el poder y a su base más fiel y oficialista. Al ser el grupo más numeroso y organizado, está compuesto por perfiles diversos, tanto en términos clasistas como ideológicos. Conviven tanto revolucionarios honestos (en la dirección y en las bases) como fracciones de oportunistas y grupos parasitarios. Estos últimos son los que desprestigian cada vez más al Gobierno y el Estado.

En segundo lugar destaca el chavismo crítico no opositor. En este espacio se encuentran miles de militantes de organizaciones populares muy críticos con la dirigencia. No comparten el pacto económico con un sector empresarial porque supone un retroceso en la agenda socialista y siguen denunciando a las fracciones corruptas y contrarrevolucionarias que parasitan al interior de la elite del poder. Sin embargo, siguen sosteniendo al gobierno y articulándose con él para enfrentar la estrategia desestabilizadora de la derecha.

Por último, el sector más minoritario aunque en crecimiento, es el del chavismo crítico opositor, es decir, grupos como el partido Marea Socialista o la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución (en la que participan algunos/as ex ministros/as de Chávez), que salieron del PSUV e incluso del Gran Polo Patriótico y que están apostando por un chavismo disidente y alternativo que pueda disputar el poder al oficial.

Conclusiones. Las perspectivas para el chavismo, a corto y medio plazo, no son especialmente favorables, no solo por su fragmentación política interna sino porque el nuevo golpe en marcha (‘La Salida II’) se da en unas condiciones objetivas y subjetivas peores que en 2014 (recesión prolongada, agudización de la precariedad, mayor apatía y desafección con el gobierno). A año medio de las elecciones presidenciales de 2018, el chavismo en el poder tendrá que reconducir profundamente el timón si quiere aspirar a una victoria.

Mientras tanto, el chavismo de base, el de los militantes anónimos, con perfiles más oficialistas o más críticos, sabe que está condenado a seguir sosteniendo a un Gobierno en crisis y con profundas contradicciones. Lo saben porque tienen más claro que nadie, que si la MUD y sus huestes reconquistan el Estado, la factura que le harán pagar al movimiento popular será descomunal. Lo saben porque son más conscientes que nadie, de que el conflicto histórico entre proyectos y clases antagónicas sigue tan vigente como siempre.