Joseba VIVANCO

OINATZ, EL SUPERVIVIENTE DE LOS FRONTONES

UNA FINAL NUNCA ES COMO EMPIEZA SINO COMO ACABA. Y MÁS SI ANDA OINATZ BENGOETXEA DE POR MEDIO. CON ÉL NUNCA SE SABE. O SÍ. SE SABE QUE MORIRÁ DE PIE, PERO ESO SI NO TE GANA. ESO FUE AYER EL NAVARRO, UN GANADOR QUE DIO LA RÉPLICA A LA MAYOR PEGADA DE UN IRRIBARRIA HUMANIZADO.

El bueno de Abel Barriola, campeón manomanista, sostenía que «la lucha individual es el mayor reto para un pelotari vestido de blanco». Ahí, en el uno contra uno, el pelotari solo busca sobrevivir, es donde el rival siente tu aliento y viceversa, es la especialidad del frontón que te saca de tu zona de confort, es en la que nadie va a llegar a la pelota por ti. Eres tú y el otro. Y ahí, pocos como Oinatz Bengoetxea. Un superviviente de las dos paredes, un jornalero de la pelota, un currante del frontis que se viste el buzo en cada partido, en cada pegada, cada tanto.

Final como casi todas con favorito y aspirante. Y el primero no era el de Leitza. Pero la cancha no sabe de favoritismos. Hubo que esperar –porque con retraso arrancó el partido previo por aquello de que la televisión mandará–, para que ambos contendientes se ajustasen simbólicamente el gerriko. En fin. En un Frontón Bizkaia con calvas en sus asientos, más de las deseadas, pero reservando una vibrante final donde el que mejor se adaptó se llevó la txapela de campeón. Sobre todo porque nada hacía presagiar el desenlance vistos los primeros marcadores y de qué lado iban cayendo los cartones.

La chapa salió urdina, saque para el navarro que desaprovechó la ventaja inicial. 1-0 para el de Adama y los primeros cánticos de «Irribarria, lo, lo, lo..». En un abrir y cerrar de ojos el luminoso señalaba un aplastante 5-1 a favor del guipuzcoano que se adueñaba del 4 para desterrar a Bengoetxea a pelotazos al 6 cuando no al 7. «¡Aúpa Oinatz!», se escucha desde la grada cuando recorta al 5-3. No está a gusto el campeón, se agarra a su destino el aspirante.

El navarro resta y se equivoca de pared. 9-4. Irribarria manda, pero su avión no despega. 9-5, los dos por los suelos, tanto para el de Asegarce que suelta tensión por la boca y los poros de sus manos. Se la está jugando. Ovación para su saque... ¡resta Irribarria como si fuera un puntista, pie en pared, y el frontón se alza como uno solo! Contra las cuerdas, Oinatz se rebela contra sí mismo. 10-8 y la grada enloquece. «¡Oinatz, Oinatz!» emergen los suyos. De ahí al 10-10, al 10-11... 10-12, Irribarria toma camino de vestuarios, resopla. No da crédito. Lamenta cada siguiente fallo. Chapa tras chapa. 12-15, enrabietado, golpea la pelota con el pie y parte del graderío le recrimina su mal gesto con una pitada. 12-17, esto no es como empieza sino como acaba. Oinatz se lo cree. Y sufre. Tanto que el campeón se coloca a la par, 17-17, casi sin quererlo, pero otra pelota que se le va muy arriba, una más. Otra más. Está todo por decidir. El frontón es una olla a presión. Una cafetería en donde todos elevan la voz porque nadie oye a nadie. Un gallinero. Salta la sorpresa, tres fallos consecutivos del guipuzcoano y el de Aspe que acaricia el campeonato. 18-21 y el «oe, oe, oe, oe, Oinatz, Oinatz...» es un clamor. Uno más. Solo uno. Jura y perjura, mira a sus adentros, no se le puede escapar. Y va, y saca, y alcanza el cartón 22, «¡hostia!» es lo primero escupe de su boca, y se abraza y el Bizkaia se viene abajo. Y él arriba. Irribarria, el campeón destronado se va entre aplausos, saludos y una merecida ovación, luego volverá y se fundirá en un emotivo abrazo con su sucesor. Bello gesto. Como el propio juego. Como el de Juan Martínez de Irujo ovacionado, querido, colocando la txapela al nuevo txapeldun. El superviviente de los frontones, el de pantalones rotos por la rodillas y manos doloridas. El que da el 120% cuando hay que dar el 100%. Oinatz Bengoetxea, el superviviente de las canchas.

«Sicológicamente ha sido duro, pero la dureza ha dado su fruto»

«He sufrido mucho y a eso he venido. Nunca olvidaré este partido». Palabras del nuevo campeón del Manomanista. Un Oinatz Bengoetxea relajado ya en sala de prensa, satisfecho, «me siento muy afortunado, he trabajado duro, he hecho las cosas con talento, y a veces te salen las cosas; este año me han salido. No le puedo pedir nada más a la pelota. Disfrutando y sufriendo a la vez. Esta txapela es la más grande de todas». Lo tenía muy claro el navarro, que insistió en la necesidad de haber sabido sufrir en el partido. Explicó que su idea fue que el juego «fuera rápido», que su rival «no estuviera cómodo», y aun yendo por detrás en el marcador al inicio, destacó que sabía que «podía matar esa diferencia y lo he conseguido sufriendo, sabía que si le costaba hacerme tantos él se cansaría. He sufrido, porque le da hasta cielo, pero él también. Me ha costado al principio, pero he seguido y el partido se ha igualado, y ahí él no era más que yo. Sicológicamente ha sido duro, pero la dureza y el sufrimiento ha dado su fruto. Más no le puedo pedir». Una dureza que «también a él le ha hecho fallar pelotas que no suele fallar. Cuando le he apretado ha cometido errores, si el contrario te aprieta puedes fallar, he buscado eso, que sufriera para hacer cada tanto, se ha puesto nervioso y era lo que esperaba».

Una primera mitad de partido igualada, disputada, pero que el de Leitza ha roto con su saque, ayer decisivo, muy efectivo, cambiando de estrategia y registro casi en cada uno de ellos. «He acertado con el saque. Viendo el partido contra Urruti te dabas cuenta que si a Iker no le buscas las cosquillas se queda solo en el frontón, por eso sabía que el saque era primordial, he arriesgado y he acertado. A mí me salían las cosas bien, él se ponía nervioso, he estado también duro atrás, he sacado mi máximo juego. Había que arriesgar y esta vez ha salido bien». En definitiva, que «yo tenía menos que perder, he sabido estar, pero él también ha sabido hacerlo... Eso sí, nadie es de hielo», concluyó el nuevo campeón, inmerso en «una felicidad máxima».J.V.

«He intentado hacer mi partido, pero no me ha dejado»

Tomó camino de vestuarios entre aplausos que el joven guipuzcoano devolvió. Acababa de verse sorprendido y derrotado, algo a lo que no está acostumbrado en los duelos individuales. Iker Irribarria no tuvo reparo alguna en reconocer que su rival «fue mejor» y hasta dijo que el navarro «jugó una barbaridad», ciertamente, al máximo de lo que podía jugar ante la potencia de la pegada del de Adama. «He intentado hacer mi partido, pero no me ha dejado. Así se aprende. Volveremos el año que viene», fue la reflexión acertada, humilde de quien todavía, a sus 20 años, tiene un mundo por delante.

Irribarria admitió en parte que quizás le faltó decisión para intentar definir los tantos cerca del frontis, «igual no he jugado mucho ahí, pero es que Oinatz tampoco me ha dejado». Reconoció que al principio no le «funcionaban bien las piernas», luego se sintió mejor, pero en ningún momento se «sentía con mucha confianza» para entrar en los duelos en los cuadros alegres. «Igual no he jugado mucho adelante, pero es que Oinatz no me ha dejado. Él es más que yo en ese estilo y no me sentía con confianza. Ha llegado mejor, ha acertado bastante más que yo y por eso se ha llevado la txapela. Ha sido bastante mejor y hay que darle la enhorabuena», recalcó con una enorme sencillez, sin dramatismos. Asumiendo que «he intentado llevar el partido a mi terreno» pero al final fue Oinatz quien lo terminó haciendo. Hizo también mención a la importancia del saque en esta final. «Él ha cogido el saque, ha sacado perfecto, de un lado al otro, y ha acertado mucho ahí. Esa es su alma, él se entrega ahí delante, donde es el mejor, y si está enchufado... Sabía lo que iba a hacer, pero es que lo ha hecho perfecto», alabó a su sucedor. Grande Irrribarria.J.V.